El huracán Piña, que sacudió Misiones y cuyos vientos despeinaron a los inquilinos de la Casa Rosada, también levantó varias sotanas. La ventolina destapó un ejército espiritual de miles de fieles, los laicos, que parecía oculto o dormido tras los hábitos. Ahora, con la nueva euforia politizada que anima a la Iglesia, los católicos de civil resurgen como la carta más adecuada para intervenir en la política nacional. Sin embargo, el camino al cielo está alfombrado de piedras y espinas.
En el congreso del fin de semana pasado en la UCA, titulado “Los católicos en la sociedad civil y la política”, el protagonismo futuro del laicado fue la oración que repitieron los 2.500 asistentes. Pero nadie se puso de acuerdo en cómo participar políticamente para capitalizar a tiempo el “efecto Piña”. En los paneles de discusión abundaban las referencias a la experiencia de los democristianos europeos, y al debe y el haber de la simbiosis histórica entre el peronismo clásico y la Doctrina Social de la Iglesia. Ninguna conclusión entusiasmó lo suficiente como para aglutinar voluntades. Tampoco termina de convencer la alternativa del “entrismo”: los militantes católicos comparten con el resto de la sociedad el temor a quedar atrapados en la “vieja política” que destiñe el fulgor a futuro de los partidos tradicionales. ¿Y Blumberg? Mmmmm... Sienten compasión y respeto, pero no los tranquiliza su agenda de mano dura. ¿Lilita? Les simpatiza el crucifijo a la vista, pero les da pudor adherir a sus arranques místicos. Por ahora, lo más cerca que llegan del Parlamento es prometerse que, de ahora en más, van a monitorear puntillosamente, y con carácter retroactivo, los votos de cada legislador autoproclamado católico, para ver si en las leyes que preocupan a la Iglesia (educación sexual, aborto, etc.) tienen aliados o enemigos sentados en las bancas.
A tanto desconcierto se suma la interna eclesiástica, que en los últimos tiempos impidió fijar posiciones más homogéneas ante episodios como la pelea mediática entre el cardenal Bergoglio y el Presidente. Pero también de eso se trata la política terrenal.