Al camionero Hugo Antonio Moyano (65) le da miedo viajar en avión. Aunque en público jura que ya superó su temor, cada vez que tiene que volar siente que el pecho se le cierra y le falta el aire. Así se sintió apenas subió al Tango 01 que lo llevó al Vaticano, donde acompañó a la presidenta Cristina Fernández en su visita al Papa Benedicto XVI.
Mientras paseaba por las calles de Roma como integrante de la comitiva oficial, en Buenos Aires volvía a ser noticia, aunque por un hecho que no estaba en sus planes, y que también le sacó el aire. La muerte de un obrero en un accidente en el ex sanatorio Antártida, donde el sindicato de Camioneros que él controla se apresta a inaugurar un hospital para sus afiliados, lo puso en el centro de la escena. El obrero cayó desde un montacargas ubicado en el octavo piso y murió después de ser internado. Y el gremio de la construcción, UOCRA, acusó a la esposa de Moyano, Liliana Esther Zulet (50), de estar vinculada a la constructora Aconra SA –que restaura el sanatorio– y además denunció fallas en la seguridad de la obra.
Lo cierto es que la denuncia de la UOCRA desnuda la punta del iceberg de la trama de empresas relacionadas con la familia Moyano y que el camionero desarrolló al amparo del kirchnerismo. El líder sindical no sólo controla el gremio más poderoso con 140.000 afiliados, sino que además tiene hoteles y se lo vincula con empresas constructoras, textiles, carpinteras y de recolección de residuos.
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