La irrupción, no sorpresiva, de la invasión de Rusia a Ucrania convulsionó todos los mercados, que recién comenzaban a transitar algún tipo de normalidad, luego de la salida de la segunda ola de covid-19.
Desde el jueves, lo precios de las materias primas han “pegado un salto” ante la perspectiva de una menor oferta de parte de ambas naciones, productoras tanto de gas, petróleo, como de cereales.
De hecho, Rusia y Ucrania representan alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo, el 20% de los suministros mundiales de maíz y el 80% de las exportaciones mundiales de aceite de girasol, por lo que los comerciantes temen que el conflicto obstruya el movimiento de las cosechas y desencadenar una disputa de los importadores para sustituir la oferta del mar Negro.
En este marco, y más allá de las pequeñas oscilaciones el precio de la tonelada de soja, un tercio de las mercancías que Argentina vende al mundo, llegó a US$ 630 la tonelada, su valor más alto en casi nueve años. Similar es la situación con el trigo, otras materias primas que produce y exporta Argentina, cuyo precio rondaba los US$ 343,46 por tonelada, el más alto desde julio de 2012, y el maíz subía hasta un 5% a US$ 281,97 por tonelada, su máximo desde el 10 de junio,
Pero esta suba de precios para los productos agrícolas, y que siempre es bienvenida para nuestro país, no podrá ser plenamente aprovechada, porque gran parte de la cosecha de trigo, que este año alcanzó el récord de los 22 millones de toneladas, ya había sido vendida “a muy buen precio” cuando la tonelada rondaba los US$ 240.
En el caso de la soja, esta estampida en los precios, podrá compensar la magra cosecha de este año, afectada principalmente por la sequía que se extendió desde la segunda quincena de diciembre hasta la primera de enero, inclusive. Según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) esta campaña, que se encuentra en pleno proceso de maduración, podría llegar a 40,5 millones de toneladas, muy por debajo de las 44,5 millones de la del 2020/21, pero con riesgo de seguir bajando si no se producen lluvias oportunas en las zonas periféricas.
Donde la suba de precios sí impactarán de lleno es en la cosecha de maíz, estimada por la BCR en 52 millones de toneladas, por encima de las 48 millones del ciclo anterior.
Todo esto dejaría un saldo adicional de US$ 5 mil millones a los previstos en diciembre, cuando parecía que los precios de los productos agrícolas volverían a los niveles “prepandemia”, aunque no tan bajos como los del trienio 2016/19.
Todo eso es ganancia para “el fisco” ya que durante el año pasado el campo aportó casi una cuarta parte de los impuestos que recaudó el Estado. Según la BCR fueron unos 2,8 billones (millones de millones) de pesos, de los cuales poco más de $ 861 mil millones provinieron de las retenciones a la exportación.
El problema es lo que importamos. Pero la suba de los precios de las materias primas no se circunscribe a los productos agrícolas, sino también que alcanzan al petróleo, que Argentina exporta, pero también al gas y la energía, productos que debe importar debido a que todavía “tiene en pañales” su explotación de Vaca Muerta y retrasadas la construcción de represas o usinas que generen electricidad.
Argentina es exportador de petróleo crudo. El jueves el precio del barril cotizó durante todo el día en US$ 103,45 y quedó en torno de los US$ 100 el viernes, un buen precio para nuestras ventas.
Pero por contrapartida el precio spot del Gas Natural Licuado, ese que se transporta en los barcos que llegan a Bahía Blanca, tocaron los 46 dólares el millón de BTU en el mercado europeo, y para este año se espera que vamos a tener que importar más buques de GNL, alrededor de setenta respecto a los 56 del 2021. Los 56 buques del 2021 “se importaron a un precio promedio de US$ 8,33 dólares el Mmbtu y se estimaba que los de este año se importarían a un valor promedio de 25 dólares el Mmbtu”, estimó el ex secretario de energía, Daniel Montamat.
Desde el sector privado estiman que para este año las importaciones de gas podrían a superar los US$ 3.500 millones por el salto que está teniendo el precio del producto en el mercado y por los mayores niveles de importación proyectados, contra los US$ 1.100 millones del año pasado.
En este marco, la balanza energética, cierra negativa para el país ya que necesitaría alrededor de US$ 2 mil millones adicionales para sostener los niveles de consumo de gas de 2021, manteniendo estables las exportaciones de crudo.
El mundo financiero va hacia la calidad. Ya la situación financiera para Argentina estaba complicada. Debido al repunte de la inflación a nivel mundial el año pasado, para el 2022, la Reserva Federal de los Estados Unidos, había anticipado que aumentará la tasa de interés y quitará estímulos, todos los que sea necesario, para lograr bajarlo a los niveles prepandemia.
Pero ahora, con la guerra, se acentúa lo que los analistas financieros llaman “flight to quality”, o en criollo, el dinero se vuelva a los mercados más seguros. Si la llegada de inversiones, financieras o físicas, a Argentina, eran escasas antes de la guerra, por no tener cerrado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y mantener un Riesgo País por encima de los 1.700 puntos, ahora lo serán aún más.
La “aversión al riesgo” de los capitales financieros se acentuará, y la posibilidad de que los bonos y acciones argentinas que cotizan en el exterior, repunten, será cada vez más producto de la especulación. La titular del FMI, Kristalina Georgieva advirtió que “hay un riesgo adicional en la región”.