Mi Sangre –un alias que no reconoce– permaneció sentado durante las dos jornadas maratónicas que tomó su juicio de extradición a Estados Unidos. Se mantuvo siempre sereno, sin sobresaltos. Pero detrás del vidrio blindado que separa la sala de juicio del público, la presencia de Henry de Jesús López Londoño generaba inquietud. Un portazo inoportuno o la demora del juez Sebastián Ramos eran suficientes para que los hombres de seguridad que los custodiaban se mantuvieran alertas. Pero ningún grupo comando secuestró al magistrado ni intentó “rescatar” al colombiano que, tras la resolución de Ramos, regresó al penal de Ezeiza en espera del próximo paso: la apelación en la Corte Suprema.
—¿Cómo vivió el juicio?
—Bien, con mucha paz. Con fortaleza espiritual. Estoy completamente convencido de mi defensa. En algún momento voy a encontrar quien abra la puerta y entienda en el derecho mis razones.
—Se afirma que es gran capo narco, ¿es un mito?
—La realidad jurídica de mi caso no arroja más que absoluciones de inocencia en once años de persecución política. Están las declaraciones de los mismos policías reconociendo que todo es falso. Pero hay dos mundos: uno mediático y otro procesal, diametralmente opuestos. En el ámbito mediático encontrás cientos de acusaciones en mi contra hechas por la policía colombiana, pero en los expedientes no hay un solo soporte jurídico que justifique esas acusaciones mediáticas.
—¿Por qué cree que lo persiguen?
—En 2008 vine a la Argentina y denuncié esta persecución. Lo que sucede es que yo tengo conocimiento del accionar ilegal de altos funcionarios de la policía.
—¿Estos secretos tienen que ver con las tareas de inteligencia que hizo como informante de la policía?
—En parte sí. En los años 1993, 1992, estuve trabajando como civil para la policía colombiana, suministrando información en la guerra contra Pablo Escobar. Ahí conocí a oficiales de la policía empezando su carrera y secretos de ellos de un accionar ilegal. Ellos fueron ascendiendo y sienten que se ponen en riesgo si yo declaro.
—¿Estos secretos ya los denunció?
—Todavía no hablé. En esa carrera de ascenso, los oficiales llegaron a ser directores de la policía colombiana. En Colombia, tienen más poder que el presidente.
—¿Por qué no quiere ir a Estados Unidos? ¿Teme por su vida?
—El temor no es más que saber que la DEA fue solidaria con la policía colombiana en esa persecución. ¿Qué me puede esperar en Estados Unidos?
—El nuevo gobierno argentino profundizó los lazos con la DEA, ¿qué piensa?
—Está bien. Eso hace parte de las garantías y la seguridad de los ciudadanos. En mi caso preocupa porque pueden hacer tomar decisiones que vayan en contra de mis intereses en el derecho.
—¿Cree que Argentina tiene posibilidades de frenar el narcotráfico con las nuevas políticas implementadas?
—No. Lo digo con muchísima tristeza. Yo me gasté gran parte de mi vida en la lucha contra el narcotráfico por vocación y convicción. El círculo vicioso en el que nos tienen sumergidos y condenados, so pretexto de la lucha contra el narcotráfico, es asqueroso, es imposible que esta perversidad del narcotráfico se frene. Treinta años atrás, Colombia era el mayor productor y exportador de cocaína. Hoy lo sigue siendo y no sólo eso, sino que creció 40%. Eso lo dice todo. Esta guerra contra el narcotráfico la perdieron. La perdimos. Como la están haciendo, eso no es el camino.
—En Argentina hay causas que prueban el accionar de carteles colombianos. ¿Esto es irreversible?
—No es sólo en Argentina. Pasa en el mundo. Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá, Holanda, España, Marruecos están igual. Hay una realidad que superó las políticas de lucha contra el narcotráfico.
—¿Cómo se puede controlar? ¿Qué sugiere?
—Decir que hay una manera sería irresponsable, pero creo que hay muchas cosas por hacer. Los Estados tienen que aprender a competir con el narcotráfico, no a combatir solamente. El narcotráfico entra en cada estrato de la sociedad porque hay vacíos estatales. Si se entendiera que es un problema de salud pública y no solamente de criminalidad, tendríamos mejores resultados en la reducción del consumo. El negocio que hay de la lucha contra el narcotráfico deja más utilidad que el narcotráfico. Ese es el círculo vicioso en el que nos tienen condenados.
—¿Por qué no ir a EE.UU. a probar su inocencia?
—Es difícil, por cómo Estados Unidos lleva sus procesos, probarlo. Estoy cumpliendo los pasos que tengo que cumplir, estoy dando mi batalla en derecho, como hay que hacerlo. Si evito mi injusta extradición, lo haré.
—Si no es el criminal que dicen que es, ¿quién es?
—Un ciudadano común y corriente, que estuvo en el lugar equivocado con la gente equivocada. Si no hubiese presenciado lo que presencié, hoy sería un anónimo más entre millones de colombianos.
“Argentina me regaló momentos muy lindos en familia”
Henry de Jesús López Londoño fue representado por la abogada Jackeline Arias Malatesta en el juicio de extradición, un tema ligado a su pedido de refugio, por el que lo asiste Gabriela Ricagno. El fiscal Diego Iglesias mencionó que, una vez que termine su proceso en EE.UU., es probable que vuelva a Argentina para enfrentar otro proceso judicial.
—¿Sabe de qué se trata?
—Es una investigación por lavado de activos que lleva el propio juez Ramos en mi contra. No es real.
—Hasta el momento de su captura, residía en uno de los barrios más costosos y se desconocía su actividad comercial.
—Pagar arriendo no hace rico a nadie. Yo no tengo propiedades ni cuentas a mi nombre.
—Su familia sigue en Argentina, ¿están custodiados?
—No. Es de los temas más difíciles. No se imagina lo que tuve que vivir con esa exposición mediática irresponsable de (Sergio) Berni, presentándome como el gran capo del narcotráfico en el mundo, y mi esposa y mis hijos solos en la calle, expuestos a los secuestros.
—¿Su familia seguirá viviendo en Argentina si es extraditado?
—Sí. Fue una decisión tomada en 2007 con mi esposa. Mis hijos aman este país. Es el espacio que Dios por alguna razón me ofreció. Argentina me regaló momentos muy lindos en familia.