La última vez que se vieron cara a cara Mauricio Macri y su mejor amigo, el empresario Nicolás Caputo, fue a fines de octubre cuando se encontraron en el cumpleaños de Horacio Rodríguez Larreta en un bar de Barracas. Hacía un par de meses que no se veían. Y, seguramente, hasta fin de año, cuando se encuentren en el country Cumelén de Villa La Angostura para pasar las Fiestas, no vuelvan a hacerlo.
Caputo, al igual que el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, formaron parte, hasta fines de 2015, de la “mesa chica” de decisiones que tenía Macri y que le permitió, entre otras cosas, alcanzar la Casa Rosada. Hoy esa dupla no gravita como antes. Caputo ya no es parte de la mesa de estrategia donde permanecen el inmanente asesor Jaime Duran Barba y el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Tampoco lo es Monzó, quien se limita a su trabajo en el Congreso, pero quedó marginado de las decisiones políticas y electorales.
Hoy Macri sigue obnubilado por los servicios de Peña con los vicejefes de Gabinete, Mario “El Negro” Quintana y Gustavo “Mr. Excel” Lopetegui, quienes llevan el tablero de control de gestión que tanto le gusta al Presidente. La “santísima trinidad”, suelen bromear algunos miembros del gabinete.
“Vos sabés que hay ministros más firmes que rulo de estatua. ¿No querés irte a una embajada?”, le ofreció, hace algunos meses, Quintana a uno de los funcionarios que le toca controlar. “Si quieren que me vaya que me lo diga Mauricio”, le respondió el ministro. Hoy sigue en su lugar.
La anécdota permite ilustrar el poder que hoy tienen los tres en el día a día de la gestión. De hecho, la pésima relación entre Lopetegui y Jorge Lemus, terminó con la renuncia del ministro de Salud hace dos meses. En el caso de Francisco “Pancho” Cabrera, el ministro de Producción, Quintana no lo aguantó más y a fines del año pasado Lopetegui comenzó a hacerse cargo de esa cartera.
En el plano político, Macri delegó la estrategia y la conformación de las listas en el tridente de poder que conforman Peña-Horacio Rodríguez Larreta-María Eugenia Vidal. Cada tanto, como una muestra hacia el interior del oficialismo, suelen difundir alguna foto almorzando juntos. No se divulgan las comidas donde toman las decisiones, claro está. Cada uno suele ser acompañado por un hombre de su confianza: el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, con Peña; el jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai, con Vidal; y el vicejefe porteño, Diego Santilli, con Larreta. Para el cierre de listas de este año fueron más gravitantes que nunca: cada uno aportó sus nombres en sus distritos, hubo pasamanos de muchos dirigentes de lugar (por caso Graciela Ocaña, quien representará a los porteños hasta hoy y desde mañana será representante de los bonaerenses) y hasta poder de veto de cada uno de ellos. El tridente se conoce desde los comienzos del PRO, allá por 2002, cuando siquiera era un partido. Pero con una particularidad: Vidal llegó de la mano de Larreta. Un 2x1 que a veces juegan en el debate interno.
Por su lado, Caputo prefiere mantenerse afuera del día a día. Su vínculo con Peña es pésimo. Y por ahora siquiera quiere volver a la “mesa chica”. Monzó nunca volvió a ser el de antes: el armador y tejedor de acuerdos políticos. Su vínculo con Peña apenas mejoró, en lo formal. Pero siquiera quiere volver a la “mesa chica”. El empresario y el titular de Diputados se reivindican como amigos: se conocen desde que Mirgor –la firma que inició Macri con Caputo– comenzó a desarrollarse. Las mujeres de ambos también se frecuentan. Y los amigos no se abandonan.