#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.
—¿En serio se siente como el jamón del sándwich?
—Pero no quiero serlo. Me molesta estar en esa situación. Lo que quiero es reemplazar a los que hoy son vistos como una alternativa al gobierno.
—¿Se siente apretada por dos fuerzas?
—La discusión acá es ¿Cuál es la mejor oposición para la Argentina?, ¿Es la señora de Kirchner, que ni siquiera le pasó la banda presidencial a Macri, con la que no se podrá negociar ninguna ley? Creo que la mejor es la nuestra. La que puede poner límites y controlar, pero coopera cuando hay que hacerlo. Quiero ese lugar. Me costará tiempo, lo sé, pero hacia allí voy. La fortaleza de la señora de Kirchner hay que medirla en términos de lo que fue. Ella ganó con el 54% de los votos, pero cuando ella gana su candidatura a senadora en el 2005 lo hace con el 45, 47%. Es una fuerza que se va desgranando.
—Cristina sumó el 36% en la provincia de Buenos Aires y con los votos de Randazzo estaría cerca de los 40; a nivel país salió primera en Santa Fe y segunda en la ciudad de Buenos Aires con una fortaleza menor la que tenía pero todavía muy significativa. ¿Cree que éste es su piso o su techo?
—Hoy está bastante unido eso.
—¿No percibe como un mérito haber mantenido ese caudal electoral?
—Sigue siendo demasiado importante.
—Los hechos parecen indicar que el kirchnerismo no va a extinguirse en 2019. ¿Ese es el gran problema del progresismo?
—Puede que no se extinga en 2019. Pero insisto: me resisto a concederle que ellos puedan expresar al progresismo. Soy respetuosa de su porcentaje de votantes, pero otro 40% acompañó al gobierno. Hay una crisis fuerte en el progresismo. Lo que marca nuestra historia reciente es una profunda crisis de las ideas y del debate. No los hay. Podemos elucubrar en torno al progresismo o al conservadurismo, pero lo cierto es que las adhesiones que esas fuerzas tienen hoy están mucho menos ideologizadas. No creo que los votantes de Macri lo hagan porque adhieran al conservadurismo. Adhieren a un proyecto que les dio respuestas concretas a problemas reales.
—¿El progresismo puede ser visto por muchos como ese “al menos con ella yo comía” que le dijo el obrero de la fábrica?
—Llevado al terreno nuestro, cuando me preguntan, cuál es la prioridad a resolver en Argentina, respondo: la pobreza. En un país donde uno de cada cinco chicos comparte colchón, uno de cada cuatro chicos come solo una vez al día en un comedor y la mitad vive en hogares sin agua corriente, ni cloacas, ni inodoro, no existe otra prioridad. Sin embargo, este gobierno no tiene la misma idea. Son cosas que no pasan solo por la definición política e ideológica del progresismo: es una cuestión ética. El crecimiento y el desarrollo al que aspiramos deben tener una base moral. Pero otros creen que los pobres tienen que esperar y que es mejor darles a los más ricos para que se produzca un derrame que se dé naturalmente y en el que no creo. Eso nos diferencia.
—Aunque se diera ese derrame, aunque llegara una lluvia de dólares, con semejante cuadro de pobreza no se va a llegar al 2019 con una modificación de ese cuadro social
—Es así. Porque un problema demasiado recurrente en la Argentina es no atacar las causas de los problemas, sino e ir remediando sus consecuencias. Cuando se miran las estadísticas de la pobreza que se tenía en la recuperación de la democracia y las que se tienen hoy, y cómo se fueron inflando y multiplicando los programas sociales, no hay explicación posible. Salvo reconocer que el problema de la pobreza no es un problema que se resuelva depositando una cuota todos los meses. En algún momento hay que empezar a entender que la pobreza tiene otros causales.
—¿La educación, por ejemplo?
—A eso iba. No hemos logrado ofrecerles a los chicos y a los jóvenes un sistema educativo que permita romper ese círculo vicioso de que, en una familia pobre, el hijo siempre será pobre. Los jóvenes que pertenecen a los estratos sociales más pobres tienen más cada vez más dificultades para alcanzar el sueño del ascenso social. Hay que convencerse que la educación, o el sistema impositivo, son la clave para cambiar ese sistema de pobreza. No es solo depositar la asignación. Y cuidado, porque algunos pueden pensar “Estás diciendo que hay que quitarles la asignación”. No. De ninguna manera creo que eso. Pero algunos deben pensar, salir un poco de la coyuntura y discutir cuál es el país que queremos. A veces parece que los que sostenemos cuestiones que tienen que ver con la institucionalidad, la transparencia, hablamos de cosas abstractas. Pero no hay posibilidades de que lleguen inversiones, se genere empleo y se afronte el tema de la pobreza, si no recomponemos el funcionamiento del sistema institucional.
—¿Usted pensaba que Cristina Kirchner sería candidata?
—Creía que no lo iba a ser.
—¿Y Massa lo creía?
—También pensaba que no lo iba a ser.
—Cuando se confirmó su candidatura, ¿Qué pensó?
—Debo ser sincera. Son cuestiones en las que pienso mucho. Trato de no enojarme con la sociedad en esta búsqueda que hago de los por qué de ciertas razones, pero he luchado mucho defendiendo determinadas causas, para que después la señora de Kirchner no solo se presente y sea candidata, sino que, al final, demuestre, por el resultado que obtuvo, que no estaba tan equivocada. Y me pregunto: ¿Qué cosas que nos pasan como sociedad para que una señora que todos sabemos que en algún momento terminará presa pueda ser candidata, así como si nada? Si no reconstruimos nuestras bases morales, éticas, es imposible resolver el problema de la pobreza.
—¿Entonces Cristina Kirchner entendió mejor a aquel obrero de don Nicola?
—Lo hizo. Por eso el día del cierre de la campaña dije: “No estamos viendo claro algunas cosas”. Tenemos que llenar la grieta con derechos, con respuestas, con empleo, con educación. Pero lamentablemente, la realidad está lejos de eso.
Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.