Entrevistado por Jorge Fontevecchia en Canal NET, el jefe de Gabinete Marcos Peña se refirió especialmente a la inflación, a las metas fiscales, el tipo de cambio y la desvalorización del peso. "Creo que el principal problema fue la inconsistencia entre la velocidad de reducción del déficit y la velocidad de reducción de la inflación, más aun que lo que mencionamos, y eso lo hemos dicho y remarcado y creo que a partir del año pasado entramos en un camino que nos permite estar mucho más confiados de que lo estructural (más allá de la dinámica, del corto plazo) estamos encaminados a lograr esas metas que nos habíamos planteado, "dijo Peña.
A continuación, el fragmento de la entrevista:
Jorge Fontevecchia: Y decime, Marcos, ¿vos también creías como el presidente en 2015 que la inflación era fácil de solucionar?
—Yo escuchaba a los equipos económicos nuestros con la convicción —y de hecho, así se demostró con la meta de inflación, que tuvo bastante consenso dentro del equipo económico— de que era un camino posible. Uno ahí escucha a los especialistas, y ellos, más allá de los matices que cada uno tenía, obviamente, sobre todo por la velocidad del plan fiscal, la gran diferencia en todo caso pasaba por ese diagnóstico. Pero hay un dato inobjetable: más allá de la velocidad, prácticamente todos los países del mundo han resuelto el tema de la inflación. Entonces decís, bueno, la velocidad y la dificultad son elementos a tener en cuenta, pero claramente el problema no es de una complejidad infinita. Para los argentinos ha sido difícil de resolver, pero la línea clara de hacia dónde hay que llegar para solucionar la inflación hoy es absolutamente unánime, no hay mucha diferencia. Me parece que hay que separar el proceso de la receta, el camino para lograr eso. Ahora, evidentemente en la Argentina eso todavía no terminó de ser una política de Estado, porque si la expresidenta Cristina Kirchner plantea que la emisión monetaria no genera inflación, cuando todos los economistas de todos los colores políticos y de los países más importantes y no tan importantes del mundo coinciden en que sí, bueno, es un desafío.
—Perdoname, Marcos. Yo creo que hay cuestiones que son opinables y otras que aun sin ser economista parecen más o menos fáciles de ser percibidas. Si vos ibas a devaluar 80%, pasar el dólar de 9 a 15 pesos y a aumentar las tarifas, en algunos casos con tres cifras porcentuales, ¿no era obvio que ibas a aumentar la inflación y que por lo tanto, ese no era un plan antiinflacionario?
—Cuando uno mira el plan de metas fiscales, incorporaba el elemento de lo que iba a ocurrir en la normalización, más allá de que hubiera distintas opiniones. Y creo que la discusión más fuerte, más que esas medidas, tiene que ver con la velocidad del plan fiscal. Creo que el principal problema fue la inconsistencia entre la velocidad de reducción del déficit y la velocidad de reducción de la inflación, más aun que lo que mencionamos, y eso lo hemos dicho y remarcado y creo que a partir del año pasado entramos en un camino que nos permite estar mucho más confiados de que lo estructural (más allá de la dinámica, del corto plazo) estamos encaminados a lograr esas metas que nos habíamos planteado.
—¿No ven que ahora hay otro problema que no sea (porque primero eran las metas fiscales, ahora son los agregados monetarios), por ejemplo, la emisión cero, porque hay muy baja emisión, se entiende al déficit fiscal cero, hay superávit comercial pero aún así la inflación es 40%, 50%? ¿No ven que hay un problema inercial en un país que tuvo el 2002, que no sirven las mismas estrategias que sirvieron en otros países para eliminar la inflación?
—Hay dos cosas que son distintas. Si uno piensa que con emisión monetaria, que con el BCRA intervenido, con el financiamiento del BCRA al Tesoro…
—Estamos todos de acuerdo, la pregunta es…
—¡No, no estamos todos de acuerdo! Ahí está el punto central de los 10 que hemos planteado. Hay algunas cosas que son básicas en las que tenemos que estar de acuerdo para darle más velocidad al proceso de convergencia de la reducción. Porque parte del riesgo político es que no transmitamos como dirigencia que estamos de acuerdo en que este es el objetivo que tenemos que tener.
