El miércoles pasado, a las 10 de la mañana, el empresario Matías Garfunkel debía comparecer en el Juzgado Penal Económico Nº 8. Estaba citado a indagatoria, “bajo apercibimiento en caso de ausencia injustificada”, en una causa por presunto contrabando de obras de arte y evasión impositiva.
Mientras el empresario decidió quedarse, junto a su mujer Victoria Vannucci, en Miami, apareció en el juzgado, a la hora indicada, un abogado cuyo carácter de representante de Garfunkel fue puesto en duda por parte del magistrado actuante, confirmaron a PERFIL fuentes judiciales.
Antes de declarar al imputado en rebeldía, el juez Gustavo Meirovich decidió asignarle un defensor oficial, de pobres y ausentes. Habitualmente, suele darse una segunda citación a indagatoria y, en caso de reiterarse la falta, se lo declara prófugo.
Los problemas con abogados son recurrentes en la vida empresarial de Garfunkel. Tiene por costumbre compartir letrados con sus socios, luego pelearse con sus compañeros de negocios y, finalmente, pelearse también con sus abogados. El patrón de comportamiento se dio durante sus tratos con Raúl Moneta y Sergio Szpolski.
El caso penal contra el empresario surgió por una diferencia con los abogados que gestionaron hace más de cinco años su divorcio, que le habían iniciado una demanda en el fuero ordinario. Ellos tenían el listado de bienes del empresario y trabaron un embargo sobre obras de arte. El listado de piezas tiene una valuación de más de US$ 11 millones. Pero el caso afecta a sólo tres objetos que aparecieron en subastas en Londres y Nueva York. Dos de las piezas sospechadas fueron efectivamente vendidas. La presunción es que Garfunkel las habría llevado en vuelo privado, sin pasar por aduana.