El fin de la beligerancia eterna
“Son cuatro. El resto es paisaje”, cliquear (texto del portal subido en febrero que generó una miniserie).
Aludía a La Doctora, Mauricio, Sergio y Horacio.
Pero después del arrugue de Mauricio, el “estadista noble” (cliquear) pasaron a ser cinco.
El rectángulo se transformó en pentágono.
Salió Mauricio hacia la frescura del paisaje y subieron al podio Patricia y Javier.
Al cierre tenso del Bazar Persa (cliquear) para las PASO (Elecciones Tóxicas), se desvaneció el pentágono. Volvió el rectángulo.
Quedan Sergio, El Profesional; Patricia, La Montonera del Bien; Horacio, Geniol. Y Javier, El C-Boy (león que vence a la manada de leones).
Pese a la inmanente presencia, La Doctora se queda afuera.
Cumplió con la clave del emotivo renunciamiento. No figura en ninguna boleta. Mantiene la pólvora humedecida.
Aunque La Doctora, desde el fracaso, conserva extrañamente la centralidad.
Como orgánicamente necesita sorprender, La Doctora sorprende otra vez, ahora con su retroceso.
La escudería progresista contempla el panorama con amargura. La Revolución Imaginaria se aleja. La (Agencia de Colocaciones) Cámpora aparece como desairada.
Les cuesta asumir la derechización de la sociedad (siempre equivocada).
“Vivir es cambiar”, confirma el poeta Homero Expósito.
La Doctora se quedó como Mauricio, El Ángel Exterminador. Con el poder perforado.
Ambos, acaso afortunadamente, persisten algo apartados del escenario.
Entonces se perfora también la continuidad eterna de la beligerancia.
Pese a los amagues y sobreactuaciones, se perfila un cierto reordenamiento de la política.
En Argentina, cuando se ordena la política, automáticamente se acomoda la economía.
Cuando se construye confianza sólida, y no líquida, el dinero aparece.
En 2001, para dar un ejemplo, el Fondo dejó caer a Argentina por 1.500 millones de dólares.
“Vean «Diciembre 2001», la serie”, les sugirió Sergio, a través del Zoom, a la simpática Gita Gopinah y al sigiloso Cubeddu.
Fue desde la sala de pantallas del célebre 5to piso, tan frecuentado por la literatura.
“Para que en 2023 el Fondo no vuelva a ser responsable de otra caída”.
El crucigrama
El doctor Olmos, Puiggari, es el operador de tiempo completo. Correveidile con iniciativas y redacción propia.
Junto a los gobernadores irritados, Olmos resultó sustancial para que La Doctora resolviera el crucigrama de la escudería que aún conduce.
El Frente de Todos fue rebautizado como Unión por la Patria. Los mismos cambian siempre de nombre para que nada cambie.
A través de Sergio, intenta La Doctora llegar al final del gobierno agónico que le pertenece.
Lo preside aún su penúltimo error. Alberto Fernández, El Poeta Impopular. El instrumento que decidió enfrentarla. Munido de rencor.
Con el sentimiento de venganza recargado por humillaciones y forreadas. Derivaciones de la incompetencia personal.
Pero Alberto logró imponer la elección tóxica que ella pretendía evitar. Como también los gobernadores.
De pronto se había instalado, con la prepotencia del puñal, la astucia de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Con la energía renovada por su reconocida diplomacia en Brasil.
Había que bajarlo. Pero necesitaba una revancha. “Y a Scioli no lo baja nadie”, proclamaba, orgulloso por haber aprobado el enigmático Bristol Test.
El Líder popular abría otra ventanilla en el peronismo y asomaban miles de medialunas enarboladas que ansiaban ser mojadas.
Entonces Alberto, a través de Scioli, se plantó ante La Doctora.
Y desde la perversa debilidad Alberto le ganó la pulseada a La Doctora. Y al Influencer Máximo, En el Nombre del Hijo.
Las elecciones más tóxicas de la historia
Debieron negociar. Alberto les tajeó la soberbia. Para desconsuelo de Olmos que iba y venía.
La vida entre la Casa Rosada (Alberto), el Congreso (La Doctora) y el Ministerio de Economía, donde habitaba Sergio, el candidato natural.
El Profesional argumentaba que no podía, como ministro, ir “a la tóxica” contra “la lista del presidente”.
Al elevar a Sergio como prenda tardía de unidad, La Doctora debió claudicar ante Alberto. Brindarle un poco de aire artificial. Proporcionarle, en este juego, otra vida, pero breve.
