Hoy se pone en juego mucho más que unas primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Los más de treinta millones de ciudadanos habilitados para votar empezarán a definir el camino a la sucesión presidencial y el escenario de fin de mandato que le espera a Cristina Fernández de Kirchner. Con una eventual “re-re” fuera de agenda, oficialistas y opositores estarán atentos a los resultados para comenzar a plantear estrategias a futuro. Algunos podrán anotarse en la grilla de partida para 2015, otros deberán seguir esperando una oportunidad para subirse, y habrá también quienes quedarán prácticamente descartados.
Ilusión o resignación es lo que vivirán al final de la jornada figuras como Cristina, Daniel Scioli, Sergio Massa, Mauricio Macri, José Manuel de la Sota, Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió, entre otros. Un buen resultado en agosto les permitirá reposicionarse de cara a las elecciones generales de octubre. Y un buen resultado en octubre los dejará dentro del ring para el futuro.
La Presidenta juega un partido especial. Los votos serán una de las claves para ver qué margen de decisión tendrá respecto de su eventual sucesor. Una buena elección no sólo le permitirá mantener la mayoría parlamentaria, sino que también demostrará que su figura puede traccionar a sus candidatos a pesar de que ella no está en la boleta. Eso ilusionará a gobernadores y funcionarios que pretenden que el dedo presidencial termine eligiéndolos. Una mala elección acelerará las definiciones de actores que todavía juegan en el redil oficialista pero que empezarán a buscar nuevos rumbos. Para respirar satisfecha, Cristina necesita sumar cerca del 40% de los votos a nivel nacional y evitar una derrota de Martín Insaurralde contra Massa en territorio bonaerense.
En parte, la mandataria comparte apetencias con Scioli, con quien hasta hace pocos meses mantenía una traumática relación. El gobernador bonaerense está preocupado sólo por el resultado bonaerense. Un amplio triunfo de Massa pondría puntos suspensivos a sus planes presidenciales. Tampoco le conviene un cómodo triunfo kirchnerista, ya que su figura terminaría opacada por la de Cristina. En el equilibrio es donde Scioli se sentiría más cómodo.
En una situación similar está Macri, que selló un acuerdo con Massa en la Provincia pero que vería perjudicadas sus aspiraciones si éste saca una diferencia sustancial. Además, el líder del PRO necesita un sólido triunfo de Gabriela Michetti y Sergio Bergman en Capital. Si en la categoría de diputados no gana, el panorama se le puede empañar, sobre todo porque en octubre podría perder el control de la Legislatura porteña. La mirada también la tendrá puesta en cómo terminen sus candidatos en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
En el peronismo, en tanto, son muchos los que buscarán mostrarse triunfadores en sus provincias, para por lo menos quedar bien parados y ver qué pasa en los próximos dos años. Oficialistas como Sergio Urribarri, Jorge Capitanich o Juan Manuel Urtubey entran en esa lógica, así como un opositor como De la Sota.
En la otra vereda también hay posicionamientos en juego. Binner necesita ganar con la mayor diferencia posible en Santa Fe, para así compensar la falta de resultados propios en el resto del país. Julio Cobos, en Mendoza, buscará volver a las primeras planas y quedar como presidenciable de un radicalismo que busca consolidarse en el interior. En Capital, el frente UNEN puede salir fortalecido. La principal beneficiada sería Carrió.
La cuenta regresiva hacia 2015 ya comenzó, y el primer capítulo se empezará a escribir hoy en las urnas.
En defensa de las PASO
Mucha gente centra sus críticas al sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en el hecho de que hay fuerzas, como el PRO o el Frente para la Victoria, que no presentan más de una lista de precandidatos. Más allá de que el dato es erróneo (el kirchnerismo definirá hoy candidatos en ocho distritos), el espíritu de la ley no es obligar a los partidos o alianzas a tener competencia interna sino darles una red de contención a aquellos que sí la tengan.
¿Por qué exigirle a una fuerza que proponga más de una lista si puertas adentro no hay nadie que tenga una visión contraria a la del líder? Nadie en el kirchnerismo o en el macrismo planteó que pretendía ser candidato y no lo dejaron. ¿Por qué se obliga entonces a las fuerzas a presentarse igual? Porque, de lo contrario, el electorado terminaría definiendo candidatos de fuerzas a las que quizás nunca votaría, desvirtuando así el mecanismo. “Pero que no sean obligatorias”, podría retrucarse. Y en ese caso, las beneficiadas terminarían siendo, como siempre, las grandes estructuras partidarias, que con el peso del aparato pueden inclinar una elección.
¿Qué habría pasado si en los 80 Carlos Menem y Antonio Cafiero hubieran definido su interna con este sistema? ¿Y si lo hubieran hecho Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Alvarez en la Alianza? ¿O Kirchner, Menem y Rodríguez Saá en 2003? ¿Cómo habrían definido las listas en UNEN este año? Las PASO son una herramienta que, más allá del objetivo que haya tenido Kirchner al impulsarlas, vienen a ayudar a ordenar el sistema político y a evitar la dispersión. Claro que podría tener mejoras, como dar más incentivos (en fondos y espacios publicitarios) a quienes tengan competencia interna. Pero eliminarlas sería un retroceso.
Como todo proceso, el tiempo aceitará su funcionamiento. Los dirigentes entenderán sus beneficios y se animarán a pelearles espacios a las conducciones.
Ya este año hay 44 fuerzas en todo el país que tendrán internas. Y hay quienes ya están pensando en dirimir candidaturas presidenciales en 2015 con el mismo mecanismo. Ojalá que así sea.