Se huele cada vez más y el gen peronista lo olfatea mejor que ninguno: Néstor Kirchner ha entrado en cuarentena. Lo barruntan quienes se postraron ante el Jefe durante los últimos seis años, muchos de ellos por una conveniencia que toleró todas las humillaciones y lo exteriorizan además, con acciones y gestos, cada vez más actores de la política, hasta ahora disfrazados con el traje de la fidelidad.
Gobernadores, intendentes, muchos arribistas del oficialismo o empresarios y sindicalistas de la misma calaña que participaron de la fiesta y personajes todo terreno, que hasta ahora gozaron de las mieles de pertenecer, han comenzado a tomar recaudos y a ponerse los barbijos. No sea cosa que el kirchnerismo contagie.
Pese a la enorme construcción política que hizo el ex presidente durante sus dos primeros años de mandato, a partir de una caja rebosante que sirvió de atractivo queso mientras duró, el matrimonio presidencial tabicó Olivos y gobernó casi en soledad, por desconfianza o bien porque no entiende de diálogos o de consensos, ni aún entre miembros de un gabinete que nunca funcionó como tal. Sin embargo, este nuevo aislamiento, ahora no autoimpuesto, le llega a los Kirchner en un momento en que la crisis exige otras recetas más creativas que la demonización del pasado o hablar de que "está en juego la estabilidad democrática".
Todos los análisis apuntan a que estas expresiones en escalada que hicieron primero Néstor ("no volver a 2001"; "Si Cristina no logra la mayoría, esto explota") y después la Presidenta han estado dirigidas a meter miedo en la población con propósitos electorales, en una suerte de recreación menem-cavallista que poco los ayuda y que inhibe mucho más aún las esperanzas de recuperación económica. ¿Quién desearía invertir hoy, cuando admoniciones de ese tipo dichas desde el poder le caen como anillo al dedo a la fuga de capitales? Más allá de que parece que el oficialismo ha minado los puentes y que clausuró su propio retroceso con referencias que han sonado muy desesperadas, las mismas pueden haber sido dichas también para intentar recuperar a una parte de esa dirigencia que huye espantada de la peste, en una suerte de círculo vicioso que se retroalimenta con las novedades que traen las encuestas que, cuánto menos favorables le dan al kirchnerismo, más parecen alentar la diáspora. O dicho de otra manera, cuánto más dirigentes se apartan, mayor sensación existe de que las encuestas no le están dando nada bien al Gobierno. Hasta Luis D'Elía, en medio de insultos, parece haber iniciado el éxodo. En este punto, el primer nombre que aparece en el horizonte, ya que es un presidenciable para 2011, es Carlos Alberto Reutemann, el senador santafesino que durante la semana estuvo en la boca de todos no sólo por su aparente actitud refractaria hacia Olivos, sino porque se lo volvió a mencionar como parte de una operación política para que no parezca que el ex presidente pierde por tanta diferencia en Santa Fe. El ex corredor, un bicho a la hora de despegarse, no ha querido compartir su lista con Agustín Rossi, el jefe de la bancada del Frente para la Victoria en Diputados y jugó una postura de centro-izquierda para pelearle la senaduría al socialismo en su provincia, ya que se había hablado de una alianza con el PRO provincial que tejió su ex vicegobernador, Marcelo Muniagurria, a quien desautorizó.
Los analistas se preguntan si la trampa en la que pareció entrar Reutemann no era en realidad una trampa de éste hacia Kirchner, ya que, pese a todo, las encuestas lo dan por ahora como cómodo ganador y al FpV con muy pocas chances en Santa Fe, situación que se repite en la Capital Federal y Córdoba, distritos donde el oficialismo nacional podría no obtener ningún legislador.
Otro tanto ocurre en el interior bonaerense y en relación a esta provincia, la gran incógnita es saber hasta dónde acompañará al kirchnerismo duro el gobernador Daniel Scioli, ya que su proyecto es también ser presidente dentro de dos años. Los trascendidos indican que por ahora está subido al carro del ex presidente, porque éste le ha prometido apoyo en su carrera presidencial, pero algunos de sus allegados señalan que han comenzado a revisar este punto y que el despegue llegará quizás después de las elecciones, si no es demasiado tarde. En la patriada, Scioli está jugando además su propia imagen, que ha comenzado a retroceder por su incondicional apoyo a los Kirchner, aún en lugares del Conurbano donde los intendentes han vuelto a mirar de reojo el proyecto oficial y donde las candidaturas testimoniales se están tomando como el aceite de ricino. Como lo adelantó esta columna hace dos semanas, algunos jefes comunales han decidido rebelarse (La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca) y se teme que otros se sumen a la lista.
Scioli, quien siempre dice que hay que perseverar con el modelo, aunque se cuida de decir que es el modelo de los Kirchner, está seguro que aún tiene un halo protector en los grandes centros urbanos siempre y cuando salga a defender al campo, pero también sabe que los tiempos se le están achicando y que el matrimonio avanza como topadora en una estrategia a la que él siempre llega tarde. Algún límite deberá poner, ya que su futuro político está ligado hoy a la caja federal, que, por otra parte, a estas alturas, ha comenzado a flaquear. Promesas muchas, dicen los intendentes, pero plata... a cuentagotas, refieren.
