Tiene 373 casos confirmados. Es más del 65% del total en villas y es el de mayor cantidad de contagios, lejos del segundo. Aunque se trata del asentamiento más grande de la Ciudad, la llegada del coronavirus al Barrio 31 complicó la gestión del Gobierno porteño que conduce Horacio Rodríguez Larreta. Y, además, mostró, a la vez, la mala sintonía entre los funcionarios del área social que se ocupan del plan para transformar la villa en barrio.
A diferencia de las otras villas de la Ciudad, la 31 está a cargo de un organismo en particular, la Secretaria de Integración Social y Urbana, que se viene ocupando, desde 2015, de invertir en servicios públicos y urbanización para que llegue a ser un barrio más de la Capital Federal.
En ese marco, el cargo lo ocupa Diego Fernández, quien viene trabajando desde hace diez años cuando empezó como jefe de gabinete de Esteban Bullrich en el ministerio de Educación porteño cuando Mauricio Macri era como jefe comunal. Sin embargo, el nombramiento de María Migliore en el ministerio de Desarrollo Humano, en diciembre del año pasado, abrió una grieta en el gabinete porteño.
Durante los primeros meses apenas mantuvieron contactos formales, pero desde que el covid-19 se instaló en la 31 el vínculo empeoró.
En las últimas semanas, Migliore abandonó el bajo perfil, comenzó a aparecer en medios masivos de comunicación y a diario recorre las villas bajo un sistema territorial de gestión. Por su lado, Fernández tiene un perfil meramente técnico y es quien lleva a cabo el ambicioso programa en la 31.
Uno de los ejes que los separan es la forma en relacionarse con las organizaciones sociales. Migliore, ya desde que era gerenta general del Instituto de la Vivienda, promueve un lazo muy cercano con las organizaciones. En particular, con Juan Grabois o Emilio Pérsico, del Movimiento Evita. Su principal nexo es Juan Ignacio Maquieyra, el joven ascendente que conduce el IVC y quien estuvo a punto de ser ministro pero, en una jugada de último momento, le propuso a Larreta que lleve a Migliore, quien fue ganando terreno sola.
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En cambio, Fernández descree de un vínculo estrecho con las organizaciones sociales, piensa que hay mucho para perder cuando comienzan a jugar políticamente en contra. Hacia el interior del gabinete, hace años que es amigo de Felipe Miguel, el jefe de gabinete, con quien compartieron el G25, el grupo de empresarios macristas que animaban Bullrich y Guillermo Dietrich.
Como sea, el 5 de marzo pasado comenzaron las campañas de difusión, hasta vía Whatsapp, para intentar frenar el avance del coronavirus en la villa 31. Sin embargo, explican en el Gobierno porteño, de los tres primeros contagios, hubo dos mujeres que tenían estrechos lazos con el barrio: una chica que trabajaba en un comedor comunitario y otra en una cooperativa de limpieza.
Con todo, el plan ahora, con ayuda del ministerio de Salud nacional, es salir a buscar a los contactos cercanos a los contagiados. Se sabe: en los barrios vulnerables se apela al aislamiento comunitario. En ese marco, en la Ciudad firman que ya no hay problemas de agua y que se están realizando seis conexiones nuevas por parte de Aysa, la empresa estatal nacional que provee agua potable.
Con todo, las culpas se reparten diariamente en el Gobierno porteño. “Sabemos que hay muchos contagios pero ¿qué hubiera pasado si no hacíamos nada?”, le dice un funcionario a PERFIL.
Tras un comienzo turbulento entre Migliore y Fernández, la relación pende de un hilo fino. “Ahora están más alineados, pero el proceso es difícil”, confía otra fuente que sigue de cerca el vínculo.
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“María entró en un lugar que mucha gente surfeó y a ella le explotó la bomba del Coronavirus”, evalúa. “Por su lado, Diego dice que hay que bancarla porque sino es peor para todos, en especial para Horacio”, completa.
Desde el entorno de Migliore explicaron que buscan bajarle el tono a la disputa. “Es un equipo que no había trabajado en conjunto y como cualquier dinámica de trabajo, puede haber algún roce pero no hay crisis entre ellos”, dijeron en el ministerio de Desarrollo Humano.
CP
