La primera reacción del Gobierno tras el análisis negativo del ADN de los hermanos Noble Herrera fue el silencio. Hablaron dirigentes de la oposición. Pero en el gabinete no dijeron ni una palabra. El resultado final, la comprobación de que no son hijos de desaparecidos, puede llegar en un momento clave para el kirchnerismo: las internas de agosto. O, en el peor de los casos, a pocos días de la elección general del 23 de octubre.
Aquí la jefa del Estado, Cristina Kirchner, se encuentra ante un dilema. Fue su gobierno el que se embanderó en la lucha contra el Grupo Clarín y la disputa por la identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera. Hubo un cambio radical cuando los hijos adoptivos de la dueña del multimedios decidieron ofrecerse voluntariamente a sacarse sangre y saliva, como pedía la querella.
Olfateaban algo extraño, posiblemente que la defensa ya supiera por una investigación previa que no podía haber una chance de que el cotejo con el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) fuera positivo. Fue el 24 de junio cuando el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo que el Gobierno no buscaba perseguir a nadie sino “conocer la verdad”. Y agregó que tanto Marcela como Felipe eran víctimas.
Es posible que el discurso del Ejecutivo se refuerce en esa línea. Machacar en que lo único que buscó siempre el Gobierno fue la verdad. Y no la persecución sobre los hijos adoptivos de la dueña de Clarín. Pero lo cierto es que Clarín no se quedará de brazos cruzados. Una vez que se termine el proceso, pedirá a la jueza federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, que finalice la causa contra Ernestina Herrera de Noble, sobre la que pesa la falta de mérito.
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