Tras meses de charlas y reuniones con su abogada, Leonardo Fariña decidió romper el silencio. A semanas de cumplir dos años detenido en la cárcel de Ezeiza, el ex de Karina Jelinek habló de todo: Lázaro Báez, Carlos Molinari, Federico Elaskar, su familia, su hijo y su ex, el kirchnerismo y la justicia. El intento de asesinato, los falsos rumores de golpes y violación y la famosa cámara oculta con Jorge Lanata. Por qué asegura que se equivocó pero que no es un delincuente.
—¿Alguien tiene miedo que hables?
—No pasa por hablar o no. Tengo que ser responsable de las cosas que hice. Caminé al lado de la vida. Desde los 22 años que tuve vinculaciones con personas que, en algunas cosas me hicieron muy bien, pero era inexperto. ¿Qué persona a los 22 no querría disponer de un avión o subirse a una Ferrari? Era muy bueno para hacer negocios. Me fueron a buscar a mí pero ahí me equivoqué. Pensé que la vida era así. Y lo importante no era verse en ese auto o con la mujer que anhelas, viví equivocado. Este tiempo lo viví en dos etapas: la vida antes de entrar acá y la vida después. Perdí mi matrimonio, mi apellido, un hijo de ocho años que sólo hablo por teléfono porque la cárcel no es un lugar para traer a un niño de esa edad y mi papá tiene una patología crónica del corazón. Lo peor del encierro no es el encierro, en sí mismo, lo peor es el daño que le causas a las personas que están a tu alrededor. Fui alguien que consideraba estar haciendo cosas bien pero las hacía mal. Le fallé a mi viejo, a mi hijo, le fallé a Karina [Jelinek], a mis amigos. Viví equivocado. Esa es la verdad.
—¿Quién te defraudó y a quién le fallaste?
—Me tengo que hacer responsable. Si alguien me defraudó es una cuestión que quedará para mí. Te digo la verdad, todo el tema de la cámara con Jorge Lanata, que fue lo que impulsó que estuviese acá, lo decidí aceptar por consejo de mi defensa anterior. En el expediente, el señor Báez, afirmó que tiene una deuda conmigo. En el 2012 elegí un método ilegítimo para cobrarme una deuda legítima. Me equivoqué en el método. Me creí más de lo que era.
—¿Qué opinas que la empresa Austral Construcciones esté supuestamente quebrada y que han dejado a miles de empleados en la calle? ¿Se podía prever?
—Conozco al grupo Austral desde el 2010. Con 23 años me transformé en el auditor general del grupo. No sé si hoy Báez tiene o no poder. Hoy no conozco cómo está la empresa. Quizá no pudieron mantener su manejo durante estos años. Parte de mi vida se la dediqué a Austral. Y esa fue mi tumba. No es una noticia que me agrade porque hay gente que se queda sin laburo. Pero no sé a qué responde la quiebra. Te doy mi opinión desde afuera y no está bueno lo que está pasando. La responsabilidad cae sobre los dueños. Siempre.
—¿Cómo lo conociste a Martín, el hijo de Lázaro Báez?
—En marzo del 2010 en Río Gallegos.
—¿Quién te lleva a Santa Cruz?
—Una empresa que se llama Pluscarga. En ese momento trabajaba para Leasing Asociados, tenía un contrato de venta de líneas de crédito y me llamaron para hacer una reunión con el grupo para una renovación de flota de capital. Terminé ejerciendo funciones que excedían la venta de líneas de crédito. Hacía las auditorías y reestructuré los pasivos con el armado del fideicomiso con el Banco Nación.
—¿Quién se quedó con la plata del fideicomiso? ¿Dónde fueron a parar esos 350 millones de pesos?
—Dejé el contacto con la empresa en el 2011 cuando empecé mi relación con Karina. Cuando trabajaba allí, el fideicomiso se había armado como corresponde. Los índices de la empresa eran auspiciosos. Todo consta en la causa. Algunos, para defenderse, me atacan a mí: Báez como Molinari y Elaskar. Todos los partícipes de la causa de Comodoro Py han dicho que han perdido plata pero la realidad es que en la causa no se muestra eso.
—Por lo que se desprende por la ampliación de la declaración que presentaste en la justicia, por un lado recordás que Lázaro te pedía mantener un bajo perfil mientras que el empresario inmobiliario, Carlos Molinari, te decía lo contrario, ¿por qué?
—Tuve esas relaciones en forma paralela. Empecé trabajando con Austral pero ya tenía una relación comercial con Molinari. Era incompatible pero conocí a Karina y me enamoré. Uno no elige cuando enamorarse. Con Molinari tenía una relación comercial más laxa, con menos presión porque Carlos no era conocido. Gran parte de los negocios que le armé requerían de una exposición mediática como el tema de los autos y a él le vino bien mi romance con Karina.
