OPINIóN
Tendencia

Vuelve el casete: nostalgia vintage, coleccionismo y nuevo negocio

Es un fenómeno global, que está tardando en llegar a la Argentina. Sigue al revival de los vinilos y creció durante la pandemia, cuando muchos necesitaban revivir viejos placeres.

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Caseros. Era muy habitual grabar para parejas o amigos la música preferida. Uno de los problemas de la actualidad es que muchos no guardaron los aparatos para reproducir los casetes. | cedoc

Si el lector o la lectora está pensando en pedirle el viejo tocadiscos al abuelo y sacarle al tío rockero, sin que se dé cuenta, algunos vinilos para instalar una estación analógica de música en el living de casa y convertirse en una de las personas más cool de su barra, hay malas noticias: ese tren ya pasó, los discos volvieron a ser prácticamente un formato estándar que no extrañaría encontrar en el supermercado o que se venden junto con algún diario como antes salían libros de autores clásicos o fascículos de enciclopedias.

Eso no quiere decir, en absoluto, que el lector, o la lectora, no deba darse una vuelta un sábado o domingo por la feria de música del Parque Centenario, en el corazón de Buenos Aires, adonde los puesteros aseguran estar abiertos al público “desde las 9 y hasta que se ponga el sol”, ofreciéndole discos longplay para todo presupuesto, desde incunables de varios miles a ofertas de cien o doscientos pesitos, todos ellos “impecables”.

Muchas bandas de pop y rock editan sus álbumes en casete y vinilo

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Ahora, si realmente quiere ser un faro de modernidad, vaya pensando en buscar quién en la familia tiene todavía un reproductor para escuchar casetes (o cassettes, que suena mucho mejor), porque ese es el formato del verdadero revival de la experiencia de escuchar música no digital.

Olvídese de Spotify o del servicio premium de YouTube, consígase una birome Bic (si no entiende de qué se trata, consulte al tío rockero) y sea la envidia de esos amigos y amigas que viven en el mundo retro.

Tendencia y pandemia. Si bien el fenómeno está tardando en explotar en Argentina, se trata de una tendencia muy fuerte en los mercados principales de la música, como Estados Unidos y Gran Bretaña, adonde muchos solistas y bandas de pop y rock editan sus álbumes tanto en vinilo y disco compacto como en casete.

Pero no es solamente un regreso vintage: la revista Forbes, por ejemplo, publicó recientemente un largo artículo donde argumentó que la vuelta de los casetes tuvo también que ver con la pandemia de coronavirus y la necesidad de recurrir a viejas sensaciones de placer y seguridad para enfrentar las duras consecuencias, físicas y mentales, de la enfermedad.

“Cualquier persona de más de 40 años tiene buenos recuerdos que incluyen a los casetes y que se vieron remarcados por la pandemia”, señaló la revista norteamericana. Con las cuarentenas y los encierros, continuó, también se reportaron más casos de “desapego digital y alienación”, lo que llevó a cada vez más gente “a buscar cosas que las hicieran sentir seguras mientras el mundo a su alrededor se hacía menos y menos confiable”.

Otro artículo, en The Conversation, coincidió con esa apreciación y hasta afirmó que “2020 podría llamarse justificadamente el año del casete”. Y apuntó números: según la British Phonographic Industry, 156.542 casetes se vendieron el año pasado en el Reino Unido, “la cifra más alta desde el 2003 y un aumento del 94,7 por ciento” respecto del 2019, reportó.

En 2015 se vendieron 74.000 casetes y en 2018 fueron 219.000

Para el mercado de Estados Unidos, Statista.com señala que en 2015 se vendieron 74.000 casetes, 129.000 al año siguiente, 178.000 en el 2017 y 219.000 en el 2018.

Forbes, por su parte, puso las cosas en perspectiva y recordó que, en 1983, el volumen de casetes vendidos en todo el mundo fue de alrededor de 83 millones, aunque posiblemente hayan sido mucho más, si se piensa que ese formato era el rey de las músicas populares en lugares como la India y Medio Oriente.

