PERIODISMO PURO
Presidente del Bloque del Frente de Todos en Diputados

Germán Martínez: "Si hacemos bien las cosas, el 20 de marzo el tema del acuerdo puede estar resuelto"

Si bien continuamente habla de su “respeto” por Máximo Kirchner y La Cámpora, señala matices que pueden explicar su rol y la posición más cercana al Presidente dentro del oficialismo. Muy cercano a Agustín Rossi, compañero en la línea llamada La Corriente de Daniel Filmus y Jorge Taiana, dos miembros del gabinete, explica cómo se prepara la Cámara baja para discutir el FMI. Dice que el “no ajuste” y los años de gracia abren una oportunidad al crecimiento económico.

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Germán Martínez. | Marcelo Dubini

—En tu cuenta de Twitter te presentás como “peronista y kirchnerista sin contradicción; rosarino y santafesino, sin contradicción; militante de La Corriente y diputado nacional sin contradicción”. ¿La contradicción es un problema en una coalición y especialmente en el Frente de Todos?

—Las contradicciones son intrínsecas a la vida política. También son parte constitutiva de cada uno de nosotros. La autodefinición aparece con el interés de caminar con la menor cantidad de contradicciones posibles. No es un texto que haya escrito hace poco. Ya pasó bastante tiempo desde que lo escribí. Lo cierto es que refleja tres situaciones que me definen. En el año 2005, con la primera campaña de Agustín Rossi, cuando fue candidato a diputado nacional por primera vez y coincidió con que Cristina era también candidata a senadora en la provincia de Buenos Aires, recorrimos la provincia de Santa Fe. Y como sabíamos que se daba un enfrentamiento dentro del gran arco del peronismo bonaerense, y tenía su correlato en el debate político de nuestra provincia, hacíamos el ejercicio, mientras íbamos en el auto, de cómo vincular las grandes líneas de trabajo y las grandes decisiones de Néstor Kirchner con las banderas históricas del justicialismo. Eso responde al intento de que no nos visualicen a los que teníamos una definición tomada alrededor del kirchnerismo como algo distinto, sino como una evolución natural de los principios del justicialismo. Mi identificación con los postulados y la acción del trabajo de Néstor y Cristina no es para nada contradictoria con la de estar lo más cerca posible de los principios de Juan y Eva Perón.

—Max Weber plantea otra contradicción, entre la ética de la responsabilidad y la de las convicciones. ¿Hay una contradicción que se le plantea a quien le toca presidir un bloque, como Máximo Kirchner, entre la responsabilidad de presidir el bloque de la coalición y su convicción de rechazar el acuerdo con el fondo?

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—Weber en algún lugar plantea lo que llama “tipos ideales”. Posicionan grandes andariveles por donde transitar la vida política. Si algo permitió el ejercicio de gobierno con Néstor y con Cristina y con Alberto ahora es que podamos vivir sin contradicción entre responsabilidad y convicción. ¿Por qué? Durante mucho tiempo en el ámbito parlamentario, había una suerte de regla no escrita: los oficialismos se llevaban las leyes y la oposición, los discursos. Pero, por la fortaleza que tenían nuestros debates parlamentarios, no solo fuimos capaces de constituir mayorías; además pudimos defenderlas con convicción, porque había principios con los cuales nos sentíamos identificados. Espero transitar este camino en la jefatura de bloque haciendo que ambas cosas puedan ir de la mano. Que tengamos la responsabilidad de defender a nuestro gobierno, generar los consensos que necesitan determinadas políticas, pero no renunciemos a la argumentación, que solo da la fuerte convicción sobre un tema. Voy a aspirar a que tengamos fuerte presencia en los dos campos: generar mayorías y tratar de dar debates donde desde nuestra verdad relativa podamos dar esa disputa.

—¿Hay una contradicción entre el lugar institucional y el rol de militante de La Cámpora? ¿Una contradicción entre ser conductor de un sector y la responsabilidad de representar luego a toda la coalición?

