Los une una infancia atípica, con los juegos y la inocencia propios de la niñez pero atravesada por la decisión de sus padres de empuñar las armas. Son hijos de militantes montoneros que pasaron parte de su infancia en una guardería que la conducción de esa organización guerrillera instaló en La Habana, a fines de los '70, para protegerlos mientras sus padres organizaban operaciones montoneras en otros países.
La mayoría de estos militantes participó de las frustradas contraofensivas de 1979 y 1980 para regresar al país en plena dictadura. Lejos de una Argentina convulsionada por la violencia, secuestros y desapariciones, esos niños vivieron sus primeros años en una Cuba signada por el socialismo y la Revolución, cuya figura máxima en la escuela era el Che Guevara.
Tenían “tíos”, como ellos llamaban a Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja o Roberto Perdía, los jefes montoneros exiliados en el exterior, que los visitaban mientras la mayoría de sus padres volvían a la Argentina en un intento irracional de golpear a los militares. Las vivencias de esos chicos de entonces, hoy de entre 30 y 40 años, se verán reflejadas en la película que filmará una de ellos: Virginia Croatto, hija de los militantes montoneros Susana y Armando Croatto, ex diputado de la Juventud Peronista. Virginia tenía 3 años cuando llegó en enero de 1980 a la guardería, junto con su madre y su hermano Diego, de 7.
Gracias a un acuerdo con Fidel Castro, el gobierno cubano cedió a Montoneros una casa en La Habana. El medio centenar de niños que a lo largo de cuatro años y medio –de 1979 a 1983– pasaron por ella, no superaban los 9 años e, incluso, había bebés. Todos venían de situaciones traumáticas, huyendo de los secuestros y la muerte. Para ellos, la guardería sería un espacio de contención afectiva y relativa seguridad.