—Entiendo. ¿En el 2015, no resultaba lógico que si vos subías 300% las tarifas y 80% el dólar y ya tenías una inflación del 25%, no ibas a poder bajar la inflación?
—La inflación de 2017 te demuestra que iba rumbo a una inflación cada vez más baja.
—¡Más baja respecto de la de 2016!
—Sí, en un sendero de reducción. Luego ocurre en abril de 2018 un movimiento cambiario que hace más compleja la situación y el riesgo político del que hablamos hoy, que le pone presión al tipo de cambio. El movimiento del tipo de cambio y la inflación hoy van muy de la mano.
—Hoy el pass-through es absoluto y claro, cada vez creciente. La pregunta es: parecía tan lógico, una ama de casa te podía decir que si aumentás el dólar 80% y tocás comestibles o productos transables, y aumentás las tarifas 300%, parece tan lógico que eso no podía ser un plan inflacionario ese año. Vos podés decir después dentro de dos años y etc. Pero como se había planteado…
—Pero no planteamos que ese año iba a bajar la inflación, Jorge. No es real para lo que pasó en ese momento. Yo creo que …
—Las medidas de inflación de ese año eran más bajas que la inflación del año anterior.
—En ese contexto, el equipo económico planteó que las metas de inflación eran un anclaje que podía servir para las expectativas de inflación. No alcanzó durante un proceso, cuando colapsa el tipo de cambio por la falta de financiamiento, y ahí volvemos al problema fiscal. Es bastante clara la discusión: si vos necesitás una fuente de financiamiento muy grande para poder sostener esa convergencia y esa fuente de financiamiento se corta, la incongruencia entre lo fiscal y lo inflacionario se va a ver reflejada en el tipo de cambio, y eso lo que pasó…
—Vos lo que decís es que si se hubiera reducido el déficit fiscal, más se hubieran podido cumplir el primer año las metas de inflación.
—No estoy diciendo eso. Las metas de inflación nunca fueron pronósticos ni objetivos, fueron anclas que en su momento largaron Prat-Gay y Sturzenegger para generar una expectativa de baja. Nunca fueron un pronóstico, siempre lo dijimos muy claro. Lo que te indicaban era un sendero, que era muy ambicioso en su velocidad, más que las metas fiscales. El problema fue que eso generó —entendiendo igual que fue una de las reducciones fiscales más grandes de la historia contemporánea de América Latina: 6 puntos del PBI en 3 años y medio.
"Las metas de inflación nunca fueron pronósticos ni objetivos, fueron anclas"
—Lo que demuestre claramente que la inflación no depende exclusivamente del equilibrio fiscal.
—Me parece que es un error ese análisis, Jorge. Porque el problema es que seguís teniendo una vulnerabilidad externa tal que cuando se corta ese financiamiento, se deprecia tu moneda, y cuando tenés una depreciación como la que tuviste, eso va a impactar sobre la inflación. Me parece que se quiere forzar una conclusión que no comparto.
—¿No notás que el pass-through cada vez es mayor, que cada vez la devaluación pasa más rápidamente a precios?
—Yo creo que tiene que ver mucho hoy lo que lo que explica la mayoría de los especialistas económicos, más el tipo de cambio con lo que está pasando con el riesgo político que con el proceso, y eso obviamente genera presión sobre el proceso inflacionario.
—Hoy. ¿Y en el 2018?
—Lo mismo. Ahí hubo que absorber una devaluación muy grande, pero que no fue un pass-through equivalente. No hubo una inflación del 100% y la moneda se depreció 100%.
—80-40 fue en 2016. Yo me refería al 2018, el año pasado…
—No, digo en 2018: fue 100% el cambio de la moneda y la inflación fue menor, de cincuenta y pico. O sea, la mitad.
—Ahora, la mitad…
—Por supuesto que es una depreciación muy grande…
—…pocos países del mundo tuvieron un pass-through así.
—¡No, no es cierto!