—Te saco del análisis específico de una organización potente que integra el Frente de Todos. Hablo de todos los sectores e identidades que confluimos en esta coalición particular. Primero fue electoral y después asumió rasgos particulares en la distribución de los roles en el gabinete y la conformación parlamentaria. Todos venimos con historias y trayectorias previas, con caminos institucionales, de desarrollo político, determinadas por el momento en que nacimos. La Corriente, el espacio donde milito, sabemos que aquellos que tenemos algún rol de responsabilidad en la construcción del Frente de Todos, tenemos que conciliar nuestros principios, valores y convicciones más fuertes que nos llevaron a hacer política con la necesidad de todo espacio político de que el presidente de la Nación pueda llevar adelante la gestión con el mayor nivel de calidad y de penetración en sentido positivo en la vida cotidiana de los argentinos. Que podamos desde el Congreso sacar las leyes e iniciativas parlamentarias que el Presidente necesita. En algún momento, allá por 2005, se habló del parlamento como una escribanía. Quizás a veces estamos muy sesgados en el análisis por las iniciativas parlamentarias del Poder Ejecutivo. Necesitamos mucha iniciativa de los diputados y diputadas de mi bloque entroncado en los ejes de gestión que obviamente define el oficialismo.

—El tema de la contradicción resulta fascinante, especialmente si el modelo político se organiza en una coalición que, por definición, es diversa. En esta misma serie de reportajes, Miguel Ángel Pichetto dijo que el destino de La Cámpora era transformarse con el tiempo por evolución etaria y política de sus miembros en una fuerza socialdemócrata. ¿Esta decisión de Máximo Kirchner de renunciar a la presidencia del bloque desmiente esta idea de Pichetto? ¿Cuál será el futuro de La Cámpora?

—Quizás Miguel haya reseñado su propia experiencia. Fue uno de los baluartes del peronismo renovador que hoy termina en Juntos por el Cambio. Es un dirigente que respeto mucho, pero que hizo un recorrido en el último tiempo muy contradictorio. Había un Miguel al que nosotros invitábamos para que nos acompañe en plenarios en Rosario. Recuerdo uno multitudinario en marzo del año 2010. Lo cerró Rossi y estábamos en otro momento de nuestro vínculo. Pero saliendo de Miguel, hay una sobreexigencia o un foco muy especial sobre una organización en particular. Es organización que respeto. En la provincia de Santa Fe caminamos juntos, como sucede en política en algunos momentos y en otros no. Cuando empecé a militar en el Frente para la Victoria tenía menos de 30 años. También uno hace un recorrido político y se llega a situaciones donde ya no solamente sos un militante juvenil. Debés tomar responsabilidades en tu propia organización. En mi caso es por primera vez, pero hay compañeros y compañeras que empezaron a ser concejales, diputados, legisladores provinciales, diputados nacionales, senadores. Allí se abre el abanico de lo debe tenerse en cuenta a la hora de llevar adelante la militancia política y la responsabilidad institucional. Es un elemento clave. Decimos que somos militantes políticos que durante un tiempo de la historia, mayor o menor, tenemos algún nivel de responsabilidad. Debemos transitar ese tiempo que uno nunca sabe cuánto es, tratando de no renunciar a ninguna de las cosas que hemos planteado antes. Desde hace dos años soy diputado. Ahora tengo el rol de ser presidente de mi bloque. Nunca voté ni defendí como militante político algo con lo que no estaba verdaderamente convencido. Es la experiencia de la enorme mayoría de los militantes del Frente de Todos.

—Una de las características de la juventud es que se termina. Por lo tanto, la postulación de Pichetto tiene pertinencia. ¿En qué se va a convertir La Cámpora cuando sus miembros dejen de ser jóvenes? ¿Será algo testimonial?

—En algún momento se estudiará el devenir de una organización a la que le tengo un gran aprecio. La Cámpora es una organización política en la que hay un conjunto de compañeros y compañeras que tenían menos de 30 años. Ahora están por lo 40. Ocupan roles de muchísima responsabilidad. Pensar que en este lapso no pasó nada es un error. Hay camadas de jóvenes que se integran y asumen nuevas agendas en todas las organizaciones políticas y a esta en particular. Así cobran dinamismo y evolucionan.

