Mauricio Macri había intentado ganar tiempo, convenció a su aliada de postergarlo, pero Elisa Carrió entendió que la carta que le envió Ricardo Lorenzetti escondía una extorsión, aceleró y ordenó difundir el pedido de juicio político contra el titular de la Corte Suprema por su “oscuro patrimonio”, negocios y licitaciones en el Poder Judicial.
El proceso se precipitó cuando la jueza María Servini de Cubría acusó a Lorenzetti, en las páginas de PERFIL, de “apretar” jueces para cerrar las causas en su contra. La diputada tiene una alianza inquebrantable con Servini, que sobrevive al recelo del macrismo y a la oposición del titular de la Corte.
La acusaciones empujaron a Lorenzetti a enviar cartas documento a Servini y a Carrió, a quien en una de sus líneas le advirtió que se había “excedido” en “el comportamiento esperable de un Diputado de la Nación” más allá de los fueros que le otorga la Constitución. La diputada lo leyó como un mensaje encubierto: la Corte Suprema tendrá en sus manos una denuncia que apunta a fijar límites a los fueros de los legisladores y si prosperara se convertiría en una suerte de bozal contra las denuncias. El reclamo para regular las fronteras de los fueros de los diputados había sido impulsado por Ricardo Echegaray, luego de que Carrió lo llamara “ladrón” cuando estaba a cargo de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Carrió logró fallos a su favor en la primera y segunda instancia, porque los magistrados entendieron que no era pertinente ponerle "límites" a la "inmunidad de opinión" de los legisladores garantizada por la Constitución. Pero la alusión a los “excesos” de los fueros que Lorenzetti incluyó en su carta convenció a la diputada de que se trataba de una advertencia directamente relacionada con el proceso abierto por Echegaray. Si lo era, logró el efecto opuesto.
Ahora, el pedido de juicio político ya flota en la atmósfera de la Cámara de Diputados. Las ondas expansivas comienzan a abrirse. Y no hace falta que llegue hasta el final, es decir, que el Senado apruebe la destitución de Lorenzetti para provocar daño. Si los diputados abren el proceso, los testimonios de la larga lista de testigos que propusieron Carrió y la legisladora Paula Olivetto pueden comenzar a desgastar la imagen del presidente de la Corte Suprema como las gotas persistentes que erosionan la piedra. Sólo Mauricio Macri puede alambrarlo. Y si lo hace confirmaría un nivel de acuerdo con Lorenzetti más allá de lo imaginado.