La caída del capítulo 11 del Presupuesto 2026 en la madrugada del miércoles desarmó por completo el cronograma legislativo que el oficialismo había diseñado para cerrar el año. Lo que debía ser un cierre de fuerza —Presupuesto aprobado antes del 31 de diciembre y reforma laboral votada el 26— terminó en un llamado de atención para la mesa política de Javier Milei. Sin ese capítulo, que contenía la derogación de las leyes de Emergencia en Discapacidad y Financiamiento Universitario, el Presupuesto “no sirve”, tal como admitieron a PERFIL fuentes parlamentarias del oficialismo. Y sin Presupuesto consolidado, la reforma laboral se volvió un riesgo imposible de asumir.
El jueves por la tarde, con la Plaza de Mayo ocupada por la marcha de la CGT y los movimientos sociales, Patricia Bullrich confirmó el cambio de rumbo. La Modernización Laboral tiene dictamen, pero recién se debatirá el 10 de febrero, dentro del segundo llamado a sesiones extraordinarias. La jefa del bloque libertario lo sintetizó con una frase que explica el repliegue: “Ayer algunas cosas no se votaron… El corazón del programa económico es no violentar el superávit fiscal. Esas leyes tenían una incidencia tan grande que nos generaban déficit fiscal”. Asimismo, en diálogo con la prensa parlamentaria, trató de minimizar el golpe de la cámara baja: “Podríamos tratar ahora el proyecto, tenemos los votos, tenemos el dictamen. Lo que pasa es que fue increíble la cantidad de gente que quiere participar… Los mismos senadores quieren aportar, leer y dar más ideas”.

La derrota de Diputados había cambiado todo. El politólogo Pablo Salinas describió la escena con crudeza: “Las victorias exponen al vencedor y sus capacidades. Si no se saben leer los tiempos, pasa lo que pasó esta madrugada”. El Gobierno aprobó el Presupuesto, pero perdió un capítulo entero por una jugada técnica que salió mal: votar por capítulos confiado en tener los votos. La lectura final circuló en todos los bloques: el oficialismo llegó al recinto sin el poroteo cerrado. “Ser oficialismo y entrar al recinto sin tener hecho el poroteo es la peor idea”, advirtió Salinas, un diagnóstico que hasta varios aliados del oficialismo reconocieron.
El capítulo 11, el punto de quiebre
La secuencia de la madrugada dejó al descubierto un nivel de improvisación que tensó la relación del oficialismo con estos aliados. Cuando el capítulo 11 tambaleaba, el presidente de la Comisión de Presupuesto, Bertie Benegas Lynch, intentó sumar dos modificaciones de último minuto para salvarlo: una transferencia adicional de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires y un refuerzo de fondos para el Poder Judicial. El movimiento buscaba retener votos que empezaban a flaquear, pero la maniobra fracasó. El capítulo cayó igual y expuso una contradicción: en nombre del equilibrio fiscal, el Gobierno había defendido cada artículo, pero terminó ofreciendo más gasto para evitar la derrota.
El clima se tensó aún más horas después. Tras la aprobación del Presupuesto, Gabriel Bornoroni propuso los tres nombres de LLA para la Auditoría General de la Nación. Uno de ellos era un dirigente de La Cámpora. La señal de "pacto con el kirchnerismo" despertó la furia del PRO. Cristian Ritondo adelantó que judicializarán la designación. El acuerdo dejó en evidencia que el oficialismo buscó votos donde fuera, incluso al costo de tensionar con sus socios más firmes. Desde el análisis de Salinas, el episodio fue otra evidencia de un problema mayor: “¿De qué sirve destratar aliados a cielo abierto? Hacerlo sostenidamente es suicida”.
En paralelo, gobernadores que venían cooperando con la gestión expresaron su malestar por la inclusión de todos los artículos con impacto fiscal en un mismo capítulo. Varios habían recibido fondos o gestiones de último momento, pero igual se plantaron. En la Rosada admitieron a este medio errores de redacción y de tiempos. La derrota del capítulo 11 se convirtió en un punto de quiebre.
