Alberto Nisman apareció muerto el 18 de enero de 2015. A partir de entonces, en aquel verano turbulento, se dispararon desde distintos organismos del gobierno cientos de búsquedas en la red de Migraciones, que intentaban saber si había salido del país un grupo de personas que el kirchnerismo había colocado en la vereda de sus adversarios. Ahora, las veinte páginas con las pruebas del seguimiento político forman parte del expediente en manos del juez Sebastián Casanello, abierto a partir de una denuncia por espionaje ilegal.
Desde la jueza Sandra Arroyo Salgado hasta Alfonso Prat-Gay, presidente del Banco Central, desde el espía Antonio Horacio Stiuso hasta Mariano Bonadio, hijo baterista del juez, los blancos de las búsquedas tenían como común denominador sus diferencias públicas con el gobierno de Cristina Kirchner.
Los argentinos comenzaron a saber de la muerte de Nisman a las 23.35 del 18 de enero, cuando el periodista Damián Patcher, del Buenos Aires Herald, lo difundió a través de la red Twitter. Sin embargo, siete horas antes, a las 16.04, un operador de la entonces Secretaría de Inteligencia del Estado ingresó a la red para saber si el espía Antonio Horacio Stiuso había cruzado la frontera. El agente se había transformado para entonces en el enemigo número uno de Cristina Kirchner, quien lo había desplazado de los servicios tras su oposición al acuerdo con Irán. ¿Sabía aquel operador de la SIDE que Nisman estaba muerto? Nada informó el gobierno sobre la muerte de Nisman hasta el día siguiente, lunes 19. Fue largas horas después de la indagación activada secretamente desde la SIDE.
El seguimiento en torno al hijo de Claudio Bonadio es indisimulablemente persecutorio. El joven había sido inesperadamente señalado por Cristina Kirchner por tener parte de las acciones de la firma Mansue SA. La entonces jefa de Estado había intentado restarles importancia a las irregularidades en torno a su firma Hotesur, al compararla con la empresa de la familia Bonadio. Tras el allanamiento que ordenó el juez a Hotesur, Mariano subió una foto de una nota del portal, que se titulaba “Ataque de ira de Cristina, que pide la cabeza de Bonadio”. Al lado, escribió: “Me tendría que preocupar???”. Fue suficiente para que desde la Aduana investigaran en la red si había salido del país. Fue el mismo mes en que Nisman apareció muerto cuando la paranoia había estallado en la Casa Rosada. La indagación en torno a la vida del hijo de un juez federal estuvo a cargo de Gonzalo Tzareff, según muestra la planilla.
Tzareff se volvería conocido cuando se supo que había estado detrás del seguimiento de Nisman con las cámaras de seguridad en el aeropuerto de Ezeiza, cuando el fiscal regresó de Europa. Un año después de que preguntara sobre los pasos del hijo de Bonadio, Tzareff fue procesado por violación de sistemas de confidencialidad y seguridad de datos personales a un empleado de la Dirección General de Aduanas, acusado de difundir las imágenes de Nisman.
Arroyo Salgado, ex mujer del fiscal, fue otra de las víctimas de las pesquisas. Tanto el 21 como el 23 de enero, desde computadoras del Ministerio de Justicia, ingresaron para conocer los movimientos fronterizos de la jueza de San Isidro. También existen búsquedas ligadas al universo de los servicios de inteligencia, como por ejemplo Frank Holder, ex agente de la CIA. O Damián Sierra, el funcionario de la Aduana que sacó a Stiuso del país. Todo, en los tres meses que siguieron a la muerte del fiscal.