María Cristina Picón, viuda del capitán del Ejército Humberto Viola, vive
modestamente en San Miguel de Tucumán, donde trabaja en tareas no docentes en una escuela pública
secundaria. Nunca se mudó pese a los múltiples ofrecimientos que recibió en los ’70 a raíz
del atentado que acabó con la vida de su esposo y de su pequeña hija de tres años, María Cristina.
Sus apariciones públicas han sido contadas en más de tres décadas. Su última incursión
mediática se conoció hoy cuando se difundió una carta dirigida al jefe del Ejército, Roberto
Bendini, en la que Picón le pidió que se abstuviera de realizar homenajes institucionales a Viola,
capitán abocado a comienzos de los ’70 a la represión antisubversiva en el Noroeste y
ultimado junto a su hija por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el mediodía del domingo
1 de diciembre de 1974, en la esquina de las calles San Lorenzo y Ayacucho de la capital tucumana..
En diálogo con
perfil.com Picón, a tono con la teoría de los dos demonios, denuncia que “se
cuenta la mitad de la historia” y se indigna con la “discriminación” que dice
sufrir. Sin embargo, a diferencia de otros familiares de militares de aparición pública, no ahorra
palabras críticas para los métodos aberrantes del terrorismo de Estado que aplicó la dictadura
militar.
“Me parece un espanto”, enfatiza sobre las represalias que se tomaron contra
supuestos militantes o allegados al ERP luego de la muerte de su esposo. La historia
cuenta que en la misma noche del atentado comenzó en Tucumán una cacería de brujas y exactamente al
año, el 1 de diciembre de 1975, un auto explotó con siete militantes de izquierda o supuestos
guerrilleros en la misma esquina en que mataron al capitán Viola y a su hija. “La represalia
de que hagan volar un auto me ha parecido un horror espantoso si con eso han querido hacer un
homenaje”. Duda de la autoría.
“También existía la Triple A en ese momento” por lo que “no se puede
asegurar que han sido militares como represalia a la muerte de un camarada”. Sentencia además
que “a mis muertos quiero que los recuerden con respeto; el hecho de volar un auto con gente
adentro ha sido un irrespeto”.
¿Tiene algún nexo con María Cecilia Pando y la gente que la rodea? Responde María Cristina
Picón:
“Absolutamente ninguno. Solamente cuando saco la bandera lo hago por mis muertos, no
me interesa hacer política, soy de los moderados”.
Acerca de si teme que su testimonio sea utilizado con fines políticos por parte de quienes
quieren reivindicar el accionar de la dictadura, afirma que “es problema de ellos”.
“Son tan parciales...Ellos se vuelcan para un lado, no me extrañaría que utilicen (mis
palabras) y que digan ‘mirá esta mujer no quiere nada de la institución
militar’”. “El homenaje se lo voy a realizar yo con la gente que quiero, que
tiene respeto por los muertos, de la institución no quiero nada”, advierte.
Picón guarda en su memoria reciente un homenaje de 2004 que no contó con la presencia de
Bendini “mientras que unos días antes había ido a la inauguración del Museo de la
Memoria”.
La viuda de Viola estima que “el gobierno provincial (de José Alperovich) no sabe ni
que existo, siendo Humberto, mi hija y yo tucumanos”.
Dice María Cristina que su familia “está bien”. Su hija Luciana nació
cinco meses después del atentado y vive en Tucumán, al igual que María Fernanda, que fue sometida a
ocho operaciones reparatorias del cráneo producto de las secuelas del ataque del ERP. Picón volvió
a casarse y tuvo en 1976 a su cuarta hija, Agustina, quien vive en Buenos Aires. Es además abuela
de dos nietos y lo será de otros dos que están por nacer.