El acto de cierre de Cristina Kirchner y Amado Boudou fue puntual y breve, sin discursos previos, algo poco común en la liturgia de actos kirchneristas. Como en la mayoria de ellos, hubo más militancia afuera del teatro que adentro, y no faltó secretario, ministro o gobernador oficialista que no acompañara a la candidata.
La Cámpora, Kolina y la JP Evita volvieron a marcar el pulso de las juventudes K, que cada vez aglutinan a adolescentes más jóvenes de las universidades y secundarias públicas. La plaza frente al teatro Coliseo fue copada por tres mil militantes y para ellos se ubicaron pantallas -que no funcionarios- y altoparlantes. Al menos se pudo escuchar la palabra de los candidatos.
Luego del acto muchos de los jóvenes se arrojaron desesperados hacia el auto en el que la Presidenta salía con llantos desbordados y gritos hasta la afonía. El fervor fue tal que el coche oficial fue seguido al trote por cincuenta "fieles" K hasta casi la subida a la Autopista Illia.
Una señora, incluso, rompió en llanto al saludar con la mano a Cristina, se desmayó y requirió la ayuda de un médico.
La imagen de Néstor Kirchner se repitió en banderas, afiches y calcomanías. Igual el discurso de la Presidenta. "Kirchner se murió pero no se murió", repitió un miembro del Colectivo Militante, que se mueve en justamente en colectivo disfrazado de celeste y blanco: en el techo colocaron bustos de los presidentes "amigos" de los Kirchner: a un lado Hugo Chávez y Rafael Correa, del otro Evo Morales y Fidel Castro.