OPINIóN
Análisis

¿Si el presidente Alberto Fernández no gobierna hay democracia?

Manifestarse dentro de los canales institucionales es un ejercicio plenamente democrático y no manifestarse cuando un presidente elegido ya no gobierna es volverse cómplice del desgobierno, de la no democracia.

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El presidente Alberto Fernández. | Captura de pantalla

Mucho se ha hablado estos días sobre presuntos “golpistas, que quieren derribar al gobierno de Alberto Fernández. Lo perverso de tal afirmación, es que quienes sugieren que la autoridad del gobierno está siendo amenazada son aquellos actores políticos, entre los que se encuentra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), que hace meses vienen mancillando la autoridad del presidente, con insultos, cuestionamientos, burlas, desplantes en el Congreso y malos tratos de toda índole. 

Transitamos una semana completa, del 2 al 9 de julio, donde trascendía (porque el hermetismo desde la cúpula del gobierno era total y todo trascendía) que Alberto Fernández quería renunciar, que estaba enfurecido con la vicepresidenta que había vuelto a ridiculizarlo en un acto público mientras también atacaba la gestión del entonces ministro de Economía albertista Martín Guzmán, quien luego de este último ataque verbal por parte de CFK renunció por Twitter.  Durante esa misma semana no se pronunció la nueva ministra de Economía elegida el 4 de Julio, Silvina Batakis, y escuchábamos o leíamos que, en el marco del vacío de poder político y económico, se habían reunido Alberto Fernández, CFK y Sergio Massa, pero la portavoz oficial nos decía que esto no era cierto, y luego el mismo gobierno salía a desmentir la mentira de la portavoz oficial.

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Esa “semana trágica” tuvo sus consecuencias funestas para millones de argentinos, así la incertidumbre se apoderó de los inversores y de los ciudadanos de a pie, así el riesgo país se amplificó, el peso se devaluó sin pausa y la inflación siguió y sigue escalando sin piedad. Se presume que en el mes de julio Argentina tendrá una inflación mensual cercana al 8%, cifra que supera la inflación anual de la mayoría de los países del mundo.

Componer lo descompuesto

Luego de las descalificaciones y burlas hacia la envestidura presidencial, CFK se ocupó de reunirse con Alberto Fernández para componer lo descompuesto, porque aunque derrumbó la poca legitimidad de un presidente ya muy devaluado en su cargo, ella no quiere ser la presidenta de los argentinos y argentinas y tomar las riendas de un país que atraviesa una crisis superlativa, que se entiende que no podrá resolverse en el tiempo que resta de gobierno del Frente de Todos (y probablemente porque intuye o tiene plena certeza sobre lo difícil que sería ser reconocida como presidenta interina por un +- 75% de ciudadanos argentinos que no aprueban su modo de hacer política). Mientras CFK intentó acercar posiciones para que el presidente que no preside siga siendo el presidente, se ocupó a través de redes sociales de descalificar a la Corte Suprema de Justicia porque intuye o tiene plena certeza que será condenada por la causa “viabilidad” debido a las múltiples pruebas que la incriminan. 

Se pueden observar al menos tres gravísimos problemas que debilitan la institucionalidad de la república argentina, en primer lugar, la mencionada embestida por parte de actores políticos pertenecientes al mismo frente del presidente que no cesan de restarle autoridad (la poca que le queda ya que el mismo jefe de Estado supo muy bien bajar decenas de puntos en imagen positiva desde que ocupó su cargo). Escuchamos y leemos a través de redes sociales o medios de comunicación, como cantidad de ultra cristinistas continúan deslegitimando la autoridad de Alberto Fernández a través de mensajes o meta mensajes que siguen desfigurando la figura del presidente. Y sin figura presidencial la democracia perece.

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Escuchamos y leemos a través de redes sociales o medios de comunicación, como cantidad de ultra cristinistas continúan deslegitimando la autoridad de Alberto Fernández.

El segundo problema gravísimo que debilita a la república argentina es la intervención constante de la vicepresidenta sobre un poder del Estado, el Poder Judicial. Desde que asumió el Frente de Todos, CFK se ocupó de ir a buscar a Cuba a su hija Florencia Kirchner, que no cuenta con fueros políticos y que se encuentra implicada junto a ella y Máximo Kirchner en causas que pueden resultar en condena, y esto lo hizo en plena pandemia cuando la atención estaba puesta en el coronavirus que podía enfermar y matar a miles de argentinos. CFK, desde entonces, insiste con alta frecuencia, en que se realice con premura una reforma de la Justicia, y hace varias semanas la vicepresidenta se pronuncia descalificando públicamente a la Corte Suprema de Justicia, porque fue decisión de esta Corte rechazar todos los recursos que presentó la vicepresidenta para frenar el juicio que puede condenarla frente a la infinidad de pruebas que la incriminan como jefa de una asociación ilícita y fraude en perjuicio del Estado en la ya mencionada causa “viabilidad”.

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Hace varias semanas la vicepresidenta se pronuncia descalificando públicamente a la Corte Suprema de Justicia.

El tercer problema gravísimo que debilita a la república es la inacción de la oposición y de la sociedad civil. Contrariamente a aquello que quiere hacernos creer perversamente gran parte del oficialismo cristinista (que ataca y debilita al presidente y con esto a la institucionalidad democrática), una oposición y una ciudadanía proactivas, que controlen los embates de estos actores políticos oficialistas, ayudarían a fortalecer a la república. Guillermo O´Donnell acuñó con el término accountability esa suerte de control ciudadano que debe orbitar en toda república. Manifestarse dentro de los canales institucionales es un ejercicio plenamente democrático y no manifestarse cuando un presidente elegido ya no gobierna es volverse cómplice del desgobierno, de la no democracia. 
 

*Sandra Choroszczucha   Politóloga y Profesora de la UBA  www.sandrach.com.ar