—¿Los jóvenes se integran a La Cámpora o crearán nuevas organizaciones?

—Hoy hay jóvenes que ingresan en La Cámpora y el Movimiento Evita. Son cosas que vi. Llegan a la militancia política, por ejemplo, con una fuerte mirada sobre lo ambiental. Eso hace diez años no estaba. Nutre a organizaciones que, para que no se estanquen, necesitan evolucionar. Además, las pone en diálogo con nuevas agendas que son parte de la sociedad y las sensibilidades.

—¿Ves a La Cámpora perenne como representante de la juventud, como lo que fue en su momento la Juventud Peronista?

—No solamente. Nunca dije que haya ejercido el monopolio de la participación política juvenil. Sí es cierto que tuvo y tiene un rol fundamental. Soy secretario general de la Departamental Rosario del Partido Justicialista. En la JP de la Departamental. hay espacios de organización juvenil que no necesariamente son La Cámpora. Pero La Cámpora participa de ese espacio.

—¿Qué reflexión te merece el rechazo de los sectores extremos de la dos coaliciones al acuerdo con el FMI?

—No siento ni que en el oficialismo ni en la oposición haya radicalizaciones. Sí hay posturas más fuertes que otras.

—¿Con qué palabra las calificarías en reemplazo de “radicalización”?

—Hubo tiempos en los que las palabras “extremo” y “radicalización” llevaron a situaciones feas en la Argentina, algunas gravísimas desde el punto de vista de los derechos humanos. En muchos lugares del mundo se experimenta un proceso de estigmatización social política con el que no comulgo que comienza con esas terminologías. Prefiero no usar esas palabras. No sé cuál es el nombre para definir esa postura. Tener distintas miradas más cercanas o más alejadas al interior de las coaliciones es absolutamente razonable en un sistema que asume cada vez con mayor sustentabilidad un esquema de coaliciones.

—En la coalición opositora existe la necesidad de que los libertarios no canibalicen a parte de su electorado. Paralelamente, en la coalición gobernante existe la necesidad de que la izquierda no lo haga. En ambas hay una amenaza y un electorado a retener a través de una suerte de retaguardia.

—Lo veo al revés. La gracia de las coaliciones es poder metabolizar las diferencias. Sin esas miradas, no habría coalición y seríamos un único partido. Perderíamos la capacidad de representar a la diversidad.

—Aceptando que la riqueza es diversidad en armonía, ¿qué reflexión te merece que los dos sectores que no están en el centro de cada coalición coincidan en el rechazo?

—Me quedo con la última expresión de Juntos por el Cambio y con cómo nosotros venimos dando el debate interno. No está resuelto cómo vamos a expresar nuestras distintas miradas en el recinto. Sé que muchos dirán que nos falta poco. Para mí falta un montón. Voy a trabajar hasta el último momento para que podamos sacar la mayor cantidad de votos y que la expresión sea lo más convergente posible. Estoy seguro de que quienes tienen mínima responsabilidad en Juntos por el Cambio intentarán hacer lo mismo. Uno puede encontrar críticas tanto en mi coalición como en la opositora, que se corren de los ejes del gran punto de equilibrio. Debo ser lo suficientemente capaz para identificar qué se plantea, hacer un proceso de argumentación y de información que nos permita reducir las distancias. Si lo logro, podemos tener mayor convergencia en el momento del recinto. Voy a hacer todo lo que tenga que hacer para arrimar información y despejar dudas. Estoy convencido de que el camino planteado por el presidente de la Nación es el correcto.

—Más allá de que luego en la coalición opositora haya una tendencia a unificar un voto positivo. Es claro que los halcones más alejados del centro se oponen o tienen recelos, aunque luego terminen votando a favor. Vuelvo a preguntar, ¿qué te sugiere esa coincidencia en los extremos?

