Quien imagine que la controversia de la Presidenta con Hugo Moyano significa un cambio drástico en la situación puede toparse con una realidad que no se condiga con esa idea. Sí, es muy probable que la situación evolucione a más velocidad que lo que se podía suponer una semana atrás.
El kirchnerismo llegó a la reasunción de Cristina encabezando un proceso cargado de rupturas y continuidades con lo que venía ocurriendo desde “el Rodrigazo”, unos meses antes del golpe del ’76, hasta lo acontecido hace diez años, el 19 y 20 de diciembre de 2001. La hegemonía de los sectores financieros, iniciada por Celestino Rodrigo –aquel ministro de Isabel Perón–, llevada a la práctica por Alfredo Martínez de Hoz y continuada por los gobiernos de Alfonsín, Menem y la Alianza, fue puesta en duda por la rebeldía popular en las calles, hace diez años.
Néstor Kirchner fue el político tradicional que mejor leyó el significado de aquellos sucesos. Enancado en esa fuerza popular armó un discurso que se manifestaba expresando algunos de esos valores de la “generación del 70”. Desde allí produjo algunos hechos que terminaron convirtiendo al kirchnerismo en el mejor gobierno de “los 80” para acá. El juicio a los genocidas, los avances en la política regional (Mercosur y Unasur), la estatización de los fondos de las AFJP, un cierto impulso a la reindustrialización y políticas activas por parte del Estado, junto a la ampliación de las llamadas “políticas sociales”, son parte de una situación que tuvo y tiene el reconocimiento de la mayor parte de la población.
El mantenimiento, en sus grandes líneas, del tradicional modelo agroexportador, agregándole ahora minería e hidrocarburos, hizo que en estos años, caracterizados por los muy buenos precios internacionales para nuestros productos primarios, el país creciera a tasas casi chinas. La falta de modificaciones sustanciales en las matrices productiva y distributiva hizo que se incrementara fuertemente la concentración y extranjerización de la economía. Gran parte de los desocupados del 2001/2002 recaló en el asistencialismo de los “planes sociales”. Nuestros bienes comunes (llamados recursos naturales) fueron y son saqueados al servicio de un capitalismo extractivista que debilita nuestras tierras, expulsa y enferma pueblos e hipoteca el futuro.
El “relato histórico” del kirchnerismo y una confrontación discursiva –arraigada en la historia patria– contra los sectores “oligárquicos y el imperialismo”, enamoró a gran parte del pueblo, particularmente de su juventud. Esas banderas, fortalecidas al calor de las luchas motivadas en la Resolución 125, aunque débilmente practicadas, siguieron siendo el eje de sus convocatorias.
La crisis del capitalismo, con la recesión europea, las dificultades en los Estados Unidos, el parate de la industria brasileña y el freno que aparece en el crecimiento chino, agregados a un agotamiento de algunos aspectos del llamado modelo, obligan a Cristina a pensar en variantes.
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