Además de la vinculación con el ámbito empresario, he trabajado los últimos treinta años en educación, desde jardines maternales, pasando por todos los niveles, hasta la universidad y abarcando distintas realidades y sectores sociales y no tengo ninguna duda de la imperiosa necesidad de volver a las aulas cuanto antes.
Hemos vivido dramáticamente una experiencia de confinamiento que obligó a extremar la creatividad de docentes, alumnos y padres para sostener la actividad educativa, apelando, donde se pudo, a las tecnologías felizmente disponibles. Pero en muchos sectores, esto no alcanzó y por eso han quedado una gran cantidad de niños con muy poca presencia del sistema educativo.
Esto, sumado a la falta de socialización, son razones más que suficientes para volver a la escuela.
La pandemia ha tenido efectos muy negativos no solo en la educación, sino en todos los sectores del quehacer humano. Va a dejar un mundo mucho más fragmentado, con aumento de la vulnerabilidad en vastos sectores, un impacto muy negativo en la economía y en la pérdida de trabajos que afectará especialmente a los jóvenes.
Pero a la vez ha generado un contexto que puede ser muy favorable para acelerar algunas demoradas transformaciones sociales que beneficien a la humanidad.
Enumero, en este sentido, algunas consecuencias que promovió en muy poco tiempo la pandemia:
1) Flexibilizó la frecuente resistencia al cambio y aceleró transformaciones sociales extraordinarias impensables antes del virus; 2) Revalorizó la importancia de la tecnología (siete empresas de las diez más grandes del mercado son digitales) y particularmente de internet y de la conectividad (en ocho semanas se avanzaron cinco años de prácticas digitales); 3) Optimizó el uso de dispositivos móviles, especialmente de celulares; 4) Fortaleció el espacio familiar y los horarios de convivencia y reconfiguró las relaciones humanas y sociales; 5) Promovió el Teletrabajo (75% que usaron tecnologías dicen que seguirán utilizándolas después de la pandemia) y la Educación a Distancia (1.500 millones de alumnos según la Unesco, usaron la educación multimedial a distancia para sostener sus aprendizajes); 6) Masificó la compra en línea y el uso del delivery y generalizó el uso del “online” para operaciones para las cuales era requerida la presencialidad; 7) Cambió las necesidades de la arquitectura edilicia del sector público, privado y hogareño. 8) Aceleró la obsolescencia de muchas tareas tradicionales. (Pérdida de más de doscientos millones) y 9) Expuso la urgencia de promover nuevos trabajos para acompañar los avances.
Creo que podríamos resumir tres tendencias que dejará la pandemia: A) Reconfiguración de las relaciones personales a todo nivel. B) Cambio profundo en el plano laboral. C) Intensificación en el uso de la base tecnológica.
Por eso, ¿para qué vamos a volver a la escuela? ¿Para recuperar los conocimientos de un año perdido por la pandemia o para resignificar proyectivamente los “aprendizajes no planificados” que deja de todas formas la cuarentena, no solo anticipando el futuro sino llenos de oportunidades y esperando a quienes puedan aprovecharlas?
Alguna vez leí que “el mundo que le dejaremos a nuestros hijos, depende de los hijos que le dejemos al mundo”. De nuestra respuesta depende el futuro que vayamos a construir y en el que vamos a vivir.
*Fue director del Grupo Marín y rector fundador de la Universidad de San Isidro.