Y ofrecerle en bandeja la vicepresidencia para acompañar a Sergio con algún exponente del albertismo (que nunca existió).
Sin contemplaciones, Alberto lo entregó envuelto a Scioli.
Optó por la eficiencia del disponible Premier. Agustín Rossi, El Invicto. Otro fenómeno extraño.
Parte del paisaje de llanura santafesina. En cada elección que pierde, El Invicto se siente habilitado para perder en otra categoría superior.
¿Y si, pese al gobierno desastroso, El Invicto con Sergio rompe la mala racha y gana?
La tergiversación teórica admite, en plena declinación, el fortalecimiento de la escudería.
Cristina Kirchner a Alberto Fernández: "esto se cierra así"
Las PASO son solo para Patricia y Horacio.
Los cuatro representan tres fuerzas para dirimir las Elecciones Tóxicas.
El resto, siempre es paisaje.
En el fondo, en materia presidencial, las inútiles PASO solo sirven para paralizar dramáticamente el país y averiguar si Patricia -para ser presidenta por Juntos- tiene más votos que Horacio.
Y para que los infinitos fragmentos de la izquierda paisajista reciten sus letanías por televisión.
Como tantos audaces que mangan para decir que son candidatos y se bajan a la hora de los bifes.
Ni Javier ni Sergio tienen competencia interna. Perfectamente pueden ir directo hacia octubre. Por el poder real.
Pero Horacio compite, en realidad, con Sergio. Por la hegemonía del centro sustancial (juntos pugnaron, en los noventa, por consagrar a Palito Ortega, que aún es más popular que Scioli).
Mientras tanto la «dura» Patricia, que debe institucionalmente dirimir con Horacio, confronta, en la práctica, con Javier.
Por las categorías estrafalarias de la derecha (con tendencia a extrema).
Patricia propone el “cambio rápido”. Se resiste precisamente “a bajar un cambio”.
Lo esmerila a Horacio con la ayuda explícita de Mauricio. Invocan juntos la tibieza de Geniol.
Pero Horacio, con el recitado del consenso del 70%, y con el verso de “sumar y sumar”, para evitar que Patricia lo corra por derecha se sirve un trozo de la vieja tarta radical.
Es Gerardo Morales, El Milagrito. Licencia de corsario en materia represiva.
Pero Horacio se sirve también otro trozo que procede del desprendimiento de la tarta peronista.
Es Miguel Pichetto, El Lepenito Republicano.
En tanto Patricia alardea ante la sociedad derechizada. Se dispone a efectuar los “cambios rápidos” desde el primer día. O nada. Sin “bajar un cambio”.
Su escudería entonces compone un video donde la Montonera del Bien maneja el automóvil del país a 250 kilómetros por hora. Se lleva puesto todo lo malo.
“Con Patricia al comando, invariablemente nos vamos a estrellar”.
Lo confirma un sumador de la escudería de Horacio.
Presidencia o nada
Javier, hasta la irrupción de Sergio, fue el animador saludable de las elecciones tóxicas.
Pero la tenue valoración de su escudería en las provincias instaló la idea de la declinación.
Como si potencialmente el fenómeno Milei fuera una copia del fenómeno Blumberg. Pero desde la economía y no desde la seguridad.
De ser cierta, la declinación de Javier es letal para el Massa-Kirchnerismo. Despeja el camino para la presidencia de Horacio o Patricia.
Pese al entusiasmo de Carlos Kikuchi, El Taiwanés, tal vez Javier estaba verde para encarar un proyecto nacional.
Pero Javier es rehén de su discurso, destinado exclusivamente para transformar el país desde la presidencia. No está para despachar en la jefatura del Maxiquiosco.
Milei está para la presidencia o nada. Igual que Facundo Manes, Cisura de Rolando. Otra parte del paisaje que se queda atrás.
Como cualquier arboleda vista desde un tren más rápido, incluso, que el automóvil de Patricia.
Manes enviagró a la UCR en 2021. Pero concluye como víctima de la fuerte vocación vicepresidencial del partido centenario. Con dirigentes bien formados para el segundo plano.
Pasó que Patricia y Horacio compartieron la decisión inteligente de invertir en radicales de provincia.
Cada uno escogió su propio radical duro. De Mendoza, Petri para Patricia, y de Jujuy, Morales para Horacio.
Invertir en radicales es un negocio estratégico inmediato.
Aseguran territorios y relativa austeridad en materia de ambición. Calidad asegurada.