Estela Barnes de Carlotto cierra hoy un círculo. La militante de los derechos humanos, que dedicó casi la mitad de su vida a buscar a los nietos robados por la última dictadura cívico-militar, encontró a su propio nieto, Guido Carlotto, hijo de su hija Laura, una búsqueda que le llevó más de 35 años.
Nacida el 22 de octubre de 1930 en Capital Federal, hija de Miguel Alejandro Barnes y Edwig Frances May Wauer, Estela se recibió de maestra bachiller y se casó con el técnico químico Guido Carlotto. Tuvieron cuatro hijos: aura Estela, Claudia Susana, Guido Miguel y Remo Gerardo.
Carlotto fue maestra de grado en la Escuela Nacional N° 102 Coronel Brandsen y ascendió a directora del mismi instituto. Hasta mediados de la década del '70, llevaba una vida idílica en La Plata. Hasta que la violencia diezmó a su familia: El 26 de noviembre de 1977 fue secuestrada su hija Laura, militante de la Juventud Universitaria Peronista y embarazada de dos meses y medio.
La joven pasó por la ex ESMA y el centro clandestino de detención La Cacha, cercano al Penal de Olmos. En esa época fue asesinada su pareja, Oscar Montoya, militante montonero de Caleta Olivia. Estela de Carlotto buscó a su hija, sin éxito: llegó a pedirle al general Reynaldo Bignone que juzguen a Laura "pero que no la maten". Por esa época, su esposo Guido también estuvo secuestrado durante 25 días.
El 26 de junio de 1978, en el Hospital Argerich, Laura dio luz a su hijo Guido. Sólo estuvo con él cinco horas, luego le fue arrebatado. Dos meses después fue asesinada y sus restos entregados a su madre, un gesto inusual para la dictadura que solía desaparecer a sus víctimas. "Me enojé con Dios, me enojé con Jesucristo... Yo había rezado tanto, había hecho promesas... Pero me duró poco el enojo... porque me dije no es Dios, son los hombres los que hacen estas cosas, no Dios", contaría años después.
La lucha por Laura estaba perdida, pero Estela comenzó entonces a buscar a su nieto. En abril de 1978 se había sumado a Abuelas. "Yo me pude jubilar y dedicarme, pero mi marido tenía que seguir trabajando para mantener la casa. (...) Hay otra cuestión que es la visceral: la de mujer, la de madre, que nos impide dejar de hacer todo lo que tenemos que hacer para seguir buscando. (...) [Los militares decían] "¡Déjenlas a esas lloronas viejas locas!, ya se van a cansar...". Si hubieran adivinado que íbamos a persistir para siempre nos hubiesen secuestrado en mayor número", explicó sobre su militancia.
Carlotto encabezó las campañas internacionales de Abuelas que derivaron en la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de 1979. "Algunas abuelas habían ido a Italia a ver al presidente y a parlamentarios. Después empezamos a ir a la OEA en Washington y a las Naciones Unidas en Ginebra. Las estrategias institucionales las fuimos inventando sobre la marcha. ¿Cómo podíamos demostrar que estábamos hablando de chicos que tenían un hogar, que muchos estaban casados y tenían hijos, que eran -como Laura- de una familia cristiana? Todo para ir en contra de la historia oficial, que hablaba de que eran asesinos, parias y demonios", contó.
Los primeros nietos aparecieron durante la dictadura, pero la tarea de Abuelas de Plaza de Mayo despegó con el regreso de la democracia. No fue fácil: no sólo no contaban con la herramienta de los exámenes de ADN, sino que además al principio la Justicia no colaboraba del todo con el proceso de restitución. Sólo en 1984 se logró, con el caso de Paula Eva Logares, que un juez acepte como válida la prueba de filiación por índice de abuelidad. Tres años después se pudo recuperar la primera nena nacida en cautiverio, Elena Gallinari Abinet. En 1989 lograron anular la primera adopción ilegal.
Uno de los pasos más importantes sería la creación, en 1987, del Banco Nacional de Datos Genéticos, y cinco años después, la de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI). Con estas herramientas, las Abuelas continuarían buscando a los alrededor de 500 nietos apropiados durante la última dictadura. En 1997, las abuelas iniciaron una causa penal, argumentando que el secuestro de bebés era parte de un plan sistemático impulsado desde el más alto nivel del Estado durante la dictadura. Después de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (y antes de que fueran derogadas), el juicio logró llevar a prisión a represores como Jorge Rafael Videla, que habían quedado en libertad.
Con la llegada del kirchnerismo, Carlotto mantuvo una relación mesurada con el gobierno, a diferencia de Hebe de Bonafini. Si bien respaldó las medidas a favor de los derechos humanos -como la recuperación de la ex ESMA y la reapertura de los juicios-, prefirió mantener la distancia y continuar trabajando exclusivamente con Abuelas, que llegaron a recuperar a más de 100 nietos.
No obstante, tuvo un rol activo en la causa por la identidad de Marcela y Felipe Noble, hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, titular del Grupo Clarín, en uno de los momentos más álgidos de la guerra del gobierno con el multimedio. "Nosotros desde el '84 manejamos datos de que los hijos de la señora de Noble serían hijos de desaparecidos", afirmaba entonces. Sin embargo, no tuvo problemas en admitir que no eran nietos de ninguna de las personas cuyos datos estaban en el Banco Nacional de Datos Genéticos, cuando sus resultados dieron negativos. Nosotros siempre dijimos que pueden ser [los nietos reclamados], pero nunca lo aseguramos porque no está probado. Esto tomó un estado público por muchas razones, perola búsqueda es para encontrar un nieto y no hacer otra cosa", remató.