Ricardo Barreiro es dueño de un hotel de cuatro estrellas en Tucumán. Es, también, administrador del hotel Los Sauces, de la familia Kirchner, en Santa Cruz. Inauguró el año pasado un coqueto restaurante en El Calafate, y ayudó a construir el Hotel Mora en la localidad de Los Antiguos. También fundó una compañía de transporte y una de limpieza. Barreiro es, lo que se dice, un empresario próspero. Lo que nadie puede explicar con claridad es con qué construyó su fortuna.
Barreiro era el modesto jardinero del matrimonio Kirchner en la casa que ellos tenían en Río Gallegos, cuando Néstor era gobernador. Ascendió, sin escalas, a secretario privado del presidente de la Nación en 2003. Luego se retiró para dedicarse a los negocios. Es, al mismo tiempo, padre de Pablo Barreiro, el secretario privado de Cristina Kirchner, que le administra las redes sociales y que la sigue a todos lados.
Barreiro padre tuvo la misma suerte que muchos otros secretarios de Néstor y Cristina. Agigantó su patrimonio y terminó yéndose de la Casa Rosada.
En otros casos, las renuncias iban acompañadas por investigaciones judiciales por presunto enriquecimiento ilícito, como ocurrió con Fabián Gutiérrez, que construyó una mansión en El Calafate mientras era funcionario público. No sólo Lázaro Báez edificó un imperio gracias a los favores presidenciales; Barreiro también. Se suma a una larga lista de empresarios que agigantaron su fortuna por el modelo nacional y popular.