Además, si bien se puede prever que el volumen de venta de casetes siguió creciendo en Estados Unidos, los números no se comparan con el jefe del regreso con gloria, el vinilo, que colocó 27,5 millones de LPs solamente en 2020 en ese país.  

Razones. Como sea, la tendencia -con o sin ayuda del coronavirus- no para. En 2018 las ventas en Gran Bretaña habían sido ya de 50.000 unidades, impulsadas por ediciones en casete de los nuevos álbumes de artistas como Billie Eilish, Lady Gaga, Taylor Swift o Dua Lipa. En las disquerías del mundo real o en las tiendas online se pueden encontrar también desde hace tiempo cintas de nombres vanguardistas como Courtney Barnett, pero también material nuevo o reediciones de dinosaurios como Slayer o Aerosmith.  

Precisamente, un puñado de temas de esos grandes números de rock del pasado está en el centro de un impacto que ayudó mucho al retorno del casete, los compilados que formaron parte del guion de las películas de la saga “Guardians of the Galaxy” y que tuvieron su contraparte en las disquerías.

Son los “Awesome Mix” volumen 1 y 2, con temas de David Bowie o Marvin Gaye, entre muchos otros, que fueron lanzados en casetes y cajitas con la misma estética de aquellas colecciones de canciones que los enamorados preparaban con paciencia en los ‘80 y ‘90 para que sus novios o novias los escucharan en el walkman o el radiograbador.

Esos álbumes, distribuidos en 2014 y 2017 con importantes campañas de marketing por Hollywood Records, que forma parte del grupo Disney, se encuentran en el medio de los tres elementos básicos del revival del casete: la nostalgia vintage, el coleccionismo y el nuevo negocio.

Es que los que salen hoy a comprar casetes lo hacen porque quieren revivir experiencias del pasado, buscan ediciones muy raras que valen pequeñas fortunas o se sumaron a la tendencia moderna, como lo hicieron los más jóvenes que nunca habían visto un vinilo y ahora son fans del longplay.

Los que hoy compran casetes lo hacen porque quieren revivir experiencias del pasado

La afición retro es la que movió a los que quisieron escapar de los pesares del Covid 19 recordando viejos tiempos -como arriesgó la nota de Forbes- y los modernos son los que compran los casetes nuevos de los artistas del momento.

En el medio quedan los coleccionistas. Algunos de los cuales, según los reportes que periódicamente publica el banco de datos, website y nueva Biblia de la música Discogs.com, se gastan unos cuantos dólares en ediciones difíciles de conseguir.

De los 14 millones de obras musicales en el catálogo de Discogs, apenas un millón son casetes. “La cinta clásica no es tan buscada como el vinilo -reconocen desde el website-, pero el formato está experimentando un resurgimiento en popularidad recientemente gracias a reediciones, nuevos lanzamientos y originales legendarios”.

Entre esas leyendas se cuentan, por ejemplo, “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)”, un álbum de 1993 del grupo estadounidense de hip hop Wu-Tang Clan, que se paga actualmente unos 150 dólares, o “No Life ‘Til Leather”, una edición independiente en casete de los Metallica de 1982 que, en excelente estado, cuesta no menos de 170 dólares.

Locales. En Argentina también se consiguen estas rarezas a precios preciosos. En el más popular sitio de ventas online del país aparece, por ejemplo, una reedición en casete de los ‘80 del primer álbum solista de Luis Alberto Spinetta, “Spinettalandia y sus amigos” (en su versión conocida como “La búsqueda de la estrella”), por nada menos que 15.600 pesos.

Las disquerías de usados porteñas aún no se sumaron al revival

También hay un “Alma de Diamante”, de Spinetta Jade, por algo más de 8.800 pesos, y hay alguien que ofrece un “Bocanada”, de Gustavo Cerati, también en casete, por... ¡50.000 pesos!

En Buenos Aires, las disquerías de usados, proveedores principales de los coleccionistas, no se sumaron todavía a este revival. En Bonus Track, por ejemplo, una de las más conocidas “cuevas” del ramo, ubicada en una galería del centro de la ciudad, apenas cuentan con unos 300 casetes entre miles de vinilos y discos compactos. Encima, salen baratos, apenas 300 pesos, a menos que sean ediciones de grupos consistentemente caros, como los Beatles o Kiss.