La respuesta del Gobierno y la mira en el Senado
Ante la consulta de PERFIL, en el Gobierno defendieron su balance de la sesión. “Consideramos que ha sido muy positiva dado que se consiguieron los dictámenes y se ganaron 19 de 20 votaciones en el recinto. Obtuvimos la sanción de dos leyes: Presupuesto e Inocencia Fiscal. El Presupuesto mantiene la regla de oro que permite asegurar el superávit fiscal; los mercados reaccionaron en concordancia. Valoramos muchísimo la media sanción”, señalaron.
Sobre el capítulo 11, reconocieron que “tal vez la forma de redacción no fue la adecuada o los tiempos no fueron los suficientes” y aseguraron que “se trabajará en modificaciones o nuevas leyes particulares para conseguir los mismos objetivos”. Además, anticiparon que, aunque la comisión de Presupuesto en el Senado dictaminó sin cambios, “los senadores podrían modificarlo en el recinto”. Por eso, la presidencia de la Cámara y el bloque de LLA ya se preparan “para eventualmente aprobar o no dichas modificaciones los días 29 y 30 del corriente mes”.
Presupuesto 2026 e Inocencia Fiscal: el Senado y Diputados seguirán el debate antes de fin de año
En cuanto al acuerdo por la AGN, respondieron a las críticas: “La Cámara cumplió con su deber tal cual venía siendo reclamado por miembros de la oposición, el periodismo y el público en general. El acuerdo refleja la composición política de la Cámara. Seguiremos trabajando con nuestros aliados más allá de discrepancias puntuales”.
Para intentar recuperar control, el oficialismo aceleró el trámite en la Cámara Alta. Este viernes, la Comisión de Presupuesto y Hacienda dictaminó el proyecto “tal como llegó” desde Diputados. La consigna que transmitieron fue clara: “El 26 se vota como está”. Eso implica que no habrá reincorporación del capítulo 11 y que el texto podría ser sancionado sin los artículos que buscaba derogar el Ejecutivo. Sin ese tramo, en el Gobierno no descartan un eventual veto, un escenario que agrega incertidumbre a una discusión que ya llegó desgastada.
El clima en el Senado es de cautela. Al malestar del PRO por la AGN se suman las dudas de senadores federales y el enojo de gobernadores que se sintieron expuestos por la conducción política del oficialismo. Bullrich defendía hasta el miércoles una estrategia de trámite exprés para la reforma laboral, pero la caída del capítulo 11 modificó todo. En la oposición lo leyeron igual: insistir en avanzar sin cerrar acuerdos podía derivar en otra derrota parlamentaria.
Bullrich lo reconoció en público: “Lo dejamos para poder tener un instrumento para sesionar el 10, pero este dictamen va a seguir vivo, para seguir modificándolo”. Desde la oposición, Mariano Recalde evaluó: “Es bueno que se prorrogue el debate y que se escuche. Quedaron muchas cosas sin tratar”.
El Senado dictaminó a favor del proyecto Inocencia Fiscal y se debatirá el 26 de diciembre
LLA cierra el año sin poder aprovechar su victoria electoral
El Gobierno imaginaba un diciembre ordenado: Presupuesto aprobado antes de Navidad, reforma laboral votada, un gesto de disciplina fiscal hacia los mercados y una señal política hacia los gobernadores. En cambio, concluye con una ley incompleta, la posibilidad de veto, la reforma laboral postergada y alianzas tensadas con sus socios clave.
La lectura de la semana fue unánime en el Congreso: sin política, sin acuerdos y sin los votos que creía tener asegurados, el oficialismo no pudo sostener las piezas centrales de su programa. Salinas lo sintetizó en una frase que se volvió un mantra entre legisladores de todos los bloques: “Entrar al recinto sin los votos para aprobar tus proyectos es irresponsable”. La decisión de trasladar la reforma laboral a febrero no fue una estrategia: fue la única salida para evitar un nuevo golpe. El Gobierno gana tiempo. Lo que está en duda es si ese tiempo alcanzará para recomponer alianzas, recuperar cohesión interna y garantizar mayorías que esta semana se revelaron mucho más frágiles de lo que suponía.
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