—No me asusta, porque la base de las críticas es distinta. Hay un diputado de la oposición, Ricardo López Murphy, que plantea el rechazo con argumentos muy parecidos a los de Alejandro Werner, uno de los negociadores del acuerdo del FMI con Macri o lo expresado en la columna del Financial Times. Dicen que el acuerdo es malo porque no obliga a hacer a la Argentina reformas estructurales más fuertes. La crítica es por derecha. En cambio, uno encuentra en compañeros míos expresiones que dicen: “cuidado con el acuerdo con el FMI, porque entendemos que lo queremos transitar con crecimiento, pero puede tener el riesgo de que si el crecimiento no alcanza, exista un achicamiento del gasto. Encienden esa luz amarilla. Son posiciones totalmente distintas. Me siento mucho más cómodo hablando con quien puede llegar a tener dudas respecto del sendero fiscal, pero con quien compartimos desde la campaña en 2019 hasta acá los esfuerzos de un espacio político llegar en las mejores condiciones en la negociación con el FMI. Son muy distintos de los que me plantean que en realidad nos estamos quedando cortos porque faltan más reformas. Las tareas que tenemos que hacer al interior de cada coalición son las mismas. Pero con objetivos de representación diferentes.

—Uno podría imaginar que por primera vez en la Argentina apareció un tema que salta a la grieta, que la parte moderada de las coaliciones coincide, mientras que la que podríamos llamar más alejada del centro también lo hace, aunque sea por distintos argumentos. ¿El acuerdo con el Fondo es el primer caso transgrieta de la gestión de Alberto Fernández?

—Sin coaliciones, el pago al FMI impulsado por Kirchner en diciembre de 2005 generó el mismo debate. Kirchner emitió un DNU. No estaba la ley que le daba un canal parlamentario. Lo hace porque afectaba reservas al pago de la deuda, una herramienta heterodoxa. Al mismo tiempo, lo manda a las dos cámaras. Veníamos de hacer una elección espectacular, teníamos una base importante de apoyo. En ese momento, la oposición se dividió entre radicales y Propuesta Republicana. Mauricio Macri era diputado nacional y coincidió con posiciones de sectores que venían del ex ARI. También coincidieron en el voto en contra del pago al FMI. Tenemos que asumir la presencia del FMI en la Argentina, al menos desde la Revolución Libertadora o fusiladora, como la quieras llamar, hasta acá. En la campaña de 2007, con Cristina como candidata, dirigida por Alberto Fernández, había un spot que cerraba diciendo: “Vamos a trabajar para que tus hijos y los hijos de tus hijos no sepan qué es el FMI”. Macri nos devolvió ahí. A un pasado que creíamos saldado 44.500 millones de dólares, tomados en una única operación a un único acreedor, en un único año nos devolvió a esa situación. Y nos impuso un cronograma de vencimientos que implicaba pagar este año 19 mil millones de dólares, y el que viene 22 mil millones de dólares. A los ocho años me gustaba mucho leer. El primer número que recuerdo de la deuda externa global integral de la Argentina a la salida de la dictadura era de 45 mil millones de dólares. El debate tiene una dosis de injusticia muy fuerte. No terminamos de magnificar el origen de la deuda. Estamos discutiendo la propuesta de solución que plantea el presidente de la Nación. Coincido con ella y voy a argumentar positivamente ante cada persona. Pero no discutimos el origen del problema. Pareciera que en 2018 y 2019 no pasó nada en la Argentina. Daremos el debate parlamentario. Hay que reivindicar que suceda. La ley de sostenibilidad de la deuda pública fue una decisión del Congreso. Le debatiremos con total transparencia, conociendo todo y con el acuerdo con el FMI sobre la mesa. Los líderes opositores que eran oficialismo en aquel momento no pueden mostrar el acuerdo de 2018. Hoy será completamente distinto.

—Siguiendo en esa línea, José Mayans, el presidente del bloque del Senado, señaló que necesitamos “más detalles” para lograr los consensos en la Cámara alta. ¿Coincidís? ¿Cómo serán esos detalles?

