Tras las lluvias, auguran que este fin de semana volverá el buen clima, aunque será con bajas temperaturas. El parte meteorológico parece casi una metáfora del ambiente que por estas horas transita la coalición de gobierno. Sucede que las explícitas diferencias entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta, Cristina Fernández, llegaron a un punto sin retorno, pero sin intenciones de ruptura, al menos en lo inmediato.
En ese proceso entra en juego el rol de los funcionarios y dirigentes “moderados” del peronismo albertista, algunos aliados y la figura del gobernador Axel Kicillof, obligado a gestionar en tándem con el Ejecutivo nacional, pero tensionado por su cercanía casi familiar con la vicepresidenta.
El pasado 24 se vio una explícita muestra de fuerza de CFK, a través de su brazo militante, La Cámpora, con el comando de Máximo Kirchner. Aseguran que fueron unos 70 mil camporistas que marcharon desde la ex ESMA hasta la Plaza de Mayo y ahí montaron un improvisado escenario para dejar testimonio. No estaban solos, participaron el gobernador Kicillof, parte de sus ministros, intendentes peronistas del Conurbano y el interior, además de legisladores de PJ.
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El mensaje fue el mismo: cuestionar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, marcar como adversario al ex jefe de Estado Mauricio Macri y volver sobre el slogan “es con la gente adentro, siempre”, como parafraseó MK.
A partir de allí, un impasse hasta que vuelvan a precisar un nuevo gesto, un nuevo mensaje. Según indican desde el entorno cristinista, la intención no es romper sino definir y dejar claro de qué lado está cada sector dentro del Frente de Todos. Por eso, se deduce, la presencia de figuras territoriales pero moderadas junto a Máximo. Es el caso del jefe de gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, junto a parte del equipo de la provincia y de intendentes de ese sector como Mariano Cascallares, de Almirante Brown. Y principalmente de Kicillof, quien se había mantenido hasta el momento alejado de la disputa por el acuerdo con el FMI, ya ratificado en la mesa chica del organismo financiero.
Si bien el gobernador siempre reivindicó la jefatura de CFK y mantuvo una posición crítica respecto a la deuda contraída por Macri, había conservado un delicado equilibrio en el complejo escenario. El 24, luego de visitar la Casa de las Madres de Plaza de Mayo, y de la mano de Hebe de Bonafini, el gobernador arengó: “Hoy hay que pensar para qué llegamos al gobierno en 2019: no es ni para permanecer, ni para no molestar. Es para darle de comer a la gente, para darle trabajo, para reactivar nuestras industrias, poner en marcha la producción y buscar la justicia social. Al que no le interesa pelearse con nadie, sepa que no lo necesitamos. Hay que dar todas las peleas”.
Desde La Plata descartaron a PERFIL que se trataba de una alusión directa al Presidente, y subrayaron que “el gobernador no está para ninguna interna”. También negaron alguna distancia o pelea con CFK y confirmaron que si bien no hubo esta semana una reunión presencial “se hablan seguido, como siempre”.
En tanto, desde el núcleo cercano de Alberto Fernández, intentan no acusar recibo de los mensajes del cristinismo y en estricta confianza advierten: “Lo mejor que nos puede pasar es no generar más quilombo”.
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Estas diferencias pueden leerse en las intenciones o maneras de encarar el año y meses que queda de mandato del Frente de Todos. Desde el cristinismo esgrimen la necesidad, aunque puertas adentro, de abandonar el discurso conciliador y ser más directo en la confrontación con Juntos por el Cambio, o con el PRO. Es un reclamo viejo que hasta fue incorporado en la carta de los intelectuales K, en su tramo más explícito.
Pero esta pretensión pierde fuerza en la troupe de Alberto Fernández, incluso en aquellos de historia y territorio peronista, como es el caso de los ministros Juan Zabaleta (Desarrollo Social), Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Jorge Ferraresi (Desarrollo Territorial y Hábitat). Los tres fueron intendentes y son consejeros seccionales en el PJ bonaerense, que conduce Máximo. Si bien no se pronuncian de manera crítica y bajan la temperatura a la interna, se reconocen del equipo del presidente y descartan sobreactuar una posición dura.
El pronóstico oficialista indica que este fin de semana, y luego del 'gancho' del FMI al acuerdo aprobado por ley, no habrá tormentas internas e incluso no se esperan rupturas inminentes. Pero es otoño, y tras el impasse, se espera que vuelvan las lluvias.
CA cp