Con la fórmula de Diego Gvirtz, el matemático Adrián Paenza inauguró su 678 de ciencia y tecnología de la resistencia K. Mirando a cámara, inauguró su nuevo ciclo en la TV Pública, bajando línea política partidaria, afirmando ciertas inconsistencias cuasi risueñas, repitió eslóganes y se apoyó en la tribuna de un grupo de científicos que pensaban como él presentándolos como “la verdad”, como “un todo”. Nada nuevo. Un 678 científico en tiempos de la llamada “resistencia” K. Un canto para la tribuna propia y una provocación a la contraria.
Ahora bien, ¿se tratará de la resistencia a perder beneficios de antaño? ¿Resistencia a Comodoro Py? ¿Resistencia a que se revuelvan los documentos, los papeles de lo firmado durante 12 años, de los fondos públicos que no llegaron a destino? ¿Será que resisten a que se escuchen otras voces y otras verdades? Como si lo hubiesen obligado a renovar contrato, Paenza comenzó su monólogo diciendo que no se sentía cómodo trabajando para un gobierno que representa a las corporaciones. Menos mal que su productor, Claudio Martínez, aclaró que eso no significaba que antes hubiesen trabajado para Cristina Fernández de Kirchner. Lo disimuló muy bien en estos últimos años.
Paenza tiene la soberbia de muchos de nosotros. Creen que inventaron la pólvora. Como un periodista egocéntrico que se cree dueño de la noticia. Como Hebe de Bonafini “que se cree San Martín” como diría Jorge Lanata y que está convencida que es la dueña de la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Paenza es la Bonafini de la ciencia y tecnología en tiempos kirchneristas. Ahora se prepara para resistir. ¿Alguien puede imaginar cuánto tiempo hubiese aguantado al aire si se hubiese animado a cuestionar alguna de las medidas económicas de la gestión anterior? Juan Miceli no nos deja mentir. Luego de la crisis del campo desapareció el pluralismo en los medios públicos. Las pocas voces disidentes –llámese un perdido concejal de izquierda o una intelectual crítica (así deberían serlo todos ¿no?) pasaron por la pantalla como una ráfaga que se diluía ante el abrumador y aburrido discurso totalitario K. Eso sí, después descontextualizaban sus dichos ridiculizándolos, buscando sus pecados del pasado para “carpetearlos” y equipararlos con dictadores, genocidas o asesinos.
El problema del fanático es que no puede ver más allá de su realidad, egoísta al fin. “Si a mí me va bien, a todos nos está yendo bien”, pareciese convencerse a sí mismo. Por eso, durante 12 años no existieron para Paenza científicos con bajos sueldos, protestas en Tecnópolis por becarios despedidos, ingresos por acomodo en el Ministerio o perseguidos por denunciar hechos de corrupción, incluso en esa área. Es risueño que Paenza apele a una soberanía que sólo se concretó en sus afiebradas mentes. Tuvimos que importar toneladas de barriles de petróleo y gas por el desfalco que provocó un tal Julio De Vido en el Ministerio de Planificación, las grandes cerealeras y Monsanto vivieron sus años de gloria y una tal Barrick Gold hizo lo que quiso en provincias como San Juan. Pero vivíamos la “fiesta de todos” y no discutíamos “sueldos”. No lo habrá discutido usted, estimado Paenza. Los contratos basura afloraron en ministerios, secretarias y en la ciencia también. La inflación carcomía los bolsillos pero usted, como otros tantos “símbolos” de los “buenos” miraron para otro lado.
Es más, apelaron a la diversidad y al pluralismo mientras nos tapaban la boca. Estuvimos a segundos de convertirnos en Venezuela. La democracia se convirtió en un bello vocablo del diccionario y la República se nos esfumó mientras se afanaban un país. ¿Cómo sienten orgullo de defender a funcionarios procesados e incluso condenados como Ricardo Jaime o Juan Pablo Schiavi que provocaron la muerte de ciudadanos argentinos en tragedias evitables? ¿No le provocará nada ver cómo contaban dólares en medio del cepo en una cueva el hijo del empresario insignia del kirchnerismo que creció amparado por la corrupción y los sobreprecios de la obra pública de Santa Cruz y otros facinerosos? Porque lo del video en la Rosadita o la flota de autos de colección de Báez o, desde ya, el aumento exponencial del patrimonio de los Kirchner no cierra por ningún lado. 1 + 1 sigue siendo 2.
Se convencieron que los medios públicos eran de ellos. Que el Estado era propio. No veo a ninguno de los que antes repetían el “por algo será” cuando alguien se animaba a denunciar algún ilícito dentro de la función pública, pidiendo la cabeza de Paenza. Desde ya, sería repetir un horror. No todos somos iguales. Pero Paenza se aprovecha de su libertad de una manera casi extorsiva. Es como que el conductor de un noticiero, un día cualquiera, decidiese ponerse a bailar en vez de leer noticias. O como si en el programa de entretenimientos de Jorge Lanata, el creador de Página 12 empezase a dar una extensa editorial sobre los Panamá Papers o sobre el descubrimiento de un nuevo planeta porque se despertó con el deseo de cambiar la rutina.
Si aunque fuese cierto que la ciencia creció e importó, realmente, durante el kirchnerismo, Paenza no debería obviar que nos gobernaron una banda de ladrones que hicieron pelota la soberanía de nuestro país, la que se jactaron durante 12 años y medio en el relato. No sabemos cuál es el proyecto científico de Macri, tampoco supimos cuál era el de Cristina, además de darle felicidad a Paenza. Sí sabemos que los radares del matemático sólo existen en sus monólogos y en el relato porque la droga entra caminando, saltando y bailando en la Argentina. Dicho sea de paso, ¿Cuándo Macri anunció que dejarían de existir las vacunas?
Como la política de derechos humanos, el arte y la ciencia no las inventó el kirchnerismo. A la democracia, tampoco. El país, por suerte estimado Paenza, comenzó antes del 25 de mayo del 2003. Mucho antes de la magia, del secuestro de los goles, de las bóvedas y de la "resistencia" de los que perdieron una elección. Lo que sí inventó el kirchnerismo es eso, convertir una derrota electoral en una proscripción ante una supuesta dictadura democrática. Sería el primer caso de golpe a un gobierno desde las urnas. Pero como todo cambia, cada vez son menos los que se comen el verso. De eso también se trata la democracia, de bancarse la alternancia.
(*) Especial para Perfil.com.