Leer para creer. El filósofo, ensayista y novelista José Pablo Feinmann afirmó que Juan Domingo Perón pudo haber ordenado el asesinato del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, el 25 de septiembre de 1973, y su argumento es un chiste de aquella época ya que “ningún chiste surge sin algún asidero en la realidad”.
No es un chiste: Feinmann señaló eso el domingo en Página 12, en el fascículo 110 de su “Filosofía política de una obstinación argentina”, el peronismo.
En primer lugar, Feinmann sostuvo que “no se sabe ni se sabrá nunca” quiénes mataron a Rucci, e hizo un listado sobre los siete posibles autores de ese crimen, entre los que mencionó a “Perón. ¿O no hay un chiste sobre el tema? ¿Por qué surgió? Ningún chiste surge sin algún asidero en la realidad. Un edecán le dice a Perón: “General, mataron a Rucci”. Perón mira su reloj y dice: “¿Cómo? No, hombre, no puede ser. Si aún no es mediodía”.
Habría sido un verdadero suicidio político: Rucci, como decía el propio General, era el hombre de Perón en el sindicalismo y había firmado el pacto social con los empresarios, la piedra angular del gobierno de aquel tiempo.
Feinmann también mencionó a Montoneros, la Triple A, el Ejército y la CIA.
Hasta hace tres domingos, Feinmann afirmaba otra cosa: que Rucci fue asesinado por Montoneros. Lo escribió, por ejemplo, en su libro “La sangre derramada”, donde sostuvo que ese crimen fue “un acto decisivo en la historia de la organización y en la historia de su asilamiento del pueblo peronista que tanto invocaba”. Y lo dijo en varias entrevistas, como en la revista Debate el año pasado, cuando sostuvo que, en su opinión, la decadencia de la guerrilla peronista comenzó “con el asesinato de Rucci”.
Ahora, Feinmann, uno de los intelectuales más destacados del kirchnerismo, intenta borrar esas afirmaciones con una catarata de conjeturas y acusaciones contra quienes hemos llegado a la misma conclusión que él defendió durante buena parte de su vida. Para eso, apela a todo tipo de argumentos. Por ejemplo, rescata palabras de un tal Salvador Horacio Paino, que en 1983 atribuyó este crimen a la Triple A. Si hubiera leído bien mi libro Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci? o la causa judicial, se habría enterado de que el 6 de diciembre de 1984 el juez Fernando Archimbal desechó las afirmaciones de Paino con este argumento: “Los exámenes médicos indican que es un delirante y aconsejan su internación”.
Feinmann teme que el asesinato de Rucci sea considerado un crimen de lesa humanidad y conduzca a Tribunales a sus posibles autores, algunos de los cuales deduce que formarían parte del kircherismo. “Olviden lo que escribí”, parece decir. Provoca un dejo de tristeza el recular del filósofo.
(*) Editor jefe del diario Perfil.