POLICIA
TESTIMONIO exclusivo

Habla ‘Gabriel’, la víctima del cura Grassi: “El sigue libre, y yo estoy preso en la vida”

Es la primera vez que cuenta su calvario desde que comenzó el proceso contra el sacerdote, hace más de diez años.

Acorralado. Gabriel fue uno de los tres denunciantes que entrevistó Telenoche Investiga en 2002. Diez años después, Grassi reza por su libertad.
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Pasaron 11 años desde que se atrevió a denunciar al cura Julio César Grassi. Desde entonces, “Gabriel” crece a la sombra del hombre condenado a 15 años de prisión por abuso sexual agravado y corrupción de menores.

Hoy, tiene 30 años y vive de changas, en el rubro de la construcción, porque no consigue un trabajo fijo, aunque finalizó un curso de computación para poder avanzar. El miércoles, un llamado a su celular lo alertó sobre la decisión de la Corte Suprema de Justicia bonaerense que, al igual que la Cámara de Casación, confirmó la sentencia condenatoria del Tribunal Oral Nº1 de Morón del 10 de junio de 2009. Sin embargo, el sacerdote continúa en libertad. Y Gabriel –la víctima– lo sufre. En una carta que envió a PERFIL les implora a los jueces que detengan al cura y relata su padecimiento.

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El joven, que recibió con alegría el nuevo fallo, no puede entender por qué Grassi no es trasladado a una prisión. Temeroso, aún no se anima a enfrentar un grabador o una cámara de fotos, pero desea transmitir su dolor ante la nueva demora en la detención.

“Me costó mucho poder ponerle palabras al horror. Sufrí y sigo sufriendo por lo que me hizo el cura Grassi en el lugar en que creí y sentí que iba a recibir amparo”, dice sobre los abusos que fueron acreditados en el juicio. Y se lamenta: “Fue una liberación poder decirlo. Pero nunca imaginé, más de diez años después,  todo lo que se me vino encima y que aún no logro procesar. En la calle, desde la televisión y en donde estuviera me llegaban los mensajes y hasta una bala. Me dijeron que no podía llegar vivo al juicio”. Gabriel se refiere a un mensaje amenazante que recibió en 2003.

Hizo la denuncia en Morón, pero no prosperó y quedó en la nada.

Los jóvenes conocidos como “Ezequiel” y “Luis”, también acusaron al cura, pero los jueces Luis Andueza, Mario Gómez y Jorge Carrera entendieron que las pruebas no eran suficientes. Y Gabriel quedó en soledad. Soportó el duro proceso para demostrar los abusos, primero, y los embates en su contra, después. “Concurrí a todas las citaciones y me sometí a pericias. Grassi se negaba a todo. Me trataba de mentiroso y de delincuente, repetía mi nombre y distribuía mi imagen. Llegó el juicio oral. Una vez más, ante su mirada amenazante, sostuve mi verdad.

Escuchar la condena me reparó una parte de tanto daño. Pero cuatro años después, Grassi sigue libre. Y yo, preso en la vida sin poder recomenzar, por esta situación que nunca termina. Escuchando incluso esta última semana en televisión cómo la persona más allegada a Grassi disfrutaba y se ensañaba repitiendo una y otra vez mi nombre –lo único que tengo–, insultándome y humillándome”, manifiesta en la misiva.

“No es un hecho aislado. –continúa– Es la forma que Grassi eligió para defenderse. Denigrando a quienes pudimos contar la verdad. La verdad que él también sabe. Y que fue comprobada en todas las instancias judiciales.” Y decepcionado escribe: “Escucho que todos somos iguales ante la ley. Y que el Papa condena a los curas abusadores”. Semanas atrás, Gabriel le envió una carta a la máxima autoridad de la Iglesia Católica, pero Francisco aún no le respondió. “Quiero seguir creyendo en algo.

No pido mucho. Sólo un poco de respeto y algo de paz. Justicia”, ruega y concluye: “Desde 2002 sólo hablé ante la Justicia. Hoy elijo esta forma para que los jueces y los involucrados, por lo menos, consideren mi sufrimiento que nunca termina ante la impunidad de quien intentó e intenta, cada día, destrozar mi vida”.

 

Próximo destino: Alvear, Olmos o Ituzaingó

General Alvear, Ituzaingó y Olmos son las tres principales unidades carcelarias que están en condiciones de alojar a Julio César Grassi, si es que finalmente el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 de Morón ordena esta semana su detención. 

Según las fuentes consultadas, el destino del fundador de Felices los Niños dependerá de la disponibilidad que tenga el penal al momento de solicitar “cupo de admisión”. De las tres cárceles que se manejan extraoficialmente, la Unidad Nº 30 de General Alvear y la Unidad Nº 1 de Olmos (en las afueras de La Plata) son las que cuentan con mayores posibilidades.   

El de Alvear es un penal de régimen cerrado que fue inaugurado en el año 2000. Allí se encuentra Jorge Antonio Torres, el testigo de Jehová que fue detenido en la localidad bonaerense de Tapalqué, acusado de secuestrar a una joven de 18 años a la que presuntamente sometió sexualmente y obligó a realizar prácticas aberrantes.

Olmos es una de las cárceles más antiguas y pobladas del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). En caso de ser enviado allí es probable que duerma en el pabellón de los católicos.  

El penal de Ituzaingó aparece en la nómina por una cuestión territorial, debido a que se trata de la unidad más cercana al domicilio declarado por Grassi.

Apenas ingrese en el régimen carcelario, el cura será evaluado por el Grupo de Admisión y Seguimiento (GAYS) del SPB, que lo entrevistará  y resolverá qué pabellón es el más adecuado para su tratamiento. Mientras eso suceda permanecerá en un Pabellón de Admisión.

 

Horas decisivas

Mañana, a las 13, el Tribunal Oral Nº1 de Morón recibirá a todas las partes del caso Grassi en una audiencia pública. El viernes, los fiscales Alejandro Varela y Carolina Rodríguez pidieron la inmediata detención del cura que permanece en libertad, pese a que la Corte Suprema confirmó la condena.

En tanto, uno de los abogados del cura, Carlos Irisarri, anunció que presentará un recurso extraordinario para que la Corte Suprema de Justicia revise el fallo.

El abogado Juan Pablo Gallego espera que Grassi sea detenido en la audiencia. “Tras 11 años de una batalla desigual, nuestra expectativa es la de siempre: justicia por y para las víctimas. Sin más dilaciones ni artilugios que abochornan el servicio de justicia”, expresó el abogado. Gallego cree que “el cumplimiento de la pena en una cárcel restablecerá la legalidad y otorgará paz a quienes padecieron sus ataques depravados”.