El 10 de diciembre de 1983 volvía la democracia a la Argentina con la asunción presidencial de Raúl Alfonsín, que ante una multitud que vivaba su nombre anunció el inicio de un período de “100 años de libertad, paz y democracia”, un sueño al que todos nos aferrábamos con la esperanza de que por primera vez fuera una realidad.
Pero poco tiempo después, en la Semana Santa de 1987, este ideal fue seriamente amenazado. En Córdoba, el mayor Ernesto Barreiro, acusado de torturas en el centro clandestino de detención “La Perla", se negó a comparecer ante la justicia y se declaró en rebeldía. En Buenos Aires, el coronel Aldo Rico se sumó a la rebelión y ocupó la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Pero lo que podría haber terminado como una mancha de sangre más en nuestra historia, fue un acontecimiento que afirmó para siempre nuestra democracia.
Hoy a 30 años es necesario reflexionar sobre estos hechos a la luz del paso del tiempo.
Hay que comprender el contexto histórico y las decisiones previas que empujaron este levantamiento. Desde su campaña Raúl Alfonsín se comprometió a anular el decreto de autoamnistía firmado por el gobierno militar, y cumplió su palabra. A solo tres días de asumir su presidencia y con un poder militar aún muy fuerte firmó los decretos de procesamiento de los ex comandantes de la juntas militares y de las cúpulas guerrilleras. También se reformó el Código de Justicia Militar incorporando la apelación a los Tribunales Federales y creó por decreto la Conadep, presidida por Ernesto Sabato e integrada por personalidades de la cultura, credos y organizaciones de los derechos humanos. En base a este informe se desarrollo el juicio a las juntas, un caso único en América latina y el mundo, en donde a muy poco años del fin de la dictadura se juzgó con jueces naturales a los principales responsables de los crímenes en condiciones extremadamente difíciles. En ese clima se fue incubando el levantamiento.
Hubo rebelión en Semana Santa porque hubo juicio y Castigo de los Máximos Reponsables de la Dictadura sangrienta, y hubo juicio y castigo a las Juntas Militares porque un gobierno histórico elegido libremente por la mayoría del pueblo tuvo la convicción moral que la democracia argentina solo sería duradera si se construía sobre la base de la verdad y la justicia.
Frente a estos acontecimientos el presidente tomo la iniciativa y movilizó al sistema político y a toda la sociedad en defensa de la democracia. Bajo su liderazgo dirigió a los mandos de las Fuerzas Armadas, todos los partidos firmaron el “Acta de Compromiso Democrático”, la Asamblea Legislativa repudió la actitud de los sublevados, la CGT llamó a la movilización, y miles de ciudadanos salieron a las calles y a las plazas. Alfonsin con su claridad y lucidez hizo ver la real dimensión del problema que debíamos resolver entre todos, el sistema estaba en jaque, y lo que estaba en juego era Democracia o Dictadura.
Cuando todo esto no parecía suficiente para garantizar la paz, en un enorme gesto que no fue claudicación, sino de liderazgo y firmeza, Alfónsin se dirigió personalmente a Campo de Mayo. Logró que los sublevados depusieron su actitud, resolvió el conflicto sin derramamiento de sangre y desde el balcón de Casa Rosada nos aseguró que la paz y la libertad estaban garantizadas.
A 30 años de esa Semana Santa podemos afirmar que la democracia volvió el 10 de diciembre de 1983, pero fue el 19 de abril de 1987 cuando se consolidó para siempre, cuando un pueblo expresó contundentemente Nunca Más a los intentos desestabilizadores de un régimen democrático. Desde ese momento hubo avances y retrocesos, hubo conquistas y ampliación de derechos, y pese a atravesar períodos de profundas crisis, las instituciones democráticas nunca volvieron a cuestionarse ni a ponerse en riesgo.
Eso fue posible porque hace 33 años el pueblo argentino eligió a un gobernante que supo estar a la altura de la demanda de los tiempos, un verdadero estadista y no un dirigente de mirada corta, y fundamentalmente, un líder que nos convocó a todos con sus palabras y con su propio ejemplo a consolidar el sueño colectivo de la democracia para siempre en Argentina.
(*) Senador Nacional por Formosa. Especial para Perfil.com.