—¿Molinari te regaló la fiesta de casamiento?
—No fue un regalo sino una compensación de deuda. Está en un expediente del Ceclo. Me debían haberes. Ahí se da la famosa escritura del campo en Mendoza.
—Ahí aparece el recordado Roberto Erusalimsky. ¿Por qué esa conversación en la que le pedís blanquear 90 físicos?
—Fue simple. Estaba con una persona que me comentó sobre una supuesta persona que había vendido una isla en Panamá a otra persona de Portugal. Llamé y pregunté si se podía estructurar la operación y estaba Roberto (Erusalimsky) en Suiza comprando un reloj. Roberto me presentó un amigo en común para trabajar en una de sus empresas en una misión cuasi comercial para la venta de un inmueble que él tenía. En el medio estaba el campo que era parte de la deuda que Molinari tenía conmigo y se lo terminé vendiendo a él. Yo no estaba en condiciones de afrontar ese tipo de emprendimiento.
—Toda esta plata, ¿de dónde viene?
—(Silencio) Te puedo decir de lo que sé y de lo que hice. El negocio más emblemático fue el fideicomiso. Era una operación viable y depende del sistema financiero del Banco Nación. El negocio que le llevé a Molinari era una estructuración de negocios. Después decidía él. La cuestión del dinero es suya. No puedo dar fe del origen de esos fondos.
—¿Cómo consigue Lázaro semejante fideicomiso? Obviamente por vinculaciones políticas…
—¡No para nada! El fideicomiso de Austral es una situación que la tomo como personal. Fueron meses de trabajo. Cambió el rumbo de la empresa. Estaban para quebrar y le conseguí eso. Fue mi manejo empresarial. Si ves los índices de liquidez entre el 2009 y 2012, los mejores números estuvieron conmigo. No se trató de llamar a alguien. Fueron 7 meses de trabajo.
—Una de las frases tuyas que quedarán en la historia, en tu confesión con Jorge Lanata, es que pesaban la plata, ¿era ficción o realidad?
—Nadie me obligó a hacer la cámara con Lanata. Lo reconozco. Fue una manera de intentar cobrar lo que el grupo de Báez me debía. Esa fue mi condena. Ahí empezó todo. Cuando estaba en el medio, quise jugar mi propio partido. Me creí más que los demás. La realidad es que perdí yo. Estoy acá hace un año y 10 meses.
La abogada de Fariña dijo que lo quisieron matar en la cárcel
—Pero después apareció Federico Elaskar y aportó papeles y pruebas que acreditaban tu testimonio
—Elaskar fue parte de todo esto. Hoy veo las cosas de otra óptica. No le echo la culpa a nadie, es culpa mía. Se hicieron cosas bien y mal. No juzgo.
—En la ampliación de tu declaración mencionas a un agente de inteligencia que se mete en la concertación de la entrevista, ¿quién era? (se trataría de un tal Brezano o Brezone según consta en la justicia)
—Mi gran problema con Báez fue mi exposición con Karina. Lo acepto pero me enamoré. Era incompatible. Pero en el medio me despiden sin causa. El propio Báez reconoce en la justicia la deuda conmigo. Los abogados que me rodearon me plantearon realizar esta operación política –mediática. Me aseguraron que tendría como rédito el cobro de los honorarios adeudados que, tres años después, Báez los reconoce. Me expuse ante un libreto. Participaron muchas personas que no conozco. Pero después quise ser el árbitro y, por mi ego y soberbia, quise ponerme a la par de personas que no puedo estarlo. Aprendí de eso mucho. La vida no es estar subido a una Ferrari o tener un avión. La vida es lo que no tengo; lo que quiero tener.
—¿Influye en tu decisión de hablar el proyecto de ley del “arrepentido”?
—Todo el mundo habla de eso pero no puedo hablar de una ley que no conozco ni existe. Es hipotética prefiero hablarte de la realidad y creo que se me ha tratado con mala intención. Es posible que haya sido por mi actitud y soberbia. La única realidad es que me quedé sin nada. Pero mi hijo tiene ocho años y escucha, por ahí, que me pegaron o violaron. Yo soy responsable y elegí ese modo de vida. Pero todos los que hablan y me juzgan, a los 22 años ¿no hubiesen elegido rodearse de la farándula, de Ferraris y bellas mujeres? ¿Quién? Necesité un golpe muy duro para darme cuenta de las cosas que hice mal. Pero no es lo mismo la soberbia, la obscenidad del dinero que haber cometido un delito. Cometí una infracción pero no un delito. Cuando me decidí a decir la verdad, en marzo pasado, todos decían que tendría un beneficio. ¿Me decís cuál fue? Sigo preso. Prefiero hablar porque es lo correcto. Deseo que el calvario se termine pronto.
(*) Especial para Perfil.com | Twitter: @luisgasulla