—Brasil devaluó 100% en el 99 y el pass-through fue 10%. Argentina devaluó el 300% en 2002 y el pass-through fue 40. Evidentemente, hay una sensibilidad especial que los argentinos tienen respecto al dólar, uno tendría que reconocer que en la Argentina…
—Por supuesto, está claro. Especialmente, más que una cuestión con el dólar, una debilidad del peso. Tenemos la tarea de construir una moneda. Pero ahora me parece que, relativizando los problemas en cualquiera de los casos, incluyéndonos a nosotros, vamos alejarnos de la solución. Si me preguntás a mí, creo que el gran desafío que tuvimos en diciembre de 2015, cuando asumimos sin reservas, en default, con cepo cambiario y tarifas totalmente atrasadas, sin sistema energético, ni de estadísticas, ni institucional… Uno se olvida de eso. Desde ese lugar, la normalización y el emprender un camino de velocidad que permitiera construir confianza para salir de esa situación y evitar una gran crisis, que era lo que según todos los indicadores del tablero tenía que ocurrir, porque la Argentina estaba quebrada desde ese lugar.
Hacer un análisis aislando variables me parece un error, porque lo que se logró de poder enderezar el camino, evitar una gran crisis, empezar un proceso de cambio, empezar un proceso de crecimiento. El primer semestre de 2018 fue muy claro en ese sentido. Y obviamente uno dice “bueno, pero tenías que prever ese shock externo que ocurrió”. Es posible. Pero aunque pudieras haberlo previsto —y esa era una discusión con los fiscalistas, que decían que había que hacer 10 puntos de ajuste fiscal el primer año—, creo que eso subestima el contexto político y social y subestima la necesidad de un sendero de protección social, de construcción de consensos, del Gobierno parlamentariamente más débil de la historia de Argentina.
"Se logró de poder enderezar el camino, evitar una gran crisis, empezar un proceso de cambio, empezar un proceso de crecimiento"
—Y a los economistas que les decían que se podía reducir la inflación en ese contexto del propio 2016, ¿el Presidente y vos les pasaron factura, les dijeron: “che, vos me dijiste que iba a pasar esto y pasó cualquier otra cosa”, que explicaron mal? ¿Dieron alguna explicación de por qué ellos creían que la inflación de 2016 iba a ser (antes de Cristina Kirchner, antes del problema internacional, me quedo en 2016) menor que en el 2015 aumentando 80% el dólar y 300% las tarifas? ¿Tiene que ver con la salida de Prat-Gay a fines de 2016?
—Hubo muchas explicaciones y análisis, pero centralmente, Jorge, creo que…
—Y si vos se lo tuvieras que traducir a la gente que creyó eso…
—Yo creo que centralmente se explica por la enorme complejidad que era más profunda que la que veíamos de afuera, producto de un Estado totalmente opaco, de una transición en muy malas condiciones y de una actitud también muy compleja en términos de vocación de construcción de consensos y de apertura. Ese contexto político sin duda es lo que explica gran parte de lo económico, independientemente de las discusiones posteriores de matices e instrumentos.
¿Se acuerdan del Plan Bomba, como le decían en 2015? Después mutó a “La Resistencia”. Si uno lo piensa desde esa perspectiva, creo que va a encontrar conclusiones más ricas que si aísla el proceso económico y los procesos específicos de cada uno de los actores. Volvemos a los 10 puntos, a la necesidad de que los consensos… el otro día me lo decía Felipe González, me pareció una idea muy interesante, nos decía en una cena “me impacta la cantidad de gente que me dice en privado cosas que no puede decir en público en este país respecto a consensos que deberían ser obvios”. Como me decía alguna vez un dirigente uruguayo, “en el Frente Amplio la izquierda pide por el investment grade, pide por cuidar los mercados” y acá estamos discutiendo si la emisión genera inflación o si el déficit fiscal es importante o no. Esa pobreza del debate político público —¡porque en privado todos te reconocen que estas cosas son obvias, Jorge, no se discuten más!
