Elisa Carrió ya no se calla nada. Está cansada, agotada, pero sigue convencida de que el límite que no puede romper es la subsistencia de Cambiemos. Sin embargo, la cuerda la va a seguir tensando ante cada decisión gubernamental con la que no coincida, sobre todo mientras no arranque el cronograma electoral. Y espera que desde el otro lado, desde la Casa Rosada, se la tenga en cuenta a la hora de definir políticas trascendentales.
El margen de maniobra que todavía queda hasta que se inicie la campaña electoral es lo que llevó a Carrió a endurecer sus cuestionamientos internos sin anestesia. Desde que se calmó la escalada del dólar, en octubre, arremetió primero contra Germán Garavano y después contra Daniel Angelici y el propio Mauricio Macri (“va a tener que elegir”, le espetó).
Ahora, volvió a la carga contra el reglamento de uso de armas de Patricia Bullrich y el proyecto para que las empresas puedan volver a financiar las campañas electorales de manera directa. “Habla ahora, para no tener que hablar dentro de seis meses”, explicó un dirigente de la Coalición Cívica-ARI. Dentro de seis meses, claro está, ya estará en marcha la campaña y cada pelea puede afectar las chances de Cambiemos.
Para el momento clave del cierre de listas, sin embargo, nadie descarta que vuelva a crujir la coalición de gobierno. Es que Carrió estará muy atenta al reparto de los espacios, tanto a nivel nacional como en la Ciudad de Buenos Aires, donde para el año próximo los radicales (con el Tano Angelici adentro) intentarán sumar espacios de poder. En la CC-ARI ya no descartan que deban competir en internas para definir las listas. La estrategia 2019 empezará a debatirse en un congreso partidario el sábado próximo.
¿Será candidata Lilita? En su entorno hay quienes esperan que no, preocupados sobre todo por su salud. No quieren que tenga que poner el cuerpo en otra campaña, más después de un año de mucho desgaste personal después de una dura enfermedad que sufrió un hijo del alma. Antes de irse de viaje a Israel, en noviembre, reconocía que todavía no había podido hacer el necesario duelo.
Muchos se la imaginan como candidata a senadora, pero ella duda (tiene mandato como diputada hasta 2021). Si se lo piden, aseguran los lilitos, podría aceptarlo. Pero son pocos los que se la imaginan sentada en el Senado. Nadie duda, igual, que hará campaña por Cambiemos.
Mientras tanto, Carrió le dijo a su equipo que no tendrá apariciones mediáticas hasta enero (antecedentes muestran que eso se puede alterar con el solo impulso de salir a hablar), y también limitó su participación en actividades públicas. Esta semana, de hecho, ni se apareció por Diputados por más que hubo dos sesiones. Eso no le impidió estar activa, con reuniones en Capital en las que definió la postura en torno al protocolo de Bullrich (dicen que la sigue queriendo pero que cree que se le está “yendo un poco la mano”), el pedido de destitución a los camaristas que absolvieron a Carlos Menem, la denuncia contra el juez Rodríguez y la presentación de un informe sobre el devenir de todas las causas que presentó junto a su equipo desde el kirchnerismo.
Los tres años como oficialista también son un aprendizaje para Carrió. Puso la cara para defender, calló cuando le convino y disparó para marcar la cancha. Al principio se encargaba de dejar afuera de las críticas a Macri; ahora ni siquiera eso. La cuerda se sigue tensando, pero ella sabe que su único lugar hoy está en Cambiemos y no puede romper porque significaría el regreso del populismo. El macrismo sabe también que si bien la imagen de Macri parece haber encontrado un piso pese a la crisis, se podría romper con una Lilita desde afuera cuestionando los valores que Cambiemos dice representar. Por ahora, el matrimonio les sigue conviniendo a todos.