POLICIA
El caso Barreda lo anim

Carlos Robledo Puch, el tristemente célebre "Angel de la Muerte", también quiere irse a su casa

Lleva 36 años preso y tiene 56 años. Con 11 crímenes, es el máximo homicida de la historia criminal argentina. Dice que su pena ya está cumplida.

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El múltiple homicida Carlos Eduardo Robledo Puch Habendak, conocido como el "Angel de la Muerte" que asesinó a 11 personas, reclamó el beneficio del arresto domiciliario, como el concedido días atrás por la Justicia al cuádruple asesino Ricardo Barreda, se supo ayer. El requerimiento, basado en el precepto de igualdad ante la ley, fue presentado por el propio Robledo Puch en una carta remitida al Gabinete de Admisión y Seguimiento (GAYS) del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).

Robledo Puch, conocido como el "Angel de la Muerte", es hasta el día de hoy el máximo homicida de la historia argentina por 11 crímenes cometidos en 1972, cuando tenía sólo 20 años, y por los que fue condenado en 1980 a reclusión perpetua.
En un comunicado enviado al SPB, Robledo Puch consignó que por un recálculo de la condena en julio de 2000 quedó habilitado para acceder a la libertad condicional y en febrero de 2002 se vencieron los términos de la sentencia.

La decisión judicial de otorgar el arresto domiciliario a Barreda, el odontólogo que en 1992 asesinó a su esposa, sus dos hijas y su suegra, motivó el pedido de ese mismo beneficio por parte de Robledo Puch,
quien se encuentra alojado en el pabellón 10 del penal de máxima seguridad de Sierra Chica, destinado a homosexuales pasivos.

Robledo Puch, hoy de 56 años, fue detenido en febrero de 1972 cuando tenía 20 años y sentenciado a reclusión perpetua por 10 homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, 17 robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto y dos raptos, además de dos hurtos y actualmente purga su sentencia en la Unidad 2, de Sierra Chica.
"Esto fue un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos", fueron las últimas palabras de Robledo Puch ante los jueces de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro, cuando lo condenaron en 1980 a reclusión perpetua.

A diferencia de Barreda, quien certifica buena conducta intramuros, Robledo Puch, quien se hizo evangelismo, registra una evasión de la cárcel -la Unidad 9- y una constatada inestabilidad psicológica, requisitos indispensables para que la Cámara que lo condenó acceda a otorgarle esta prerrogativa, pese a que sus plazos de condena ya se han cumplido.
Solicitudes similares a las que ahora presentó el condenado ya le fueron rechazadas en 1987 y en 1994.

Pero luego, ante un nuevo pedido de cálculo de condena, se le consideraron cumplidos los 25 años, el 12 de julio de 1995, con lo cual en julio de 2000 estaba habilitado para pedir la libertad condicional, aunque en esa fecha no estaba interesado en hacerlo, aparentemente porque estaba enamorado de otro preso.

En 2001, el apodado "Chacal" o "Angel de la Muerte", comenzó a sufrir frecuentes brotes psicóticos, en uno de los cuales quemó el taller de carpintería del penal de Sierra Chica, donde trabajaba tras señalar que se creía Batman.
Por eso, fue trasladado transitoriamente a la Unidad Penitenciaria 34 de Melchor Romero, especializada en el tratamiento de reclusos con alteraciones mentales donde profesionales del Servicio Penitenciario determinaron que tiene "una estructuración psicopática de la personalidad, con rasgos de perversión y cierta ideación delirante, y que no reconoce culpa", y observaron "cierto grado de agresividad contenida", motivos por los que desaconsejaron su libertad.

No obstante, su requerimiento será analizado, confiaron fuentes carcelarias que se abstuvieron de anticipar una opinión.
Hijo de una familia de sólida posición económica -madre de origen alemán y padre técnico de la General Motors- mantuvo en vilo a la sociedad en la década del '70 con la comisión de varios crímenes y robos, todos perpetrados en el norte del conurbano bonaerense, zona donde vivía con su familia.

En su carrera delictiva tuvo dos cómplices: uno de los cuales (Jorge Ibáñez) murió en extrañas circunstancias en un accidente de auto y al otro -Héctor Somoza- lo mató y con total frialdad le desfiguró la cara con un soplete. Fue cuando ambos cometían un asalto a un ferretería de la localidad de Carupá y su cómplice lo abrazó desde atrás en un gesto amistoso.
Ese hecho selló la carrera delictiva de aquel joven de pelo rojizo ensortijado y cara aniñada, porque olvidó su cédula en el bolsillo de su compañero, lo que llevó a la Policía a detenerlo.

Fuente: DYN