—¡Pasó lo mismo en 2016, son cosas obvias! (risas) Coincido plenamente. Vos hablabas de Felipe González y de un acuerdo. Alfonso Prat-Gay dice que él propuso un acuerdo político y que el problema no fue económico sino político: él propuso un acuerdo político junto con las metas de inflación y vos se lo bochaste. ¿Hubo una propuesta? ¿Se analizó en algún momento?
—Él creyó que había que hacer un acuerdo de precios. Nosotros creemos —y al día de hoy vemos ese problema; no un acuerdo político, un acuerdo de precios y salarios— que hay un enorme problema fruto de la fragmentación. Y lo vivimos un año después, hicimos una mesa de la producción y el trabajo, acompañando este reclamo. Estaban los empresarios y los sindicalistas. Comenzamos a trabajar una agenda. Primer punto: la dirigencia empresaria dijo que no tiene mandato para negociar, no podemos acordar nada. Y entonces los sindicalistas preguntaron para qué los habían sentado en esa mesa. Y se terminó el diálogo. El riesgo de distorsionar algunas herramientas que por ahí servían un tiempo atrás en algunas sociedades más previsibles…
—Hoy es inviable eso en un determinado contexto político.
—Es muy difícil pero no por un contexto político solo de lo partidario, sino por la fragmentación que existe en nuestra sociedad. Hay que tener mucho cuidado. Lo mismo con la discusión del Consejo Económico y Social. Son herramientas que no tenemos ningún problema en liderar y de hecho hay muchas instancias de esos acuerdos. Pero muchas veces, cuando se traen a colación que hace 20, 30 años en otras sociedades, que tienen una central empresarial, una central sindical, dos partidos políticos…
—Que no tuvieron 2002.
—Claro. Uno mira a España: la España de hoy no es la de hace 30 años por la fragmentación. Y esta fragmentación está ocurriendo en cosas que van más allá de lo político. Entonces, la idea de que había una herramienta simple y fácil de coordinación que hubiera solucionado el problema creo que es un error. Entiendo que Alfonso creía eso. Lo que no es cierto es que no lo hacíamos porque era una cuestión de debilidad. Esa es otra discusión, que tiene que ver con la idea de que teníamos que hacer un acuerdo con el PJ. Algunos lo planteaban: “busquen al presidente del PJ, agarren al presidente de Cambiemos y hagan un acuerdo de partidos”. Y otros decían: “¿pero quién es el PJ hoy? ¿Es Cristina, es Sergio Massa, son los gobernadores?” El presidente del PJ en ese momento era Gioja.
No es un problema de no querer, sino de que cambió la realidad. Si uno plantea soluciones que desgastan la legitimidad porque generan expectativas que no se van a poder cumplir, creo que llega a un resultado errado. Y desde ese lugar, planteamos discutir sobre ideas.
"Algunos lo planteaban: “busquen al presidente del PJ, agarren al presidente de Cambiemos y hagan un acuerdo de partidos”
—Dejame llevar al futuro la discusión sobre el pasado. ¿Por qué sería distinto en un segundo gobierno del presidente Macri? ¿Qué pasaría distinto frente a estas imposibilidades de acordar, la fragmentación? ¿Cómo podemos ilusionar a la sociedad con que va a haber una economía distinta a partir del 10 de diciembre?
—Porque no vinimos a hacer lo que tuvimos que hacer estos cuatro años, vinimos a hacer lo que vamos a poder hacer a partir de ahora. Porque no teníamos reservas, ahora tenemos; no teníamos acceso al crédito; vamos a poder tener acceso al crédito, estamos seguros; no teníamos energía, ahora tenemos energía; no teníamos estadísticas, tenemos estadísticas; no teníamos un Estado profesionalizado, estamos en esas vías; no teníamos un diálogo político como el que tenemos hoy, etc. Se trabajó sobre los fundamentos, sobre las bases. Tardó más porque hubo que ir más profundo y porque eso generó una dinámica de muchas cosas. Pero estamos seguros de que el piso de donde arrancamos en 2019 no tiene que ver con el piso de diciembre de 2015. El esfuerzo tuvo un sentido.