Por otro lado, la provincia de Buenos Aires ha presentado en la semana a la tercera candidata de la lista oficial, la actriz Nacha Guevara, impulsada por el gobernador y por el matrimonio presidencial. Pese a que hace un tiempo había dicho que la política activa no cuadraba con sus intenciones de simple militante, la probable única diputada entre los tres que encabecen la lista, debutó con dos bloopers que la hicieron entrar a la política con el pie izquierdo. En primer lugar, con toda lógica y muy bien asesorada comunicacionalmente, dijo que ante países que caerán mucho más en su PIB este año, la pérdida de la Argentina de 1,5% no parecía dramática.
Parece que no le avisaron a la pobre Nacha, ya que unos días antes a instancias de Kirchner, el ministro de Economía, Carlos Fernández le hizo un verdadero escándalo al Fondo Monetario, autor de la previsión negativa que ella reinvindicó. Para no hacerse malasangre, avisó que no podrá iniciar la campaña y se fue a Tahití de vacaciones. Por lo demás, los encuestadores dicen que su presencia en las listas no les mueve el amperímetro a la gente, lo que ha vuelto a preocupar a Kirchner ya que no hay medida o línea de pensamiento que él exprese que caiga decididamente bien entre los votantes.
Otro caso es el de Hugo Moyano y no por haber ensayado una retirada, sino a través de su llamado acompañamiento crítico. Entre los personajes que durante la semana fueron noticia por haberle marcado la cancha al kirchnerismo ha estado en primera fila el camionero, el mandamás de la CGT, aunque no de todos los gremios. Gente muy cercana a Moyano ha pedido prolijidad en cuanto a la interpretación del apoyo que se le dio al Gobierno el jueves pasado desde el palco montado en la Avenida 9 de Julio, para replantear una mejora redistributiva fuera de la disyuntiva salario o empleo, la que predomina en esta crisis.
Para una de las voces más pensantes del sindicalismo cegetista, el secretario de Prensa, Héctor Daer, el discurso de Moyano y la manifestación de fuerza de poner la gente en la calle no ha sido un cheque en blanco hacia todo el rumbo político y económico del kirchnerismo "que fue sólido entre 2003 y 2006", en materia de achicamiento de la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen. Sin embargo, el proceso de redistribución de la riqueza "durante los últimos tres años ha sido muy negativo, muy regresivo", añadió el dirigente haciendo sentir el látigo.
Sin medir si su sector suma o espanta votos, sobre todo los de la clase media, el camionero le mandó a los Kirchner un preocupante mensaje sobre el poderío sindical para garantizar el modelo regente y dijo que espera que, de ahora en más, haya en el Congreso más diputados sindicales, para empujar las leyes que su sector necesita y ha creído que la debilidad y los nervios del kirchnerismo son una estupenda posibilidad que puede ser bien recompensada con un par de ministerios, sobre todo el de Salud, algo que su hijo Pablo dijo en la semana en un reportaje y que fue convenientemente acallado por el propio Hugo. El piso de la ministra Graciela Ocaña está permanentemente enjabonado por la acción de los sindicalistas, ya que fue ella quien cortó una serie de fondos para las obras sociales que los Kirchner están autorizando en estos días de a poco.
Para la CGT, nada sería mejor que tener a alguien que le responda directamente en esa área y de allí que toda la acción de la ministra sea permanentemente cuestionada, más allá de sus notorias fallas en la conducción de las dos crisis sanitarias que preocupan a la población. El caso del dengue ya ha sido debatido hasta el hartazgo, sobre todo por la imprevisión oficial en materia preventiva y con relación a la gripe porcina, sólo se avanzó con rapidez en la materia porque se usaron los protocolos que habían quedado stand by en tiempos de la gripe aviar, que nunca llegó a la Argentina. Sin embargo, la prohibición de vuelos desde y hacia México no sólo dejó a connacionales varados en el foco de la epidemia, sino que contribuyó a su difusión, ya que se usaron, por triangulación, aeropuertos de alternativa para volver al país, procedimiento que criticaron con dureza los organismos sanitarios mundiales.
No obstante, Ocaña quedó atrapada una vez más, por decisiones de carácter político que volvieron a minarla y la dieron a la CGT más letra para ir por su ministerio en primera instancia y luego, si cuadra, por la Presidencia. Si le sale bien su apoyo a Kirchner, el camionero Moyano tendrá el camino libre para imponer sus políticas durante lo que resta del gobierno de Cristina y si le sale mal y todo ha sido un maquiavélico abrazo de oso, siempre tendrá vía libre para explicárselo así a sus compañeros disidentes de la central obrera que no han querido ir al acto de la 9 de Julio e intentar postularse él mismo en 2011, sin un contrincante de fuste como Kirchner. Por lo pronto, no lo dejó asistir al acto. “Cosas vederes, Sancho”.
(*) Agencia DYN