Gabriel Brito, dueño de la quebrada global Pharmacy que aportó 310.000 pesos a la campaña K -según él, sin saberlo-, enfiló hacia el cuarto piso de la Obra Social Bancaria (OSBA), en la calle 25 de Mayo 182. Llevaba en sus manos un cheque librado por la obra social, y endosado por la droguería San Javier, por 19.300 pesos. Tenía impresa la leyenda “sin fondos”.
Quien lo recibió, a escasas cuadras de la Casa Rosada, en una soporífera tarde de febrero de 2008, fue Claudio Ferrari, ex gerente de Finanzas de la OSBA, hoy preso en el marco de la megacausa del Farmagate. “ Andá a cobrarle el cheque a San Javier, no a mi", lo despidió Ferrari entre gritos, y mandó a llamar a la policía.
En el hall del edificio esperaba un agente policial, que frenó a Brito en seco. Lo interrogó, le pidió el documento, y le achacó haber amenazado al gerente Ferrari, hombre de extrema confianza del sindicalista Juan José Zanola. Brito le enseñó el cheque. Dice que al policía se le transformó la cara. Pasaron pocos minutos para que Néstor Lorenzo -el apresado dueño de San Javier, de fluidísima relación con Zanola y Ferrari, llamara al celular de Brito. “Vení a cobrar”, dijo Lorenzo, lacónico, y cortó.
Brito se corrió hasta la oficina de la droguería, en la calle Pedro Goyena, en el barrio porteño de Caballito. Lorenzo no quería mayores escándalos. Por esos días, la maquinaria financiera de los cheques hacía funcionar a la perfección a la aceitada mafia de los medicamentos truchos, y no convenía que Brito transformara su enojo en una denuncia.