—Tengo el impulso del bloque de diputados. A medida que se acerque el debate será necesario conocer cada vez más los detalles, inclusive para quienes tenemos la predisposición inicial de apoyar el acuerdo. A veces se cree erróneamente que el presidente del bloque es el gran negociador con la oposición, pero la primera tarea es el frente interno. Hasta cuando discute con la oposición lo hace pensando en darle argumentos al propio bloque. El ministro de Economía lo dijo con claridad: “Estará a disposición del Congreso la totalidad del acuerdo con el FMI”. Es lo que debatiremos. Hubo notas en off que hablaban de un documento light y que los detalles irían por otro lado. Tendremos la precisión de todo. Se podrá acordar o disentir, pero existirá pleno conocimiento de la situación, lo prometido por Alberto Fernández cuando asumió la presidencia. En el Frente de Todos sabíamos que el acuerdo era un problema, que se necesitaban pasos para llegar a la solución. El primero fue la negociación con los tenedores privados. Y luego esto. Cuando asumió, el Presidente se comprometió a un proceso de negociaciones con seriedad, sabiendo que es un problema. También dijo que no podemos pagar sin crecimiento. Es lo que decimos ahora.

—Mayans también dijo: “Es más conveniente que el debate se inicie en Diputados por las circunstancias y la visión que hay respecto del endeudamiento público”.

—Todavía no hay definición sobre la cámara de origen para debatir el proyecto. Como jefe de bloque del oficialismo en Diputados, debo estar preparado para los dos escenarios. Es lo que estoy haciendo con mis compañeros de bloque.

—¿Qué te gustaría?

—No tengo opinión formada. Lo que hicimos fue armar un camino parlamentario en función del artículo 75, inciso 4, de la ley de sostenibilidad de la deuda, que habla de contraer empréstitos con la autorización del Congreso. En 2018 se escudaron en un artículo de la ley de administración financiera porque no había una definición específica. No me asusta ninguno de los dos escenarios.

—Imaginemos que comienza por Diputados, ¿cuál sería la estrategia para resolver el conflicto entre la ética de la responsabilidad y la de las convicciones? ¿Sería imaginable el escenario que se diera quórum y luego se retiraran y no votaran?

—La negociación técnica está pronta a llegar a un desenlace y abrirá la perspectiva del camino parlamentario. Con el conocimiento del documento técnico, entraremos en una etapa hacia el interior de cada bloque. No permitirá dar debates, brindar información y argumentos para que las opciones de expresión en el recinto sean las más acotadas posibles.

—¿Con los detalles habrá más predisposición para votar afirmativamente?

—Trabajaré exactamente para eso. Cuanta más información esté circulando, menos dudas habrá. Quedarán dudas siempre, porque hay cosas que ni siquiera las podemos imaginar plasmadas en el documento. Desde el propio bloque surgen planteos basados en la historia económica del país. Temen que desde el Fondo nos corran el arco, para decirlo en términos futbolísticos. Algo que no puede estar en un documento técnico. Es lógico que un militante político plantee esas dudas. En la medida que la información circule, se analice y se despejen dudas, creceremos paulatinamente. Soy serenamente optimista.

—¿Cuál va a ser el rol de Cecilia Moreau y de Paula Penacca en el futuro?

—Fui muy claro: aquellas personas que trabajaban con Máximo en tareas operativas de conducción de bloque siguen conmigo. Estoy trabajando con Paula como secretaria parlamentaria y con Cecilia Moreau, como vicepresidenta. Más adelante deberé diseñar dispositivos que permitan canalizar una sana demanda de mayor colaboración y participación. Hay una demanda muy fuerte de unidad, de querer colaborar. También, un pedido de mayor articulación con el Poder Ejecutivo, con los ministros.

—La frase “unidad hasta que duela” está omnipresente.

—Para mí la unidad no duele. Quizás sea un tema de formación. No se puede ir con dolores o con culpas. Siempre se puede reflexionar, pero se deben sostener con las convicciones y responsabilidades. El Presidente me pidió que trabajara por la unidad del bloque y de la coalición. “Hablá con cada compañero y compañera. Es tiempo de argumentar, persuadir y dar información”. Y agregó: “Dedicate ciento por ciento del tiempo a esto”. Cumpliré con la palabra.

—¿Cómo serán los tiempos? ¿En qué plazo imaginás que se resuelva esta situación?