—Comparémoslo: ustedes van a asumir —o quien asuma el 10 de diciembre— con superávit comercial porque se exporta más de lo que se importa, con los precios de las tarifas corregidos, sin déficit fiscal…
—Agregá un tipo de cambio competitivo.
—Entonces, uno podría decir que es mucho mejor que en el 2015. Paralelamente, también podría decir “sí, pero con el doble de inflación que en 2015, con un superávit comercial no porque exportemos más, exportamos menos, sino simplemente porque importamos menos porque hay recesión, lo que significa que a mediano plazo no es sostenible porque si crece la economía, volvemos a tener déficit comercial”…
—Es que no tengo dudas de que la economía va a crecer. Ahora, el punto central ahí es: el doble de inflación es sin tomar en cuenta todos los elementos de represión de la inflación que había en 2015. Con las tarifas, el tipo de cambio dual, etc., si vos lo proyectás te da una inflación similar a la actual en términos de lo estructural, no de la sensación.
Le podemos agregar un país que tiene conectividad digital (antes no la tenía); una mejor infraestructura que antes en trenes, puertos, autopistas, aeropuertos, que son elementos de competitividad; 170 mercados abiertos, que antes teníamos cerrados; vínculos con todos los países del planeta, que antes teníamos cerrados; el problema del financiamiento resuelto en gran parte con un organismo mucho menos hostil que el mercado, y así podés seguir…
—Ahora, con recesión.
—Sí, está claro. Pero entre 2011 y 2015 también tuvimos recesión como país. No es que en términos agregados la economía había crecido en esos años, Jorge. Objetivamente, fueron cuatro años entre 2011 y 2015 donde la Argentina no creció.
—No, pero entre 2015 y 2019 va a haber decrecido.
—Pero con una gran diferencia, que es un rearmado de las condiciones para crecer. Podemos seguir, por ejemplo…
—Mi pregunta es cómo creés vos que se va a lograr crecer a partir de…
—Por todos elementos. Si uno mira lo que ha sido…
—¿Pero no están hoy esos elementos también?
—Sí, pero hoy están muy condicionados por el riesgo político.
—O sea, vos decís que si se sacase el riesgo político, la Argentina despegaría.
—Que la Argentina entra en un proceso de crecimiento, no tenemos duda. Lo cual no implica —y no vamos a tropezar de vuelta con la misma piedra— que mágicamente se solucionen los problemas. Vamos a tener que seguir trabajando mucho porque pretendemos jugar en una liga mundial, tenemos que entrar, perfeccionarnos, esforzarnos como lo hacen todos nuestros competidores. Entender que no existe solución para los problemas actuales encerrándonos, que es un mundo súper desafiante, que da muchas oportunidades pero al mismo tiempo se vuelve cada vez más complejo. Y otro punto absolutamente esencial: seguir trabajando para cuidar nuestro marco de libertades, que no hay que darlas por sentadas. Desde ese lugar, me parece un error que aquellos que pretenden compartir una sociedad abierta de libertades reduzcan la discusión a algunos síntomas de corto plazo de lo económico.
Porque no estamos discutiendo lo estructural. Lo energético probablemente es una de las cuestiones más estructuralmente importantes de una economía. Eso estaba deficitario y rumbo a seguir profundizando el déficit, generando problemas de cuenta corriente, problemas por todos lados en la economía y hoy está en camino a volverse superavitario y a ser un país que logre volver a ser productor y exportador de energía. Ese es un tema absolutamente estructural; solo con eso se motiva una gesta desarrollista, de crecimiento. Y llama la atención, Jorge (porque acá creo que hay dos cosas que no se discuten), el no reconocimiento de ciertas cosas. No tenemos ningún problema en reconocer lo que no salió bien, lo que tardó más de lo que esperábamos, lo que se podría haber hecho mejor. Ahora ¿por qué no reconocen otros las cosas estructurales? Yo escucho a muchos candidatos que se reivindican desarrollistas, del crecimiento y no hablan de ciertas cosas. Ahí uno empieza a dudar si las discusiones son esas o si esconden un profundo deseo de volver al poder, no de servir a la sociedad.