El Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, festejará el domingo 75 años con su familia, sus amigos y "trabajando, tratando de contribuir a superar los problemas" de su país y el mundo.
Esa fue siempre la preocupación de este arquitecto y docente, nacido el 26 de noviembre de 1931, y que a la edad de 40 años, en 1971, comenzó a involucrarse en la lucha por la paz y la justicia, ligado a movimientos cristianos y sociales.
"Voy a cumplir 75 años y muchas cosas las estamos pasando a nuevos militantes, a nuevas generaciones", pero "nosotros seguiremos trabajando con fuerza y esperanza, porque hay que construir un mundo mejor", dijo Pérez Esquivel en una entrevista concedida a la agencia DPA.
Nada de lo que le ocurre al prójimo le es ajeno a este hombre menudo, con gafas y ojos siempre vivaces, que hoy aparece en Buenos Aires, mañana en una provincia, o en Haití, en Colombia, Nicargaua, Alemania, Polonia, Afganistán, o donde sea necesario.
A partir de 1976 se dedicó a viajar por el mundo y a diseñar programas de ayuda y desarrollo para comunidades indígenas latinoamericanas, movimientos obreros y otros grupos de personas necesitadas. En 1980 se le concedió el Premio Nobel de la Paz por su lucha en favor de los Derechos Humanos y al poco tiempo fue designado miembro del comité ejecutivo de la Asamblea Permanente de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos.
Entre 1977 y 1978 fue preso de la dictadura argentina (1976-1983) que dejó un saldo de 30.000 desaparecidos, según organismos de derechos humanos, y al retorno de la democracia, Pérez Esquivel siguió levantando su voz para exigir justicia y castigo para los repesores. Pero el gobierno democrático de Raúl Alfonsín (1983-1989) y el de Carlos Menem (1989-1999) promulgaron las leyes de Obediencia Debida y Punto final y los indultos que perdonaron a quienes cometieron aquellos crímenes.
Con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno se anularon las dos primeras normas legales y se está en camino de eliminar totalmente los indultos, un objetivo planteado por las organizaciones defensoras de los derechos humanos, entre ellas el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) que lidera Pérez Esquivel.
La nueva situación al respecto en Argentina "es el esfuerzo de todos los organismos de derechos humanos de poder lograr, en estos años, la nulidad de las leyes de impunidad", dice. Aunque advierte enseguida: "Actualmente, si bien se ha avanzado, tenemos serios problemas, porque uno de los testigos lleva dos meses desaparecido y hay amenazas también a muchos testigos y organizaciones".
Se refiere a la desaparición, el 18 de septiembre pasado, del albañil Jorge Julio López, de 77 años, que fue testigo en el juicio que condenó a cadena perpetua al ex comisario y represor Miguel Etchecolatz. "Tenemos que tener en cuenta que durante 30 años todos los criminales estuvieron en libertad y muchos siguen en libertad. Los juicios tienen que continuar y muchos testigos tienen serias dudas si presentarse o no.
Hay miedo, inseguridad. Por eso estamos reclamando a las autoridades qué medidas tomarán para preservar la seguridad y la vida de la gente", remarcó. Pérez Esquivel apoya los juicios en otros países. "Es importante. Yo apoyo la coalición contra la impunidad en Nuremberg (Alemania).
Es muy importante que esto continúe. Todo Estado es responsable por sus ciudadanos, incluso por los que viven en ultramar. Alemania es responsable por los ciudadanos de ese país secuestrados y desaparecidos en Argentina". "Los ciudadanos tienen derecho a peticionar ante el Estado por sus derechos cuando han sido secuestrados y desaparecidos en otro país, en este caso concreto, en Argentina", agrega. También opina que "en Nuremberg hay dificultades todavía, pero el Comité contra la Impunidad está trabajando sobre eso. Hace poco tiempo estuve allí para analizar cómo se puede avanzar en este terreno".
Respecto de las guerras, y principalmente los focos en Cercano Oriente, el Nobel de la Paz 1980 sugiere "buscar los consensos entre los países árabes, la comunidad internacional y formar una comisión representativa de expertos, personalidades que puedan ayudar a una salida política". Critica además al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por "haber desdibujado totalmente" la Organización de Naciones Unidas (ONU). "La ha hecho perder fuerza, no tiene presencia. Entonces, el Consejo de Seguridad, sus resoluciones, el derecho de veto, han neutralizado cualquier resolución".
"Así es imposible -subraya-. No se puede continuar en estas condiciones. Hay que cambiar esto, cambiar las políticas internacionales, terminar con este derecho que se impusieron las cinco grandes potencias de no permitir avanzar en la democratización de Naciones Unidas ni a escala mundial".