POLITICA
un operativo invisible

Los custodios que protegen la vida del Papa

El Vaticano envió ocho agentes propios a Brasil para cuidar a Francisco. Son el primer círculo de seguridad a su alrededor. El jefe es ex espía de los servicios secretos italianos.

Men In Black. De traje, los hombres de la Gendarmería vaticana y de la Guardia Suiza se anticipan a cada movimiento de Bergoglio.
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A bordo del avión que transportó al Papa desde Roma hasta Río de Janeiro, ocho hombres viajaron con la misión de convertirse en las sombras de Francisco durante su primera gira internacional. El Vaticano los envió a Brasil para garantizar la seguridad y proteger la vida de Jorge Bergoglio. Discretamente, los custodios papales cumplen con la difícil tarea de anticiparse a cada movimiento del pontífice más inquieto de los últimos tiempos en una de las ciudades más violentas del mundo.

Aparte del megaoperativo de seguridad que dispusieron las autoridades brasileñas, cuestionado por fallas visibles en organización, la Santa Sede eligió a sus propios hombres para actuar como guardaespaldas de Francisco. Son el primer círculo de contención alrededor del Papa: esta semana se los pudo ver rodeándolo a pocos centímetros en la bienvenida callejera a Río, en la visita a San Pablo o en el recorrido por una favela.

Seis de ellos son agentes del Cuerpo de Gendarmería de la Ciudad del Vaticano, la fuerza de policía del pequeño Estado que también se encarga de la seguridad del Papa en sus giras por el exterior. Otros dos pertenecen a la Guardia Suiza Pontificia, el cuerpo militar vaticano, que constituye el ejército profesional más pequeño del mundo.

El jefe del grupo es el comandante Domenico Giani, inspector general de la Gendarmería del Vaticano. No hay imagen de Francisco en Brasil en la que no aparezca cerca de él ese señor calvo de 47 años. El ex miembro de los servicios secretos italianos asumió su actual cargo en 2006, cuando reemplazó al histórico Camilo Cibin, custodio personal de seis papas durante casi sesenta años.

Luego de haber integrado el equipo de seguridad de Juan Pablo II, Giani fue designado sucesor de Cibin gracias a la confianza que alcanzó con Joseph Ratzinger cuando era cardenal. Al frente de la custodia de Benedicto XVI, tuvo su minuto de fama durante la misa de gallo en 2009, cuando tackleó a una joven que intentó abalanzarse sobre el Pontífice. También acompañó a Ratzinger en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, donde montó un operativo invisible que incluyó a agentes con ametralladoras bajo sus abrigos y varias vías de escape.

“La cercanía de Francisco con los más débiles es muy hermosa y apreciada por la gente –comentó Giani en una reciente entrevista con la revista Polizia Moderna–. Obviamente, esto implica una férrea actividad de prevención. El Papa estaba acostumbrado a viajar en colectivo, en metro o a pie, y al principio quería trasladarse de forma bastante informal. Pero después comprendió cuáles son las exigencias de su función”.

Junto a Giani viajaron cinco agentes de la Gendarmería del Vaticano: Mauro De Horatis, Gianluca Gauzzi, Luca Cintia, Davide Giulietti y Luigi Trombetta. A ellos se suman el teniente coronel Christoph Graf y el capitán Lorenzo Merga, ambos de la Guardia Suiza.

Giulietti es el número dos de Giani. Durante el papado de Benedicto XVI fue el encargado de asegurarle privacidad en los jardines vaticanos: solía adelantarse a los paseos de media hora de Ratzinger para despejar los caminos.
Gauzzi y Cintia testificaron el año pasado en el juicio contra el mayordomo papal Paolo Gabriele, acusado de filtrar documentos. Gauzzi había sido uno de los gendarmes que hallaron los papeles robados de Gabriele, mientras que Cintia fue el responsable de su detención y custodia.

Las chances de que ocurran imprevistos aumentan por la espontaneidad de Bergoglio. Son ocho para evitarlo.