El ministro de Economía, Axel Kicillof, acumula cada vez más poder. Y en la Casa Rosada descuentan que su influencia crecerá en los próximos meses dentro del Gobierno con cambios en el gabinete.
El equipo de Kicillof está embarcado en la búsqueda de cuadros técnicos para ocupar más áreas. La única forma de gestionar, entienden, es con tropa propia, pero tiene pocos hombres de su riñón: se le acabaron los que formó en la Universidad de Buenos Aires y en su think tank Centro de Estudios para el Desarrollo (Cenda). De todos modos, su vocación de avanzar sobre el gabinete es abrasiva. Controla la política energética, a los directores por parte del Estado en las empresas privadas, las finanzas, la macroeconomía, el comercio exterior, políticas industriales y la embajada en Estados Unidos. Es hoy el hombre al que la Presidenta, Cristina Kirchner, más escucha, y su palabra es determinante en la negociación con los fondos buitre. Ejerce, sin serlo, como un jefe de Gabinete.
Aunque por estos días descansa con su familia en Puerto Madryn, nunca se desconecta del todo, tiene varios asuntos que atender. Uno de ellos es la política cambiaria, sobre la que no logra tener un control efectivo, pese a contar con hombres en el directorio del Banco Central. En su sórdida disputa con Juan Carlos Fábrega, varias veces se filtró la versión de que el presidente del BCRA daría un paso al costado acorralado por Kicillof. Es que hasta ahora, con contadas excepciones, Cristina le hizo más caso a su ministro de Economía que al titular de la entidad monetaria.
“Kicillof sabe que se ha ganado la confianza absoluta de la Presidenta y por eso está apostando todo a una movida fuerte que después le implique un lanzamiento político importante”, resaltó un funcionario. Claro que sus movimientos generan resistencia en los históricos del gabinete, como el ministro de Planificación, Julio De Vido, el propio Fábrega, la ministra de Industria, Débora Giorgi, y el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, a quien incluso mandaron a medir como eventual candidato en la provincia de Buenos Aires.
El ministro maneja además el presupuesto de los ministerios y se siente cómodo en un escenario de default selectivo. Ahora tiene en su poder enviar más o menos dinero a cada funcionario e incluso maneja los giros de fondos a las provincias. Paralelamente, el deseo del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, de abandonar su puesto genera fuertes versiones que tienen a Kicillof como posible reemplazante. El chaqueño le pidió hace meses a la Presidenta volver a su provincia para terminar su mandato y acomodar el descalabro político que le generó su vice, Juan Carlos Bacileff Ivanoff, que adelantó las elecciones para el 8 de marzo. Una eventual radicalización del modelo, dicen en la Rosada, colocaría a Kicillof como jefe de Gabinete, incluso en contra de su deseo. Cuando hay que hablar con empresarios, la Presidenta manda a Kicillof, lo mismo con gobernadores o con funcionarios. Si el ministro se tranformara en jefe de Gabinete, un posible reemplazante sería su vice, Emmanuel Alvarez Agis. El secretario de Comercio, Augusto Costa, podría ir al Banco Central en lugar de Fábrega y reforzaría su hegemonía en la entidad monetaria con el secretario legal del Palacio de Hacienda, Federico Thea.
Otras versiones indican que, ante un giro más pragmático del Gobierno, y siempre y cuando la Presidenta deje ir a Capitanich, un reemplazante posible sería el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, a quien la jefa de Estado elogió por su idea de trasladar la capital a Santiago del Estero. Pero no todos están de acuerdo en el Gobierno con que Capitanich vaya a abandonar su cargo. “Está más firme que nunca. La Presidenta le delega la comunicación y la gestión cotidiana. No tiene sentido”, le dijo a PERFIL un ministro. Un importante diputado K añadió que no es necesario que vuelva a su provincia para recuperarla de las manos del radicalismo, que hoy cotiza alto en las encuestas. “Puede poner como candidato a su hermano (Daniel Capitanich) y apoyarlo desde la Jefatura de Gabinete”, explicó. Lo cierto es que Kicillof es el hombre con más poder en el Gobierno, más allá del cargo que ocupe.