—Dependerá de cómo se termine consolidando el ingreso formal. Lo imagino más cerca de marzo que de febrero. Si fuera en febrero, requeriría una ampliación del temario de extraordinarias. En algún momento, Martín Guzmán habló de cuatro semanas entre el anuncio y el acuerdo técnico cerrado. En el momento de esta charla estamos terminando la tercera. Son los tiempos previstos. El 1° de marzo es un día importante para el Congreso por la apertura de sesiones ordinarias. El Presidente debe dar su mensaje ante la Asamblea. Después dependerá de a través de qué Cámara ingrese. Supongamos que arranque por la Cámara de Diputados: hay una definición de comisiones que seguramente hará el presidente de la Cámara. Si me preguntan, haría un debate intenso, abreviado en el tiempo y con la menor cantidad de comisiones posibles para evitar toda dilación innecesaria. Debemos mirar al Congreso, pero también el acuerdo al mismo tiempo. Puede haber algunos bloques que puedan pedir un poquito más de debate, pero nosotros también tenemos que pensar que entre por la Cámara que entre, debe completar la aprobación por la Cámara que ejerza como revisora. Eso requiere un tiempo para hacerse con tranquilidad.

—¿Cómo sería ese cronograma?

—Si hacemos bien las cosas, cerca del 20 de marzo nosotros podamos tener el tema resuelto en las dos Cámaras.

—¿Le asignás más posibilidades a que termine entrando por Diputados, independientemente de que vos estés preparado para los dos escenarios?

—Todos leemos y escuchamos y miramos lo mismo. Entonces, me estoy preparando para tener listo el camino de trabajo.

—¿Cuál sería tu mensaje final sobre el tema del acuerdo con el FMI?

—Planteé ante lo que el presidente de la Nación había dicho en diciembre de 2019. Estamos cumpliendo con la palabra empeñada, no solamente ante el Congreso argentino, sino ante nuestros votantes. En estos dos años de laboriosa tarea de acuerdo por parte del ministro Martín Guzmán, arrancamos de muy atrás, del acuerdo de Macri y llegamos a este punto, donde tenemos un acuerdo de características heterodoxas. Si lo critican en los ámbitos más polarizados, es porque tiene un recorrido no del todo común el acuerdo con el fondo. Si hubiera sido un acuerdo corto, de tres años, el ajuste hubiera sido feroz. En general, los acuerdos a diez años te exigen reformas estructurales. Este no tiene ajuste, ni reformas estructurales. Propone un sendero. Al menos desde la perspectiva argentina, lo podemos transitar en función del crecimiento económico. Lo que considero más entendible para poder valorar el acuerdo con el Fondo es el tiempo que vamos a estar sin pagar, la gracia. Esta ventana de tiempo de acá hasta septiembre de 2026 como esquema posible, si bien hay cuestiones que se están discutiendo técnicamente. Ese tiempo es clave para consolidar la recuperación económica. Cualquiera que haya estado endeudado en su casa, en su comercio, en su pyme, en su industria, sabe la importancia de la variable tiempo. Si somos capaces de sostener el crecimiento económico con datos como la recuperación del empleo formal en el sector de la industria electrónica en Tierra del Fuego o la expansión del turismo a partir del viaje 20 millones de argentinos, 15% más de turistas respecto de 2019, a la prepandemia. Hay 25% más de puestos de trabajo ocupado. Se está firmando un acuerdo con el Ministerio de Turismo, Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Trabajo, para que los que tienen la asistencia del Potenciar Trabajo se puedan incorporar como trabajadores formales en gastronomía. En La Rioja, una provincia que hace veinte años se manejaba con sus recursos naturales, como aceite de oliva, aceituna, vino, hoy existe un desarrollo industrial tal que el gobernador debe buscar tierras para nuevos parques industriales. En la reunión de los once gobernadores del norte grande, tanto de Juntos por el cambio como del Frente de Todos, se anunciaron 500 mil millones de pesos de inversión. No niego la importancia de dar la discusión por la coparticipación. Pero hay una agenda de desarrollo. Hay un 16% de crecimiento industrial nacional y el doble en mi provincia, Santa Fe. Existen 50 mil puestos de trabajo en industria recuperada. Ya no es un rebote por pandemia. Estamos teniendo una actividad económica mucho más homogénea en lo territorial y mucho más homogénea en lo sectorial. Y me parece que ahí, ahí es donde hay que poner todo. Ahí es donde hay que poner todo el esfuerzo. Esos cuatro años y medio van a ser claves para que podamos consolidar la recuperación, para que podamos generar más puestos de trabajo. Es clave que tengamos herramientas que nos permitan reducir desigualdades que se potenciaron en la Argentina y al mismo tiempo que vayamos teniendo toda la energía para que cuando empecemos a pagar, estemos en condiciones distintas.

