“No me está gustando ni cinco... ese misterio y ese visaje... Y eso como ubicándolo a uno”. Esa noche, la del último 4 de junio, Jhon Naged estaba inquieto. Desconfiaba de la abogada que representaba a él y a su padre, Rodrigo Alexander Naged Ramírez, en una causa por narcotráfico. Las sospechas del joven nacido en Colombia tenían asidero: horas más tarde, ambos hombres serían asesinados en el departamento que alquilaban en el barrio de Belgrano. El sicario que los mató llegó al edificio de la avenida Cabildo al 2600 junto a la letrada.
Durante todo ese día, Julieta Bonanno, una abogada con pocos años en la profesión pero con muy mala fama en el Departamento Judicial de Morón, fue objeto del resquemor de Naged y su novia, D.R. Creían que la mujer podría “entregarlos para que los elevaran”.
Sus sensaciones y sentimientos acerca de la penalista quedaron plasmadas en un chat de WhatsApp que la División Investigación de Delitos Violentos de la Policía Federal Argentina recuperó por pedido del juez federal de Campana Adrián González Charvay, al frente de Bobinas Blancas, el caso de tráfico de cocaína trasnacional por el que fue detenido Naged Ramírez e imputado su hijo.
La conversación fue incorporada al expediente como otra de las pruebas contra Bonanno, quien aseguró que había asistido al edificio donde residían sus clientes para llevarles dinero de la renta, algo que no refleja el chat de la pareja.
En cambio, da cuenta de una reunión fallida que Bonanno y sus clientes habían pautado, anterior al encuentro en el departamento.
—DR: Uy no, cielo. Qué señora tan irrespetuosa. Qué falta de seriedad. Curso de paciencia te tocó hacer con esa.
—Jhon Naged: No sé. No me está gustando ni cinco.
—DR: Descarada.
—JN: No me gusta.
Naged le envía a su pareja una imagen de un chat con Bonanno del día anterior para mostrar el porqué de sus sospechas. “Estoy abajo. ¿Dónde están?”, pregunta la abogada. “Carro negro”, responde el joven. “¿En qué parte están ustedes?”, insiste la defensora.
—JN: Parece como entregándolo a uno, porque es muy raro.
—DR: Ella va a decir que no los vio, se le descargó el teléfono y se fue. Pura mentira.
—JN: Me tiene mameluco, parece que esa vieja nos estuviera entregando para que nos elevaran. Porque eso era, pregunté y pregunté y tal cual como si fuera para elevarnos.
—DR: Intranquilidad con eso. Tratá de descansar y cuídense mucho.
—JN: No me gusta porque ella es la que se prestaría para ese tipo de cosas.
—DR: Lo peor es tener que necesitarla. Qué duda si está haciendo algo por solucionar las cosas y si está trabajando su caso.
—JN: Eso es lo de menos. Que no esté confabulando quién sabe con quién. Es una tránsfuga. Es capaz de hacer muchas cosas malas solo por ella quedar bien. No confío en ella.
—DR: No, cielo, no hay razón para confiar.
—JN: Me da como miedito y ojalá no sea lo que yo pienso. Como que siento que ella está buscándonos el lado flaco. Como con ganas de arrancarnos o poniéndonos para que nos arranquen.
—DR: ¿Pero con qué motivo?
JN: Motivos, muchos.
Giros de dinero. En el esclarecimiento del doble crimen también trabaja la División de Drogas Peligrosas de la PFA, debido a que González Charvay cree que tiene relación directa con la maniobra de tráfico que fue desarticulada cuando la fuerza que lidera Néstor Roncaglia incautó casi dos toneladas de cocaína ocultas en bobinas de acero, con destino a Canadá. Con el avance de la investigación, toma fuerza la hipótesis del ajuste narco.
Según esta línea, los jefes de un cartel mexicano –le apuntan al de Sinaloa– habrían ordenado la ejecución de Naged Ramírez y su hijo luego de perder el cargamento y la ruta de salida hacia el país del Norte. En ese sentido, analizan transferencias de dinero que tres mexicanos realizaron a Bonanno en junio, julio y agosto de 2017. El informe de la DEA detalla también que Bonanno viajó a México en septiembre de 2017 y a Punta Cana –vía Uruguay– en mayo de este año.
La causa también se detiene en la figura de “la Tía”, un personaje “de peso” que menciona Naged en una carta y quien habría tenido conversaciones con Bonanno, quien viajó a México en septiembre de 2017.
Pidió el sello de abogada. Julieta Estefanía Bonanno, la abogada detenida por el doble crimen de Belgrano, se encuentra alojada en el Complejo Penitenciario Federal Nº IV de Ezeiza, una de las cárceles mejor acondicionadas del país.
Sin embargo, la penalista –que se jactaba en los pasillos de los tribunales de Morón de sus vínculos con capos narcos mexicanos– no está del todo cómoda.
Esta semana, el juzgado de González Charvay solicitó a la dirección del penal que “arbitre los medios necesarios a los efectos de asegurar su integridad física y psíquica”.
Al parecer, Bonanno se quejó de los problemas de convivencia que tiene con sus compañeras de encierro, quienes habrían amenazado con lastimarla.
La abogada pidió, en ese sentido, que las internas sean trasladadas a otro pabellón. Además, sugirió que el Pabellón 10 del Complejo dependiente del Servicio Penitenciario Federal (SPF) se destinara al “alojamiento de resguardo para personal de la fuerza y asimilados”. No fue todo: también reclamó que le devolvieran su sello de abogada.