La izquierda, nucleada en el Frente de Izquierda y los Trabajadores, no pudo repetir en la Ciudad de Buenos Aires los notables éxitos cosechados en otros lugares del país –especialmente Salta y Mendoza pero también Neuquén y otras provincias–. Pese a la enorme cantidad de militancia desplegada, que creció significativamente en los últimos años, y a la visibilidad de sus candidatos en los medios de comunicación, el “cuarto lugar” tiene sabor a poco ya que apenas superaba el 2%.
El resultado para el resto de las numerosas fuerzas fue un fracaso, tanto para la izquierda más nacional-popular (Camino popular, con Claudio Lozano e Itai Hagman), el “amigo del Papa” Gustavo Vera, la “nueva izquierda” de Alejandro Bodart, el espacio de centroizquierda que incluyó a Sergio Abrevaya y Humberto Tumini (y fue apoyado por Margarita Stolbizer), y el kirchnerismo vinculado a la “familia comunista” (Nuevo Encuentro, Carlos Heller y Pablo Ferreyra, este último por fuera del FPV y con apoyo del PC). Aníbal Ibarra, que intentó nuevamente una reivindicación en las urnas, sólo obtenía un 2%.
En una elección donde ganó el imaginario de “la gestión” (incluso en la propia interna de Pro), la izquierda apareció fragmentada y no terminó de salir de un tono denuncialista que no pegó en un contexto en el que la nueva derecha, festiva, “buena onda”, duranbarbista y positiva logró construir una hegemonía impensada hace años en una ciudad otrora “progresista”. Luis Zamora, casi sin campaña ni militancia, parece conservar su pequeño nicho residual de mejores épocas y mayor presencia pública.
A diferencia de los espacios provinciales, en los que la izquierda (especialmente el FIT) aparece como un polo de rechazo a las castas gobernantes y en defensa de los de abajo, el escenario porteño parece diferente y presenta numerosas dificultades. Y posiblemente requiera de otras fórmulas e imaginación política. No obstante, el FIT respiró al pasar las PASO, lo que le permitirá atraer en las próximas los votos de varios de los partidos que quedaron afuera.