—En esos cuatro años y medio, hay casi dos de Alberto Fernández y dos de quien le toque ser el próximo presidente. ¿Quién te gustaría que fuese ese presidente?

—Antes de pensar en los dos años y medio últimos, debemos pensar en los dos próximos. El Frente de Todos debe trabajar muy fuerte al lado del presidente de la Nación para que podamos darle un nuevo impulso a la gestión, solucionar muchos problemas que tienen los argentinos en su vida cotidiana. Que el fortalecimiento de la gestión mejore la capacidad de liderazgo del Presidente y que llegue competitivo al momento electoral. Que todo el espacio político pueda ser competitivo. Te pongo un caso alejado en el tiempo: asume Cristina en 2007. En marzo de 2008 aparece el conflicto con la 125. Recordarás que julio de 2008 fue el voto no positivo de Julio Cobos. En la mitad de 2009, sobrevino la crisis de Lehman Brother. Luego, elecciones. Perdemos. ¿Qué hicimos como espacio político? Fortalecimos la gestión de Cristina Kirchner. Esa fue la tarea que hicimos, sabiendo que tenía dos alternativas, que ella pueda ser reelecta o la posibilidad de Néstor vivo todavía. Tenemos que hacer lo mismo ahora. Pero respecto al presidente de la Nación, fortalecer la gestión, fortalecer el liderazgo de Alberto, que pueda estar en condiciones de protagonizar el tiempo político electoral.

—Ya dijo que se presentaría. ¿Será el candidato si todo esto se produce?

—Me gustaría que fuese él.

 

“Tuve una larga charla personal con Máximo Kirchner”

 

—¿Máximo Kirchner te transmitió si se va a abstener o votar en contra?

—Tuvimos varias charlas. Una, personal, larga, no bien asumí. En ese momento me pareció una falta de respeto pedirle definiciones cuando 48 horas antes, en una carta con sus argumentos, se había expresado. Debíamos conversar sobre temas de funcionamiento de bloque y articulación política. A medida que avance el debate, afinaremos posiciones.

—¿Por qué creés que te eligieron para presidir el bloque?

—El Presidente no me lo dijo, no me dijo por qué.  

—¿Cuál es tu conjetura?

—Soy medio raro, no me gusta hablar demasiado de mí. Mis compañeros saben que recorrí la tarea parlamentaria hace ya 17 años. Incidió que estos dos años de pandemia fui parte de comisiones que tuvieron dinamismo a pesar del funcionamiento remoto. La de Presupuesto y Hacienda, que preside Carlos Heller. Allí dimos debates importantes. Contribuí a su funcionamiento. Soy memorioso respecto a debates anteriores. Puede ser un plus. Creo que ven que puedo expresar con convicción ideas sin necesidad de caer en la chicana.

 

“Tenemos una diferencia generacional con los miembros de La Cámpora”

 

—¿Qué diferencia hay entre el kirchnerismo y el peronismo? ¿Entre el kirchnerismo y La Cámpora? Por ejemplo, para legos: ¿qué diferencias taxonómicas hay entre La Corriente y La Cámpora?

