En las elecciones de mañana, no solo medirán fuerzas dos candidatos presidenciales, sino que también hay dos modelos económicos que se enfrentan en las urnas. Muchos de los pocos detalles que se conocen en este terreno los deslizaron esta última semana Sergio Massa y Javier Milei. En especial por lo que dijeron en el debate presidencial pero, sobre todo, por lo que expresaron en el crucial encuentro del Cicyp, por donde ambos pasaron esta semana antes del cierre de sus campañas.
No fue tanto lo que dijeron en público, sino lo que ambos respondieron en el mano a mano que siempre se da en estos eventos en los vips, donde, previamente al almuerzo de rigor, el invitado principal se reúne con los anfitriones y los principales referentes del sector privado, sin medios de comunicación como testigos.
El próximo presidente tendrá una luna de miel corta, de apenas un par de meses
PERFIL pudo reconstruir algunos de los intercambios más jugosos en la previa al glamoroso menú que los empresarios ofrecieron en la recta final hacia la definición sobre quién será el próximo presidente que comandará la recuperación económica que se espera para los próximos cuatro años y la dura misión de aplastar la inflación de tres dígitos anual.
Al igual que durante el debate, Massa planteó superávits fiscal y comercial; salida progresiva del cepo y acumulación de reservas, además de impuestos cero a los incrementales de exportación y a las economías regionales; reforma tributaria y reducción de las cargas sociales. Milei propuso apertura indiscriminada de la economía, fin de los subsidios, además de su plan maestro: dolarización de la economía y liquidación del BCRA. La inflación fue un tema casi ausente.
De acuerdo con el REM, la encuesta de expectativas que releva el Banco Central, los principales operadores ya anticiparon en la última medición que proyectan una suba de precios anual 2024 del 300%.
Es un escenario desolador porque, al menos hasta ahora, los mercados no verían muchas chances de que alguno de los dos contendientes pueda ganarle a la inflación. De hecho, hay algunas consultoras privadas que proyectan un arrastre inflacionario (entre inercia inflacionaria y efecto colateral de la emisión monetaria preelectoral) cercano al 20% solo entre enero y febrero próximos. Es lo mismo que proyectar una luna de miel extremadamente corta para el próximo gabinete, sea el que fuere.
Aunque resulte increíble, de inflación, justamente, se habló poco en la campaña. El libertario, economista de formación, no parece haber logrado sacarle provecho a la doble condición de su contrincante de candidato y ministro de Economía. El titular del Palacio de Hacienda esquivó los escasos momentos incómodos por esa doble condición.
Habrá que ver qué se decide en las urnas mañana. Pero queda claro que el empresariado, en su gruesa mayoría, ya eligió un viejo conocido. Se manifiesta por los malabares glamorosos a los que se sometieron muchos de los empresarios más poderosos del país en el almuerzo del jueves pasado en el coqueto Alvear para ingresar al vip: según confiaron los organizadores, recurrir a recursos escenográficos para ampliar el salón durante la participación de Massa en relación con el volumen de asistencia que se dio (aunque mucha) el día anterior cuando estuvo Milei.
Es curioso que la misma persona a la que responsabilizan por las regulaciones en la economía, por ejemplo los certificados de importación, la regulación de los precios, sea, en definitiva, el candidato al que le atribuyen mayores chances de ganar. Tal vez porque apuesten a que, efectivamente, aplique (si es electo el domingo) políticas económicas diferentes o, tal vez porque la estructura productiva nacional requiere y se “acomodó” a la mano del Estado en casi todas las áreas.
A Milei, en cambio, lo asocian con sus propias palabras en el balotaje: que el sector privado negocie solo con quien quiera, sin el Estado en el medio. Es hoy una realidad impracticable para casi la totalidad de las empresas que operan en la actual matriz nacional, incluso para grandes compañías. En materia económica, el candidato libertario sumó antipatías en las corporaciones con sus propuestas de dinamitar el BCRA y dolarizar la economía, ambas cuestiones que fueron desinflándose a poco de andar y que generan dudas, incluso en sus actuales aliados de JxC.
En el búnker del oficialismo rescatan el libro blanco de la Unión Industrial, que hoy preside Daniel Funes de Rioja y en la que el grupo Techint pisa fuerte. Ese paper acepta las paritarias abiertas y, aunque se exijan nuevas normas laborales, no hay una propuesta de flexibilización laboral, sino renegociaciones tripartitas para sectores puntuales y proyectos futuros.
De todos modos, se insiste en la necesidad de una reforma tributaria. Ahí coincide todo el abanico empresario. Por ejemplo, desde IDEA viene reclamando en al menos los últimos seis coloquios anuales menos impuestos y más eficientes. También en las últimas horas, desde Amcham por ejemplo, que está ubicada conceptualmente en una vereda diferente a la UIA, en un documento con diez propuestas para el próximo gobierno que se conoció esta semana, se incluyó entre los principales pedidos una “reforma impositiva y laboral a nivel nacional, provincial y municipal con el objetivo de equiparar derechos y obligaciones”.
Los empresarios quieren discutir una reforma impositiva y laboral
Hay otro factor que resultará un aliado clave para el próximo presidente, sea quien sea: hay tres sectores claves que serán locomotora de la economía 2024, aunque se descuenta que el primer semestre sería recesivo. Por un lado, el energético, que traccionará con el gasoducto en pleno funcionamiento en junio 2024 a toda Vaca Muerta y aportará dólares reduciendo la demanda de divisas para importar energía. Algo similar a lo que pasaría con el litio en el norte, y el campo, que el año próximo aportará US$20 mil millones.
Con todo, esos recursos adicionales podrán quedar cortos cuando entren en juego los vencimientos de la deuda. En esa dirección, se viene un jugador clave para el próximo presidente: el FMI, que podría hacer la vista gorda sobre la cuentas de este año pero que exigiría más disciplina fiscal para prorratear vencimientos y renegociar el stand by. Ahí se verá si los técnicos preferirán, como dice el refrán, “viejo conocido o nuevo por conocer”.
