“En Sedronar había corrupción plena”. Lo dijo Sandra Oyarzabal, testigo que ayer declaró en la audiencia del juicio oral de la causa por la gigantesca importación de efedrina a la Argentina para derivarla al narcotráfico. La mujer trabajó durante cinco meses en la Secretaría de Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico y además estuvo relacionada sentimentalmente con uno de los empresarios imputados en esta causa. Nerviosa y por momento entre llantos, habló frente al tribunal en lo que parece un nuevo avance en la investigación.
Alfredo Abraham, Alberto Salvador “Negro” López, Guillermo Manfredi y Josué Fuks (hoy prófugo de la justicia, en el exterior), son los empresarios procesados por haber presuntamente ingresado casi diez toneladas de efedrina al país entre 2007 y 2008. La efedrina se utiliza como precursor químico para producir, entre otras drogas sintéticas, metanfetaminas. Una vez en la Argentina, esa sustancia era vendida a “empresas fantasmas” y desviadas así al mercado negro. Para la Justicia, terminaba en manos de narcos mexicanos, que comenzaron a instalarse en el país en 2006 en busca de la efedrina, prohibida en su país.
De los acusados, el único que está actualmente detenido, y ayer estaba presente en la audiencia, es Manfredi. Al menos Abraham y Fuks compartieron una oficina en la calle Olga Cossettini, que la testigo solía visitar: “Tuve una relación sentimental con Abraham que terminó hace 2 años”, dijo ante el tribunal. Según ella, allí sólo funcionaba una agencia de publicidad.
Sin embargo, pareció admitir que había otros negocios cuando respondió, en un ataque de furia, sobre el papel del empresario prófugo: “Fuks era el que daba las órdenes, el que hacía las actividades comerciales, el cerebro de todo esto. Para mi ese Fuks es un hijo de puta. ¿Y dónde está ahora Fuks?”.
¿Cuál era el negocio real? La investigación apunta a desentrañar si estos empresarios operaban a través de droguerías como la empresa Drofasa, también conocida como Farmacéuticos Argentinos, para darle cobertura legal al ingreso de efedrina, destinada más tarde a la producción de drogas ilegales.
Era un negocio en ascenso a tal punto que la Sedronar, por entonces a cargo de José Granero, les autorizó la importación de 27.600 kilos de efedrina. Esa operación se terminó frustrando porque la Aduana detectó irregularidades en una de las firmas involucradas. Granero actualmente está siendo investigado en otra causa, por haber otorgado permisos de importación de esta sustancia de manera indiscriminada.
Oyarzabal declaró que trabajó en ese organismo, antes del 2005, asesorando a Granero: “Trabajé brevemente en la Sedronar, como asesora de Granero, durante 4 o 5 meses. Él era odontólogo y no sabía nada sobre temas relacionados con la droga. Renuncié porque había corrupción plena. Yo había ido como jefa de auditoría, pero yo presentaba los informes y veía que los cajoneaban. Entendía que derivaban el dinero a otras cosas”. No llegó allí de casualidad: fue la asistente personal de Granero, Susana Muzzio, quien la llamó en su momento para ofrecerle el trabajo.