—¿La sociedad resistiría esto que vos estás planteando?
—Soy una economista rara porque en el sector privado gestiono empresas. Cuando vos le decís a alguien y le mostrás cómo se hace, en el 99,9% de los casos la persona florece y lo hace con gusto. Y si no es la apropiada, le decís que se busque otro laburo, algo que ocurre poquitas veces.
—Sos optimista sobre que en 2023 alguien lo haga.
—Soy optimista sobre que el 15 de noviembre haya alguien que lo haga. La capacidad de convencer de Cristina Kirchner es extraordinaria. Si mañana dice que hay que salir a pintar de verde todos los monumentos públicos, la gente lo hará. No me gustan sus iniciativas, pero tiene liderazgo. La gente no quiere estar comiendo torta fritas todo el tiempo. Le gustaría hacer algo.
—¿Por eso crece Javier Milei en los lugares de menos recursos?
—Es la gente que más siente la necesidad. Soy voluntaria en el Banco de Alimentos desde hace diez años. Hay madres que se quejan de que les den siempre de comer lo mismo a sus hijos, aunque sea gratis. Cuando les explicás qué se puede hacer, están enseguida ayudando. Y las cosas que se pueden hacer son múltiples, en vez de estar en la puerta puteando. Cuando le mostrás a la gente un camino, puede no gustarle, pero el 90% te lo agarrará. Y con gusto.
“Estamos peor que antes de la crisis de 2001/2002”
—¿Las bajas de calificación fueron previas al estallido de 2001/2002? ¿Esa situación puede compararse con la actual?
—En la previa al estallido, teníamos tarifas no muy altas. Era un problema para nuevos inversores. Había capacidad excedente de energía, lo que nos trajo a ahora, salvo en los últimos años, que hubo un poco más de inversión. Desde 2001 hasta ahora, hubo inversión en 2009 y 2018. Nada más. Teníamos las empresas privatizadas. La gente protestaba por tener que pagar, pero la calidad del servicio había mejorado. Argentina empezaba un cambio importante en la matriz agropecuaria. Con la introducción de la siembra directa, hubo un salto de productividad extraordinario. Empezaban algunas mejoras de conectividad. No en el sentido de internet, sino camiones, transportes. Hoy tenemos un faltante energético muy importante; en ese momento, excedente. Teníamos un horizonte casi resuelto en el tema previsional. Existieron desajustes con las AFJP. El Estado se había endeudado para compensar los fondos que iban a las AFJP. Hoy no las tenemos. Nos quedamos con la deuda, que la defaulteamos, y después nos quedamos sin las AFJP. Pagamos tres veces el mismo tema. Hoy tenemos un gasto público que representa el 45% de la economía, sumando nación, provincias y municipios. Se duplicó. El sistema financiero no tiene posibilidad de funcionar como canal entre el ahorro privado y las inversiones. Hoy la gente no tiene capacidad de ahorro. Y los que tengan capacidad de ahorro no cuentan con instrumentos. La tasa de plazo fijo es sustancialmente menor a la inflación. Las empresas tienen el agua al cuello, necesitan juntar fondos hasta llegar a fin de mes y pagar sus sueldos o proveedores. Ahí también estamos peor. La gente no lo ve, pero comparativamente hoy estamos peor.
—¿Por qué no se produce un estallido?
—Porque tenemos una cantidad de controles espantosos y la gente aprendió. Ya no tiene todo el dinero dentro del sistema financiero. Lo tiene en el cajoncito, en el colchón, en algún otro lado. Hay una economía negra notablemente mayor que en ese momento. El sistema previsional está fundido y se ordeña, recibe fondos continuamente, en lugar de recibir el aporte de todos. Hay restricciones de todo tipo. Criticábamos a Menem y a De la Rúa, yo la primera, diciendo que la economía no estaba suficientemente abierta. La gente protestaba porque le pusieron un Walmart al bolichito de enfrente, que se fundía. Fue una transición muy difícil. Hoy no hay ninguna intención de abrir la economía. No incluyo la pandemia en el análisis, cuyos efectos fueron posteriores, más allá de si estuvo bien o mal manejada. Hoy tenemos déficit energético: en ese momento exportábamos. Cuando se pesifican las tarifas, se incluyó lo que se exportaba a Chile, que se cobraba en dólares. En vez de un horizonte de limpieza en lo previsional, hoy tenemos un pasivo enorme. En vez de exportar energía, hoy importamos. Teníamos un sistema educativo que funcionaba razonablemente; hoy está en franca declinación. Tenemos una tasa de desempleo notablemente mayor que en ese momento, un desempleo femenino extraordinario.
—La tasa de desempleo a la que vos te referís en aquel momento llegó al 22%.
—¿Y hoy cuánto es?
—¿El 13% oficial no refleja a los que no van a buscar trabajo?
—¿Hoy tenemos un 25% de desempleo, razonablemente? No es el 13%. Hay muchísima economía informal.
—Gente que dejó buscar trabajo.
—O que no lo dice por miedo a perder el plan. El Indec no cruza datos con la Anses. La gente no dice que tiene otro ingreso, sino que está en su casa. Hablamos de desempleo formal, pero no solamente es eso. Está la gente que no tiene la capacidad de hacer changas, los chicos que no trabajan ni estudian. Si uno mirara los indicadores, creo que hoy Argentina está peor que lo que estábamos en 2001, previamente a la crisis. El desbarajuste lo produjeron la devaluación y el default, dos cosas que aún no sucedieron. Estoy comparando diciembre de 2001 con octubre de 2021.
Lea la entrevista completa de Jorge Fontevecchia a Diana Mondino en este link.