—La Corriente nace allá por 2010 como espacio nacional. En aquel momento el presidente del partido, Néstor Kirchner, ya no era presidente de la Nación. Cabía imaginarse el desarrollo de un espacio político a través de dispositivos. En función del vínculo con el movimiento obrero, había un dispositivo alrededor de la CGT, con Hugo Moyano. Muchas compañeras y compañeros tenían un eje importante en el dispositivo movimiento obrero organizado. Otro eje era el de los gobernadores y los intendentes, principalmente el área metropolitana de Buenos Aires. Pero también había otro con los gobernadores del resto de la Provincia que ocupaban un lugar.

—El trabajo en el territorio.

—Después estaban las organizaciones militantes. No nacen con Néstor Kirchner, pero antes estaban dormidas. Si algo tuvo el menemismo en el paso por el poder es que las organizaciones militantes fueron perdiendo intensidad y la recuperaron cuando la crisis de 2001 empezaba a verse con mayor proximidad. En ese contexto, Néstor puso una referencia muy fuerte en la militancia juvenil, con La Cámpora en un rol central. Hubo un acto en el Luna Park, donde estaba La Cámpora, la juventud del Movimiento Evita, la Juventud Sindical, que era un dispositivo importante, las juventudes organizadas. A eso se suman muchos que en el interior del país no necesariamente eran conducidos por los líderes territoriales, léase los gobernadores. A estas personas les faltaba un paraguas de organización. Allí nace La Corriente. Es un espacio en el que uno puede tener convicciones muy fuertes sobre el proceso político. Pero al mismo tiempo esa militancia cotidiana uno no la desarrollaba en los espacios institucionales en cada una de las provincias.

—¿Qué diferencia hay específicamente entre La Corriente y La Cámpora?

—En aquel momento hasta teníamos una diferencia generacional. Yo tenía seis, diez años más que ellos. Mi edad por entonces era 35.

—La primera diferencia no es ideológica, sino generacional.

—No es algo menor en el peronismo y en los peronismos, que pueden convivir. Vivíamos una oleada de participación juvenil muy fuerte, que tenía a La Cámpora como uno de sus principales protagonistas. La otra diferencia está en la forma de organización. La Corriente nace como algo más horizontal en su desarrollo territorial. Fue con compañeros como Daniel Filmus en CABA, Agustín Rossi en Santa Fe, Juan Manuel Pellegrini en el Chaco; Guillermo Carmona en Mendoza. Jorge Taiana participaba, pero tenía en ese momento un vínculo muy fuerte con el Movimiento Evita, pero estábamos muy cerca en el imaginario político. Íbamos encontrando puntos de coincidencia y armamos despacito una organización que, lejos de competir con las otras, ayudaría a articular lo que carecía de paraguas organizativo. ¿Cuáles son las diferencias? Que en los métodos de organización y las áreas específicas en la que uno trabaja asumen objetivos distintos en determinados momentos.

 

“Sergio Massa aporta sensatez y racionalidad a la coalición”

 

—¿Cuál es el rol de Sergio Massa como presidente de la Cámara en la búsqueda de consensos?

—Un rol muy importante. Tanto al interior de la Cámara como de la coalición de gobierno. Te miento si digo que venía con una relación personal fuerte previa a diciembre de 2019. Por pedido de Agustín Rossi en 2018 y 2019 tuvimos la gestualidad de participar en actos cundo él convocaba en Rosario con el objetivo de crear mecanismos de diálogo en función de 2019. Lo conocí como nuevo presidente de la Cámara. Por temas de Defensa, en la pandemia iba y venía mucho a Buenos Aires. Cada vez que podía, teníamos una charla. Pudimos articular. Tenemos una muy buena relación. Tiene un rol fundamental en la articulación con los otros bloques parlamentarios. Es una persona que aporta mucha sensatez, racionalidad y argumentación. Toda coalición debe aspirar a espacios de mayor coordinación y síntesis. Esos dispositivos pueden ser más o menos formales, pero una coalición necesita mecanismos para la toma de decisiones, lugares para discutir elementos programáticos, lugares en los que la militancia tenga vinculación horizontal. Sergio aporta permanentemente en eso. Estoy contento de trabajar con él y me siento muy seguro.

 

Producción: Pablo Helman y Natalia Gelfman.