La repentina muerte de Rolando Aquino (35), un comerciante domiciliado en la ciudad mendocina de Guaymallén, abrió una investigación judicial que destapó una historia tan inesperada como macabra. El hombre falleció el miércoles 9 de febrero pasado en la clínica Santa María de Mendoza después de agonizar dos días, y la principal sospecha es que fue envenenado con líquido anticongelante para autos. Karen Oviedo (31), su esposa, terminó detenida por el homicidio. Ahora, casi un mes después, la Justicia halló distintos indicios que permitirían pensar que la supuesta “envenenadora” también habría asesinado al hijo de 9 años de su pareja.
Oviedo está presa desde el 16 de febrero por el delito de “homicidio agravado por el vínculo”, pero este viernes 4 de marzo la fiscal penal Claudia Ríos le sumó una nueva imputación: el “homicidio agravado por procedimiento insidioso” de Elías Aquino (9). El nene murió en julio de 2017 cuando fue a pasar las vacaciones de invierno a la casa de su papá, que ya estaba en pareja con Oviedo. “Era un niño sano, muy activo, pero se descompensó de repente, entró en coma y no volvió a despertar”, recordó la mamá de Elías.
En aquel momento nada hizo pensar acerca de una muerte violenta. Al contrario: la hipótesis inicial planteaba que el chico había fallecido por una falla multiorgánica. De hecho, eso es lo que figura en el acta de defunción. La fiscal del caso no pasó por alto ese dato. “¿Y si a Elías también lo habían envenenado?”, se preguntó.
“Luego de haber escuchado a la madre del menor, advertí situaciones que me llamaron la atención. Por eso formé una causa en averiguación sobre la muerte”, explicó a la prensa Ríos. La funcionaria aseguró que la mamá de Elías le había contado que Karen Oviedo le había dicho en su momento que “no sabía qué había ocurrido” con su hijo y “que estaba internado en coma”. “Fue al hospital desesperada y lo que no comprendían los médicos era que, cómo de ser un niño sano ahora no despertaba”, recordó.
Además, destacó una charla que ambas mujeres tuvieron después de la muerte de Elías. Karen le habría insistido varias veces con la idea de cremar el cuerpo del niño. “Decía que ‘era lo mejor’ y que hasta se podían ir turnando la urna”, apuntó la fiscal.
Para despejar las dudas, Ríos envió un oficio urgente a Mercado Libre para que le informaran acerca de las compras que Oviedo había realizado para la fecha en la que el nene había fallecido. La sorpresa fue grande: el 2 de julio de 2017 la mujer acusada por el homicidio de Rolando compró etilenglicol, la misma sustancia que contiene el refrigerante de autos con el que habría matado a su pareja en febrero pasado.
En el caso de su esposo, la mujer realizó una operatoria similar: el 28 de enero y el 3 de febrero de 2022, según pudieron constatar los investigadores, compró dos botellas de medio litro en la misma plataforma. Oviedo diluía el líquido refrigerante en jugo de naranja para que su marido no se diera cuenta de lo que estaba tomando.
La acusada acompañó a su marido en su internación en la Clínica Santa María de la ciudad de Mendoza, donde finalmente falleció, el 9 de febrero pasado, después de haber ingresado en grave estado dos días antes. Allí contó que le había dado de tomar a su marido ácido kójico, un producto que se usa para aclarar la piel y tratar distintas afecciones.
Los investigadores reconocieron que la explicación de la mujer nunca les cerró. A eso, además, se le sumó una serie de contradicciones en sus declaraciones que fueron alimentando las dudas sobre la verdadera causa que le había provocado la muerte a su marido, con quien se había casado en noviembre del año pasado.
Una prueba clave surgió del análisis del teléfono celular de la acusada y las consultas que semanas antes de la muerte de Aquino realizó la mujer en Google. Se interesó primero por saber “cuál era el veneno más letal”, luego buscó datos sobre el “etilenglicol” y también sobre cómo podía hacer para eliminar el historial de navegación de su dispositivo electrónico.
En la línea de tiempo que trazaron los pesquisas, figura primero la consulta en internet sobre el veneno, luego las compras del líquido refrigerante en Mercado Libre y finalmente la muerte de Aquino.
Otro indicio –no menor– fue el aportado por los distintos testigos que declararon desde que se inició la investigación. La mujer que realizaba trabajos de limpieza en la casa de la víctima recordó que últimamente la víctima se quejaba de lo que le daba de tomar su mujer. “Siempre me da cosas que me hacen mal”, le habría dicho en una oportunidad.
Muy distinta es la opinión del ex marido de la acusada. En una entrevista con el medio mendocino MDZ, Raúl Ojeda reconoció estar sorprendido por la acusación que pesa sobre su ex pareja.
“Creo que debe haber estado pasando una muy mala situación. En una oportunidad me dijo que estaba cansada de la relación, que no era lo que ella quería. Uniendo algunos cabos sueltos, pienso que tal vez se cansó y lo mató”, reconoció.
“Conmigo mantuvo siempre una relación muy cariñosa y nunca fue violenta”, recordó Ojeda, con quien Karen Oviedo se casó en el año 2013 y tuvo una hija que hoy tiene 9 años.
Pesticida y cianuro
La crónica policial registra varios antecedentes de casos de envenamiento. Uno de los más recientes ocurrió el año pasado en la ciudad pampeana de Toay, y por suerte la víctima logró sobrevivir.
Gabriel Páez Albornoz, oficial de la policía de La Pampa, de 37 años, bebió un licuado de banana que supuestamente le preparó su esposa, Yanina Coronel (31). Enseguida comenzó a sentirse mal y fue trasladado a un hospital cercano.
En la licuadora los investigadores hallaron restos de un pesticida y ordenaron la detención de la mujer, quien alegó que era víctima de violencia de género.
En marzo de 2018, Emilio Alé (46) también fue envenenado con pesticida por su mujer en la Unidad Penitenciaria Nº 23 de Florencio Varela, donde se encontraba detenido. Le ofreció un mate y automáticamente se desvaneció.
Pero sin duda el caso más emblemático es el de Yiya Murano, que en el año 1979 asesinó a Carmen del Giorgio Venturini, su prima, y sus amigas Nilda Gamba y Lelia Formisano, colocando cianuro en las masitas para el té.