La rebelión de la Bonaerense dejó un claro mensaje: el poder de la fuerza más numerosa del país está intacto pese a las interminables purgas, los cambios de mandos y la escasa inversión en cuestiones de seguridad.
El estallido duró 48 horas. Entre los subalternos más jóvenes, la suba de 3 mil pesos cash se festejó como una victoria histórica, aunque al mismo tiempo dejó graves secuelas en la conducción.
Las jerarquías más altas, por citar un ejemplo, no sólo no recibieron un sólo peso de aumento sino que además fueron señalados como los grandes perdedores. Sobre todo porque el conflicto explotó a casi dos meses del nombramiento del comisario general Hugo Matzkin cómo único jefe de la Bonaerense, y la designación de nuevos cargos en la cúpula policial, que pasó a tener veinte integrantes.
“El equipo está armado, ahora a la cancha”, les había dicho a modo de arenga el ministro Alejandro Granados, cuando el 20 de septiembre pasado los puso formalmente en funciones, en lo que parecía un claro mensaje de acercamiento a una fuerza que bregaba por una conducción uniformada. A cinco días del conflicto, Daniel Scioli dio la primer señal de un cambio en su relación con la fuerza: el viernes pasado, en el acto por el día del policía, faltó a la cita por primera vez a lo largo de su gestión.
Crónica de un acuerdo. Según fuentes consultadas por PERFIL, 47.941 efectivos (sobre un total de 50.172) fueron beneficiados con el acuerdo que se firmó este lunes en el Ministerio de Seguridad de Buenos Aires. Desde ese momento, un oficial de policía –el escalafón más bajo de la fuerza– pasó de cobrar $ 5.717,77 de bolsillo a 8.587,77.
La rebelión fue “genuina” sin “internas ni intereses” de los gremios que buscan obtener la personería jurídica, coincidieron distintos efectivos consultados por este medio. “No somos desestabilizadores”, reconoció un oficial principal que asumió el papel de líder durante el conflicto, con el riesgo que eso significa.
En total fueron seis los policías en actividad que representaron a la fuerza en la mesa de crisis que encabezó el ministro Granados. Entre ellos había un teniente primero, un oficial de policía, un sargento y un subteniente.
“No hubo negociación”, aclaró otro de los efectivos que participó del encuentro. “Trasladamos nuestros problemas y aceptamos el ofrecimiento del ministro. No llevamos ningún petitorio pero las puertas están abiertas”, agregó.
Las perspectivas. La cuestión salarial es uno de los puntos que más preocupa, especialmente por la brecha que existe con las otras fuerzas de seguridad. Pero también se dejó en claro que el aumento del básico para favorecer a los retirados, el fin de las 24 horas de servicio continuadas, la necesidad de renovar el equipamiento (sobre todo chalecos y armas) y el problema que significa la cantidad de personal con carpeta médica o psiquiátrica (casi el 50 por ciento) tienen que ser resueltos con la misma urgencia que el bolsillo.