Los resultados que se conocerán hoy a la noche no van a deparar grandes sorpresas para los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Lo mismo sucederá en Santa Fe y luego en Córdoba (como también sucedió la semana pasada en Tierra del Fuego): el candidato oficialista es reelecto, o electo uno del mismo partido. Pero sería un error concluir que si en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba no ganan sus candidatos, esto representa un problema para Cristina Kirchner. Sería todo lo contrario, porque el “efecto continuidad” la incluye a ella como principal protagonista. Muchos, y en algunos casos la mayoría, de quienes votan por Macri, por el Socialismo santafesino o por De la Sota (hoy peronista no kirchnerista) votarán por la Presidenta para que sea reelecta.
A cien días –104 para ser precisos– de las elecciones nacionales, el ya preanunciado resultado de las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires más las últimas encuestas en los otros distritos y a nivel nacional permiten sacar conclusiones sobre qué país surgirá de las urnas el 23 de octubre próximo.
1) Que el crecimiento de la economía es el factor electoral más determinante. La sensación de bienestar produce que la mayoría de los votantes quiera que nada cambie desplazando ese beneplácito –salvo excepciones– a todos sus gobernantes, sean nacionales o locales. Algo así como “que se queden todos”.
En las elecciones de 2009, cuando el crecimiento económico tuvo el bajón de la crisis financiera internacional, la tendencia general fue que los oficialismos perdieran o sacaran menos votos que en las elecciones de 2007.
Esto no sólo le pasó a Néstor Kirchner, que perdió en la provincia de Buenos Aires con De Narváez, sino simultáneamente al partido de Macri, que pasó de 46% de los votos en 2007 a sólo 31% en 2009. El PRO, además de perder una tercera parte de los votos obtenidos dos años antes, terminó teniendo un ajustadísimo triunfo de apenas 7% sobre Proyecto Sur, de Pino Solanas. Y también le pasó al Socialismo que, tras el triunfo de Hermes Binner en 2007, perdió en 2009 ante el Peronismo Federal de Carlos Reutemann.
Ahora, todo es al revés para los oficialismos y en 2011 tanto el PRO como el Socialismo en Santa Fe o el Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires, con Scioli compitiendo directamente contra De Narváez, sacarán muchos más votos que en 2009. Ganarán aquellos oficialismos locales que fueron derrotados hace dos años o aumentarán la cantidad de votos aquellos que habían ganado por poco.
Otros ejemplos de oficialismos elevados por la marea del bienestar económico son el del peronismo no K de De la Sota/Schiaretti, que en 2007 apenas le ganó raspando a Juez con acusaciones de fraude y hoy lo aventaja por una diferencia indiscutible.
Ni que hablar de Misiones, donde recientemente el gobernador Maurice Closs, adherente al kirchnerismo pero de origen radical, fue reelecto con el 75% de los votos, más del doble de los que obtuvo cuando fue electo cuatro años atrás.
Una historia muy similar es la de Urtubey en Salta, que hace cuatro años compitió también contra el vice del gobernador saliente y le ganó. Pero en 2007 le había sacado apenas tres por ciento al segundo mientras que en las elecciones de hace dos meses ganó sacando diez veces más diferencia: 57% contra 25% de su competidor.
2) Que la corrupción no es una prioridad para los votantes argentinos en este ciclo de la vida política nacional. Si el caso Schoklender, con sus increíbles características –un matricida administrando las Madres de Plaza de Mayo al que le aparecen una Ferrari, aviones y propiedades supuestamente obtenidas con dineros públicos destinados a construir casas para personas que viven en la pobreza–, no afectó la intención de voto o la imagen de la Presidenta, casi no habría hecho que pudiera torcer el romance que ella hoy vive con la sociedad.
En escala mucho menor está el caso del Inadi, donde directamente uno de los involucrados es candidato en las listas de Filmus y tampoco afectó la evolución de la intención de voto del Frente para la Victoria en la Ciudad de Buenos Aires.
3) Que no ha surgido en la oposición un candidato a nivel nacional que polarice con la Presidenta, o que cada vez que emerge alguno termina siendo erosionado tras su momento de mayor esplendor. Que la intención de voto que hoy reflejan las encuestas para Alfonsín, Duhalde y hasta Rodríguez Saá son bastante comparables. Y aunque en un rango algo menor, también están dentro de magnitudes similares las intenciones de voto para Carrió y Binner. Si todos los opositores se ubicaran entre el 5% y el 15% en octubre, pasaría a retiro buena parte de los principales políticos argentinos de la oposición.
4) Que el kirchnerismo está transformando la matriz con la que llegó al poder. Entrega un poco menos del veinte por ciento de votantes peronistas clásicos, más conservadores y viejos, que se reparten entre Duhalde y Rodríguez Saá, para conquistar votos progresistas que en el pasado no estaban en su mayoría en el peronismo sino en el radicalismo, sus retoños y otros partidos.
Un ejemplo es la Ciudad de Buenos Aires: en 2007 Carrió fue la candidata más votada para presidente, con 38%. Y en las elecciones legislativas de 2009, Solanas obtuvo 24%. Mientras que en las elecciones presidenciales de octubre, Cristina Kirchner podría obtener en la Ciudad de Buenos Aires la misma cantidad de votos que Macri, lo que significa cuatro veces más que lo que el Frente para la Victoria obtuvo en la Capital en las elecciones de hace dos años.
Reforzaría la idea de que Cristina cede votos peronistas clásicos en la derecha (Duhalde, Rodríguez Saá e incluso Macri) y absorbe en mayor proporción votos progresistas, si en el sur de la Ciudad de Buenos Aires Macri hace mejor elección que en 2007 y peor en el norte.
5) Que el kirchnerismo no debería sentirse seguro aun ganando en octubre por más diferencia sobre el segundo que ningún otro presidente desde la llegada de la democracia. Hace sólo dos años perdió hasta en Santa Cruz. Las mareas son irresistibles, pero van y vienen. Cuando la economía cambie, tendrá que agarrarse fuerte.