“A Milani lo creamos para que no se hable de nosotros”. Cinco días atrás, uno de los célebres espías que suelen formar parte de las páginas políticas de diarios y revistas se reía de la supuesta influencia de César Santos del Corazón de Jesús Milani.
“Es un hombre perverso y no dudo que estuvo detrás de la muerte de Nisman” me aseguró, públicamente, en los primeros días de marzo de este año su cuñada, Clara Waite.
La misma tesitura sostuvo Elisa Carrió la política que más denunció al General de Cristina. El 23 de junio del 2015 quedará en la historia como el día en que César Milani pasó a retiro por “razones estrictamente personales”. Lo cierto es que había perdido poder dentro del Poder Ejecutivo.
En las Fuerzas Armadas debía mediar en una feroz interna en la que los ascensos le generaban un fuerte dolor de cabeza. Parte de su familia ya no le temía y lo denunciaba públicamente, desde su cuñada ––que rompió el silencio hace un año tras meses de charlas previas con este periodista– a su propia sobrina Paula.
El escándalo del “whisky” avanzaba en la justicia tras la denuncia de la ONG Ciudadanos Libres y las causas judiciales sobre enriquecimiento ilícito amagaban con reactivarse. Aunque la desaparición del conscripto Alberto Ledo no parecía preocuparle, la lucha de su familia en reclamo de justicia significaba un durísimo golpe simbólico contra el gobierno del relato y de los derechos humanos.
Como Amado Boudou, Milani era una piedra en el zapato del “consistente” discurso progresista de los fanáticos de 678, Víctor Hugo Morales y Cristina Fernández de Kirchner. Al igual que Antonio “Jaime” Stiuso, más rápido que lo que muchos sospechan, Milani también se convertirá en otra mala palabra en el vocabulario kirchnerista. Atrás habrá quedado el ambicioso plan político y social de Milani.
Reuniones en Uruguay con Daniel Scioli, seducción a los militares detenidos por crímenes de lesa humanidad, aumento exponencial de presupuesto en inteligencia militar y agasajos a los camaradas con fastuosas cenas, bebidas y postres para todos y todas. Milani hizo todo por mantener y aumentar su poder personal, sólo se quedó con las ganas de obtener la ansiada foto con el Papa Francisco en el Vaticano.
Al igual que el General Luis María Carena, su vicio era los finos vinos y bebidas blancas como el famoso whisky que, en una noche mendocina, le facturó personalmente a la Contaduría General del Ejército. Cabe recordar que la esposa de Carena es íntima de la mujer del candidato a vicepresidente de la Nación, Carlos “El chino” Zannini. Se conocieron en Córdoba, provincia oriunda de Milani en la que su hermano también soñó con adueñarse de la bella Cosquín.
El proyecto nacional y popular del General de CFK que emulaba al Operativo Dorrego y que tuvo su bautismo de fuego en las inundaciones de La Plata del 2013, hoy parece haber llegado a su fin. De la santísima trinidad del poder K que apoyó a Milani en su ascenso y bendición de Cristina Fernández de Kirchner hoy sólo sobrevive el Director de la Secretaría de Inteligencia, Fernando Pocino. Merced a la seducción que ejerció sobre la ex Ministra de Defensa, Nilda Garré, Milani llegó al titular del CELS, Horacio Verbitsky, el periodista más influyente durante la década ganada. Actualmente, todos los mencionados han perdido peso sobre CFK.
Cabe responder qué será del politizado ejército argentino, cómo se resolverá la feroz interna actual y quién manejará los jugosos fondos que Milani supo conseguir.
Los datos son elocuentes. Desde el 25 de mayo del 2003 a la fecha, los gastos en servicios de inteligencia se multiplicaron hasta aumentar en un 956%. El Ministerio de Defensa pasó de manejar 68 millones a 837 en la década ganada (1122%) casi el triple de la ex SIDE que pasó de 138 millones a 801. Mientras tanto, la Secretaría de Seguridad Interior casi alcanzó al presupuesto de Milani pues pasó de tan solo 22 millones en el 2003 a 773 lo que implica un aumento del 3487%. El cambio abrupto en el destino de los fondos se dio tras la muerte de Néstor Kirchner.
En el 2012, comenzó el quiebre dentro de los servicios de inteligencia. El asesinato del “Lauchón” Viale fue su consecuencia. Mientras tanto, el Estado Mayor General del Ejército aumentó un 4113% entre 2003 y 2015. En cambio, la Armada -819%-, Fuerza Aérea -558%- y el resto de los organismos sólo el 58,6%. En este sentido, Milani es el gran ganador de estos tiempos. Hasta hoy.