Uno de los dueños de la disquería, Andrés Kazi, es escéptico frente a este formato y, consultado por PERFIL, remite al pecado original del casete: “era la opción barata que comprábamos de chicos cuando no nos alcanzaba para el vinilo”, recuerda, un poco despectivo.

En cambio, Judy Galante, de RGS, una de las últimas disquerías tradicionales de la ciudad, también en una famosa galería, pero en Villa Crespo, espera que, “como todo vuelve, quizás acá también empiece a ser algo fuerte” el auge del casete. “Y ojalá sea así -le dice a PERFIL- porque cualquier formato físico de música es genial, es otra herramienta para que los músicos difundan su arte”.  

Si bien las ventas son “mínimas”, admite Judy, los estantes de RGS todavía cuentan con viejas cintas, rezagos de stock de hace un par de décadas, mucha música clásica, folklore, latinos, que cada tanto pasan a buscar compradores que los quieren para escuchar en sus autos con el “pasacasete” (otra vez, consulte a su tío si no conoce el concepto).

Los sellos discográficos grandes, consultados para este artículo, dijeron que, por ahora, no se están fabricando ni editando casetes en Argentina, ni siquiera de los artistas globales.

Sí existe, en cambio, un vibrante escenario de ediciones independientes en casete, tal como ocurre en los países anglosajones, donde el formato es empujado por ese tipo de sellos en el marco de un movimiento que cuenta con blogs, “influencers” y festivales.

Uno de esos sellos es Laptra, que tiene su base en La Plata y edita, entre otros, los álbumes de la banda Él Mató a un Policía Motorizado, también en casete.

En un momento en que el disco compacto ya es “un formato tan obsoleto como el casete o el vinilo, bajo la prepotencia del streaming”, explica a PERFIL uno de los creadores del sello, Javier Sisti Ripoll, integrante del grupo 107 Faunos, mantener soportes conectados con el espíritu del “hágalo usted mismo” de los colectivos independientes le da “a la obra otra jerarquía, otra circulación, otra aura”.

Javier apunta que “quizás la mitad del catálogo” de Laptra está en casete, y que algunas de esas ediciones llegaron a vender más de mil ejemplares. “Hoy en día, para un disco, mil es un montón”, destaca.

En sintonía con los otros entrevistados locales, el músico remarca que, al menos en Argentina, el casete puede resultar “un capricho”, un objeto que “es lindo que exista, pero que no es algo que se aproxime a la masividad ni de rebote”.

Cuando se le pregunta por el sonido de este soporte, justamente uno de los elementos que critican los fanáticos del vinilo o del CD, Javier responde tajante: “no creo que haya una manera sola de sonar bien. Creo en la retórica interna de una obra, en la estética y en la intención por sobre lo que sea que se defina como sonar bien o mal y lo pasajero de esos términos”.

Sin equipos. ¿Desembarcará la nueva encarnación del casete en estas costas lejanas? ¿Seguirá creciendo en los mercados centrales? Aquí en Argentina existe un problema importante que señala Judy, de la disquería de Villa Crespo. 

Ahora hay muy pocos pasacasetes o walkman para comprar

Este tipo de fenómenos “tardan porque mucha gente se deshizo de los equipos de música, erróneamente, y después vienen acá llorando”, describe.

“Primero tiraron los vinilos, después las bandejas, las compacteras y obviamente las caseteras, que fueron las primeras que, en su momento, se rompieron”, sigue Galante. 

Ahora “hay muy pocos equipos para comprar” de segunda mano, y mucho menos nuevos, y adaptarse a estas tendencias retro puede resultar complicado.

No se desaliente, vaya a la baulera o revise aquellas cajas polvorientas arriba del ropero. En una de esas encuentra un walkman, un doble “deck” o hasta un par de casetes de Spinetta.

 

*Periodista. Ex corresponsal en Washington.