Los "motochorros del siglo" pasaron a la historia. Habrá que ver cómo avanza la investigación judicial, pero el robo de los 360 mil pesos al empleado de presidencia, Rodolfo Stefanon, quedará como uno de los asaltos más grandes a la Presidencia de la Nación y se sumará desde hoy al listado de los saqueos que conmovieron al poder y violaron la seguridad de los políticos argentinos.
Hace dos años, en un curioso episodio en la mismísima Casa Rosada, desaparecieron la banda y el bastón presidencial que portó el radical Arturo Frondizi. Ocurrió mientras se desarrollaba en el Congreso de la Nación el funeral de Alfonsín y la investigación descansó en el juzgado de Marcelo Martínez de Giorgi.
Pero no fue el único episodio reciente de inseguridad vinculado con la Presidencia. En 2007 desconocidos sustrajeron del Museo Histórico Nacional en la Casa Rosada el bolígrafo de oro que perteneció al ex presidente Roberto Ortiz y dos relojes antiguos que fueron de los presidentes Agustín Pedro Justo y Nicolás Avellaneda sin contar, también en el mismo año, el robo del reloj de Manuel Belgrano.
La historia suma otros hechos de esta naturaleza, algunos con el mismo impacto político que provocó el robo de los 360 mil pesos a Rodolfo Stefanon, el funcionario que trabajaba en la Rosada desde 2005.
El investigador Daniel Balmaceda recuerda ante Perfil.com que el robo de la recaudación en 1631 llegó a vaciar las arcas del Estado. Ocurrió el 16 de septiembre cuando el chileno Pedro Cajal y el indio Juan Puma accedieron como boqueteros al fuerte donde está emplazada la Casa Rosada. Se llevaron 9.477 pesos de la oficina de Contaduría. Fue el primer robo boquetero de la historia argentina, según el historiador.
Le siguió otro episodio antológico, en febrero de 1821. Ladrones entraron de noche al Cabildo y robaron el cofre que resguardaba los caudales de la Ciudad llevándose consigo un botín que ascendía a los 3.247 pesos. Para la época, las sumas eran cuantiosas.
Pero hasta Juan Manuel de Rosas sufrió la "sensación de inseguridad". En 1845, durante su gobierno, un uruguayo llamado Andrés Villegas llegó a la Casa de la Moneda disfrazado de paisano. Con una carta falsificada con la firma de Rosas pidió un pago para su tropa. Cuando recibió el dinero, escapó. Según Balmaceda, el botín fue de dos millones de pesos de aquel entonces.
No se salvó ni El Libertador. "En 1801, cuatro ladrones asaltaron a San Martín cuando transportaba el sueldo de toda su tropa. Fue en el camino a Valladolid. Le quitaron toda la plata, unos 3350 reales que tenía y lo dejaron mal herido en el lugar", recordó el historiador.
Mucho más reciente, en 1964, le tocó al sable de San Martín, en el Museo Histórico Nacional en Parque Lezama. Tiempo después fue recuperado y “ahora lo tienen en custodia en el Regimiento de Granaderos a Caballero sobre avenida Luis María Ocampo y Soldado de la Independencia, en Las Cañitas".