OPINIóN
Eleccciones

Paso 2019: el voto castigo

El difícil panorama que tiene el oficialismo de revertir estos resultados y las esperanzas de Frente para todos

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bunker frente de todos | Marcelo Aballay

El Frente de Todos ha logrado una gran pole position para la largada hacia octubre. Es una derrota política muy significativa para el gobierno de Cambiemos – ahora Juntos por el cambio -. Las dificultades del oficialismo para revertir este resultado en octubre están a la vista, si se tienen en cuenta, además de la abultada diferencia, al menos dos condicionamientos fundamentales: las dificultades para una recuperación de la economía real y la escasa flexibilidad política que la mesa chica del gobierno demostró hasta aquí para renovar los escenarios de las expectativas.

Se ha repetido hasta el hartazgo aquella frase del Presidente Clinton: “es la economía, estúpido”. Sin embargo, el resultado de las distorsionadas primarias no es solamente un voto de hambre de pan, sino de hambre simbólica. En efecto, la falta de un claro mensaje de futuro, que permitiera a amplios sectores de la sociedad, perjudicados en los últimos años, u a otros que continuaron en la postergación con la que ya cargaban desde mucho antes, dejó al pueblo argentino parado en un desfiladero peligroso: frente a un pasado agrietado entre la idealización de unos y la imagen del infierno para otros, un presente doloroso para la mayoría y un futuro casi abstracto para todos.

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 Así como el panorama es sombrío para el oficialismo, es esperanzado pero desafiante para la fórmula conformada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Porque es esencial que en el tiempo porvenir, el Frente de todos se asuma como probable futuro gobierno – se verifique o no después – a efectos de que los siempre quisquillosos mercados no reaccionen en perjuicio de la gobernabilidad y de los intereses más estratégicos del conjunto.

En especial, el candidato a presidente debe consolidar una imagen de conducción que trascienda los mayores temores cristalizados en la opinión pública. Su tarea de aquí a octubre no es menor: eliminar las dudas acerca de su liderazgo real, frente al hecho incontrastable de que el grueso del capital político  que lo llevaría a la presidencia, proviene de la candidata a la vicepresidencia; garantizar el cumplimiento de su compromiso con la superación de la grieta y la generación de certezas acerca de su ya declarado rechazo a toda acción de venganza que algunos sectores pudieran alentar, dirigidas contra aquellos que protagonizaron estos cuatro años, desde el Estado y desde el periodismo, lo que muchos interpretan en términos de persecución.

El candidato a presidente debe consolidar una imagen de conducción que trascienda los mayores temores cristalizados en la opinión pública

El Presidente Macri formuló tres promesas que su gobierno iba a cumplirle a los argentinos: la eliminación de la pobreza, la superación de la grieta y la batalla contra el narcotráfico. Aun concediendo que los logros que el gobierno se adjudica en esta última materia sean certeros, está claro que ninguna de las otras dos promesas fue cumplida ni de cerca. Incluso la instantánea muestra una dura lejanía hacia esas metas.

El escenario electoral anticipó la primera vuelta, que se proyecta como única, dada la impresionante diferencia de votos favorable al Frente de todos. Las promesas realizadas y no cumplidas por Cambiemos serán probablemente las que deba formular Alberto Fernández. Y esto es así porque es el clamor de la voz del pueblo, lo que se dejó escuchar en las PASO, porque ¿qué duda cabe que la mayor parte de los argentinos elige el camino de la prosperidad y una vida colectiva que no alimente, ni se alimente del odio?