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La película que ya vimos

La suma de todas las coincidencias.

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Las comparaciones suelen ser odiosas. Pero, a veces, resultan muy útiles. El “caso Skanska” parece tener una partida de nacimiento muy similar al caso IBM-Banco Nación de hace una década. Y hasta comparten el mismo investigador.

También aquí todo empezó por facturas “truchas”, imprescindibles para maquillar en los balances de empresas internacionales pagos injustificables, por los que nadie da recibo.
No falta el vínculo con el Estado. Skanska le pidió a una de las 23 empresas fantasma a las que recurrió que le facture por falsos manuales destinados a un gasoducto. La contabilidad de esas construcciones privadas son controladas por el Enargas y la Secretaría de Obras Públicas, dos áreas que ya generaron no pocas suspicacias. Ambas dependen directamente del no menos controvertido y poderoso Julio De Vido.
La financiación pública de estas obras proviene de los multimillonarios fondos fiduciarios que maneja este gobierno, alejados de controles molestos y de auditorías inconvenientes.
Y así como IBM, tras el affaire con el Nación y también con la DGI, decidió bajarse de cualquier contrato con el Estado, Skanska anunció a este diario que va a hacer lo mismo. ¿El motivo? No le puede garantizar a su casa matriz en Suecia que respetarán su estricto código de conducta.
Facturas truchas. Empresas fantasma. Dinero, mucho dinero, que nadie sabe hacia dónde fue. Compañías que echan a su conducción. Algún preso de poca monta. Funcionarios sospechosos.
¿Esta película no la vimos ya muchas veces?